Gerardo Tecé
Periodista / CTXT
En sus redes sociales el
sevillano David Bravo (1978) se define como abogado especializado en Derecho
informático y propiedad intelectual, pero no como diputado, su nuevo cargo.
Explica que es por pudor. Desde la era paleolítica de Internet, mucho antes de
que existieran los exitosos youtubers, los vídeos de sus conferencias y sus cara
a cara en platós de televisión con representantes de la SGAE triunfaban en la
red y creaban religión en torno a su figura.
David Bravo |
El menudo diputado de Podemos ha
sido durante más de una década el máximo referente en España en lo relativo a
la defensa de la copia privada y el derecho a la cultura libre, popularmente y
mal conocidos como piratería. Un buen día el abogado David Bravo decidió
extender su campo de batalla a la política: “Cuando España era un referente
judicial en lo relativo a los derechos en la red, se hicieron leyes que
cambiaron las reglas de un juego que el poder iba perdiendo, si las normas del
juego se hacen desde arriba, si no hay ninguna opción desde abajo, hay que
subir a su terreno”. Es uno de esos quincemayistas que ha seguido al pie de la
letra el consejo de María Dolores de Cospedal (“Que se presenten a las
elecciones”).
¿Ha visto caras de satisfacción entre sus señorías por haber sido
obediente?
Estaban
encantados de vernos por allí. Varios diputados del PP y del PSOE me pararon
para decirme que el hecho de que ahora el Congreso sea un grupo tan heterogéneo
y diverso, como lo son los ciudadanos a los que representamos, es la grandeza
de la democracia. Es broma.
La verdad es que la mayoría no parecían muy contentos. De hecho nos abuchearon
cuando prometimos la Constitución.
Sentimos algo parecido a lo que debe sentir
un jugador visitante en un derbi cuando toca la pelota ante la afición rival.
Con la diferencia de que se supone que ese campo, el Congreso, no es campo
contrario, sino tan propio como el de los que parecían molestos con nuestra
presencia, por muchos años que ellos lleven allí. Es curioso.
En 2011 nos decían: “¡Dejaos de proclamas en la calle y presentaos a las
elecciones!”. Ahora en 2016 nos dicen: “¡Las proclamas en la calle, no en el
Congreso!”.
¿Qué tal la llegada al Congreso? ¿Había estado antes, cómo
es el lugar por dentro? ¿Alguna anécdota?
Nunca había
estado. No hubo
grandes anécdotas salvo las previsibles: cada vez que yo deambulaba por allí,
alguien de seguridad me preguntaba quién era y adónde iba. Que no era diputado
lo tenían claro, porque mi indumentaria no es que lo dijera a gritos
precisamente. A Rita Maestre, portavoz del Ayuntamiento de Madrid, y a otro compañero,
que fueron de invitados, incluso los cachearon al entrar, en busca de
pancartas. Creo que a Cifuentes no le pasó.
David Bravo, en su escaño (Ctxt) |
¿A qué huele el Congreso?
A burbuja,
si es que las burbujas tienen algún tipo de olor.
Parece que se ha puesto de moda hablar del aspecto de los
diputados. ¿A uno que va en camisa de cuadros los ujieres le llaman señoría o
David?
El trato de
los trabajadores del Congreso es de una eficacia y atención inéditas para mí
hasta la fecha. No me llaman señoría, lo que es de agradecer.
En sus perfiles en redes sociales no se ha animado aún a
definirse como diputado. ¿Qué pasa? ¿Falta de tiempo o algún tipo de pudor?
Es pudor.
Creo que es muy osado llamarme a mí mismo diputado por mucho que ya formalmente
lo sea. Me pasó lo mismo cuando me hice abogado. Cuando me topaba con algún
antiguo amigo del instituto y nos preguntábamos mutuamente, yo daba muchos
rodeos y explicaba lo que hacía pero no usaba el nombre de abogado. Sobre el
papel efectivamente lo era, tenía todos los documentos que lo acreditaban, pero
la verdad es que como abogado no había hecho nada. No había hecho ni un juicio,
no había redactado ni una demanda, no había pisado una comisaría. Decir que era
ya abogado cuando me pasaba la mayor parte del tiempo mirando el techo de mi
despacho era mucho decir.
