Crisis IEA: Yo trabajé con Miguel Ángel Blanco

Javier Salvador

Periodista

Les prometo que no podía dar crédito a lo que leía anoche en la habitación de un hotel al conectarme a teleprensa.es y enterarme de que la Asociación de la Prensa, de la que formo parte, rompía relaciones con el IEA mientras Rafael Leopoldo Aguilera fuese director de la institución. Nunca he conocido un pronunciamiento tan agresivo de la asociación, y quizás ese sea bajo mi punto de vista uno de sus problemas históricos, que pocas veces ha plantado cara con la fuerza necesaria en cada ocasión. Pero esa es otra historia.

Primero empecemos porque al tal Leopoldo le conozco más bien poco. Alguna referencia de él por el hecho de haber colaborado como asesor en retransmisiones de la Semana Santa, lo que solemos llamar un capillita. Sabía que le habían nombrado director en el IEA, pero me quedaba claro que se trata de un pago político más que de una apuesta por subir el nivel tras el paso de Miguel Naveros, que aunque lo quieran ver más rojo que azul, es uno de los pocos tipos que sabe quién es quien en el mundo de la cultura almeriense y, lo más importante, quién lo será en los próximos años.

La historia surge porque el actual director del IEA arremete contra el periodista Miguel Ángel Blanco por un artículo que publicó comentando alguna de las barbaridades que el tal Aguilera escribió. La verdad es que al leerlo, el de Aguilera, me sonaba más a manual de Frente de Juventudes, a la explosión de alguien que ha mantenido sus más profundos sentimientos fascistas escondidos hasta que no ha podido más y ha explotado creyendo que ya lo han ganado todo y nadie les quitará del sillón en otros treinta y seis años. La verdad que la mención de España en ese tono da miedo.

Conozco a Miguel Ángel Blanco, he trabajado con él varios años, muchos, y hombre, puedo reconocer que no es la persona más fácil de trato con la que me he topado en mi carrera, pero todo genio tiene sus rarezas y Blanco a su manera lo es. De hecho puedo decirles que Cultura y Medio Ambiente han tenido significado en Almería, espacio en periódicos, porque él imponía su criterio. Y de no haber sido por él no teníamos ni las raspas de un ya raquítico mundo cultural o ecologista en Almería.

Pero por encima de todo, Blanco es uno de los pocos periodistas que pueden presumir de tener la perspectiva del sabio, y no porque lo sea, sino porque ha vivido y retenido en su mente los años cruciales de la transformación de esta provincia de nada a algo. Peor aún, los ha contado, analizado, y eso merece, como mínimo, un respeto.

Que llegue un don nadie y utilice toda clase de insultos y chaladuras porque le han pegado un revolcón intelectual del quince, como le ha sucedido a Aguilera, escuece y mucho, pero si cobras de lo público y estás al frente de una institución no se te paga para salir dando patadas y marcar el teléfono de la gestapo para que te quiten de en medio ese incómodo problema llamado periodista.

No, aún no, la democracia, la libertad de expresión, la educación y, sobre todo, el sentido común, son cosas que aún, al menos a día de hoy, siguen vigente en esa España que se ve insultada cuando algunos hace uso de su ilustre nombre. Así que hagan el favor, y aquel que rescató a este anacronismo del Valle de Los Caídos, que tenga la sensatez de devolverlo a su fosa intelectual.