Ha pasado ya la
Semana Santa y, ni siquiera por los miles de personas que se han desplazado
esos días a nuestra ciudad, los mandatarios del PP en el Ayuntamiento han
tenido la deferencia de realizar su trabajo a tiempo para que Almería luciera
con su máximo esplendor. El mismo Viernes de Dolores los
jardineros se afanaban en una poda exprés de los árboles del Casco Antiguo,
como si de pronto alguien hubiera caído en la cuenta de que este evento
religioso y cultural comenzaba ya.
Por mucho que se
hayan empeñado en asegurar que nuestras playas estaban listas para recibir a
los turistas, la realidad es que la inmensa mayoría de los servicios con los
que deben contar no estaban funcionando: ni los pedestales de helados, ni la
biblioplaya, ni las sombrillas, ni las tumbonas de alquiler, ni los espacios
habilitados para la práctica de deportes náuticos. Algunas duchas seguían en
obras bien en entrada la Semana Santa. Y para colmo, el aliviadero del
alcantarillado que desemboca en la playa de El Zapillo ha estado activo durante
estos días, generando un charco en la arena cuya fetidez se esparcía por todo
el Paseo Marítimo.
También los
visitantes se han encontrado el cartel de 'cerrado por obras' en los Refugios
de la Guerra Civil, uno de los elementos históricos de Almería más visitados,
después de La Alcazaba. Hace un año los concejales socialistas denunciamos su
estado deplorable, pero ellos miraron para otro lado y ha sido necesario que se
produzca un incendio en un cuadro eléctrico del recinto ubicado en el exterior
para que reconozcan su error y se pongan a trabajar. Pero, maldita falta de
previsión, justo en Semana Santa.
Eso sí, a la
alcaldesa no le ha faltado una levantá, una salida procesional o un pregón para
nutrir de vídeos y fotos de sus muy activas redes sociales, ésas desde las que
desinforma a los almerienses, con su ejército de cámaras y asesores.
Aprovechando los días de fiesta y bajo esa cortina de purpurina ha pretendido
tapar el tasazo de la basura, por el que va a obligar a los almerienses a asumir
las sanciones de la UE por las 70.000 toneladas de residuos que cada año
entierra en el vertedero sin reciclar.
Cada vez es más evidente su pésima gestión y su falta de planificación, que se resume en freír a los ciudadanos a impuestos, perder subvenciones millonarias y despilfarrar el dinero de los almerienses en caprichos.