Es como
cuando se tiene un hijo. Los padres que conozco --incluyéndome a mí-- cuando
hablan de su bebé recién nacido con otras personas no lo hacen refiriéndose a
él por su nombre. Suelen decir: coge “al niño” o cambia “al niño” o mira a ver
por qué llora “el niño”. Solo cuando “el niño” empieza a mediohablar, a
mediocaminar, es decir, solo cuando empieza a ser “él” y a comportarse de una
forma distinta a la de cualquier otro cachorro que come y duerme, comienzan a
usar su nombre para designarlo: “Ten cuidado, que Mario se va a caer”. Pues
bien, creo que algo parecido me pasa a mí. Yo soy diputado porque así lo dice
la ley, pero solo me llamaré a mí mismo “diputado” cuando empiece a dar mis
primeros pasos y a farfullar mis primeras palabras como tal. Hasta entonces
sería mucho decir.
Dice que ha entrado en política porque cuando los derechos
de los internautas los avalaban los jueces, desde el poder legislativo se
cambió de árbitro. ¿Qué futuro le augura a la Ley Sinde-Wert, cómo tiene
pensado enfrentarla desde el nuevo tablero de juego y cómo sería una Ley Bravo?
Es difícil
augurar el futuro de la Ley Sinde sabiendo que el PSOE y el PP la apoyan, pero
es evidente que ese será uno de mis caballos de batalla en el Congreso y mi
objetivo declarado es acabar con ella.
La ley que
a mí me gustaría es muy parecida a la que lleva Podemos en su programa, en el
que participé activamente. En
cuestiones de propiedad intelectual, en Podemos entendemos que hay dos
intereses que hay que equilibrar y los dos son intereses exclusivamente
sociales: el interés de los ciudadanos para acceder a la cultura con libertad y
el interés de los ciudadanos para que los autores puedan sostenerse con su
trabajo para que sigan creando y así tener algo a lo que acceder.
La persecución
de los ciudadanos que descargan obras intelectuales como vía de solución del
conflicto abierto con la llegada de Internet está absolutamente descartada para
nosotros y tenemos claro que la solución solo puede pasar por la adaptación de
los modelos de negocio y la búsqueda de vías alternativas de remuneración. El
programa de Podemos, además, incentiva la creación colectiva y la gestión de
obras copyleft mediante
la promoción de entidades de gestión destinadas al efecto, la derogación de la
Ley Sinde, del canon AEDE, la implantación progresiva del software libre
en las administraciones públicas y la ampliación de los derechos de cita, de
parodia y de copia privada.
El canon digital de España es ilegal según acaba de dictar
la UE, ¿qué futuro le augura a las compensaciones por copia privada y qué
alternativas propone?
En puridad
la UE todavía no ha dictado ninguna resolución, aunque sí tenemos las
conclusiones del dictamen del abogado general del TJUE, que suelen seguirse en
la gran mayoría de los casos. Las conclusiones del abogado son lógicas: el
cálculo de lo que se cargue en concepto de canon en los Presupuestos Generales
del Estado tiene que guardar relación con los perjuicios que genera la copia
privada a la que se encuentra ligado, es decir, por los perjuicios que genera a
los titulares de derechos esa copia que la ley considera lícita. De este modo,
el cálculo no se puede hacer antes de saber cuáles son esos perjuicios, como se
pretendía.
Al
contrario de lo que se cree habitualmente, el llamado “canon de copia
privada” no se paga para paliar los efectos de las copias que la ley define
como ilegales sino para hacer eso mismo por las que la ley considera lícitas
por estar dentro de la definición de “copia privada”. El problema es que
con la última reforma del PP, la copia privada, esto es, las copias para uso
privado que se consideran legales, son limitadísimas. Básicamente son legales
las copias que se hacen del original que has comprado y las que haces de la
tele o la radio. Es decir, las copias que acostumbra a hacer la familia
Alcántara, pero que en 2016 y en plena era de Internet están absolutamente
desfasadas.
En consecuencia, el canon que se cargue en los Presupuestos
Generales del Estado por la copia privada debe guardar relación con los perjuicios
que esas copias que ahora se permiten --muy muy pocas-- cause a los titulares
de los derechos. Si las entidades de gestión quieren recibir una mayor cantidad
en concepto de canon, tendrá que hacerse también en la ley un paralelo y
proporcional aumento del número de copias que se consideren legales. De lo
contrario, la cantidad a recibir debe ser tan exigua como las copias que se
permiten legalmente a día de hoy.
En cuanto a
las alternativas de remuneración, personalmente --Podemos está a la espera de lo
que diga definitivamente la justicia sobre el actual canon para definir su
postura-- siempre he apoyado no prohibir lo que en la práctica es imposible de
frenar en Internet y ofrecer como alternativa un sistema de remuneración
semejante a la Licencia General Opcional (LGO) propuesta en su día en Francia o
las propuestas de remuneración de Richard Stallman o William Fisher, citadas en
Free Culture de Lessig. Ambos sistemas (la LGO y las de Fisher y Stallman)
parten de la base de que lo que es aprovechado por todos debe ser sostenido por
todos.
La LGO se diferencia del antiguo canon digital que estuvimos padeciendo
en que no es indiscriminada y no la gestiona una entidad privada entre sus
socios, sino el Estado. El sistema planteado por Fisher, similar al de
Stallman, es explicado así en Free Culture de Lessig: Fisher sugiere
una forma muy ingeniosa para esquivar el callejón sin salida en el que se halla
Internet. De acuerdo con su plan, todos los contenidos susceptibles de
transmitirse digitalmente serían (1) marcados con una huella digital (no
importa lo fácil que es evitar estas marcas; ya veremos que no hay incentivos
para hacerlo). Una vez que los contenidos han sido marcados, los empresarios
desarrollarán (2) sistemas que controlen cuántos ejemplares de cada contenido
se distribuyeron. A partir de estos números, (3) después se compensará a los
artistas. La compensación sería pagada por un (4) impuesto al
efecto [...] La propuesta de Fisher es muy similar a la
propuesta de Richard Stallman para DAT. A diferencia de la
de Fisher, la propuesta de Stallman es pagar a los artistas de
un modo directamente proporcional, aunque los artistas más populares recibirían
más que los menos populares. Como es típico en Stallman, su propuesta se
adelanta al debate actual en algo así como una década.
Es usted un gran orador, con un estilo peculiar que se
mueve entre el profesor de Derecho y el monologuista de la Paramount Comedy
¿Vamos a ver habitualmente intervenciones de David Bravo en el Congreso o su
trabajo va a ser más de segunda línea?
Pues no lo
sé. Dependerá de lo que el partido tenga pensado para mí y de los lugares y
materias donde crean que pueden sacarme partido según mis habilidades y
debilidades. Obviamente mi intención no es ser un diputado invisible ni testimonial.
¿Tiene previsto formar parte de la Comisión de Cultura?
Esa es la
idea, sí.
¿Podrá compatibilizar su trabajo de abogado de asuntos
digitales con el escaño?
Yo he
pedido esa compatibilidad. Ahora depende del Congreso, que tiene que decidir si
lo autoriza o no. Con los abogados, en las legislaturas pasadas, siempre lo han
autorizado y sería raro que justo ahora cambiaran ese criterio. Mi interés en
la compatibilidad es fundamentalmente terminar los asuntos que tengo pendientes
y que en ningún caso quiero dejar sin acabar para no dejar a mis defendidos en
mitad del camino.
Para terminar una pregunta que está muy de moda. ¿Cómo
llegará David Bravo a su nuevo trabajo? ¿Bici? ¿Andando? ¿Coche? ¿Metro?
No tengo
coche ni carnet de conducir. Tengo pensado sacármelo cuando sea mayor. Además
en Podemos hemos renunciado a todo lo renunciable, incluida la tarjeta esa que
te dan para poder moverte en taxi para ir al Congreso. Hemos renunciado también
a 1000 euros de los gastos para estar en Madrid los que somos de fuera. Creo
que hemos estado a punto de renunciar a sentarnos en el escaño y llevar nuestra
propia sillita de playa. Vamos, que
iré en metro.