Marcial Vázquez
Seguramente estamos hartos de oír que los partidos políticos tienen la obligación de funcionar de manera democrática porque así lo dice la constitución y porque además los pagamos todos con nuestros impuestos. Evidentemente el grado de exigencia de este precepto constitucional ha sido prácticamente nulo, porque una cosa es criticar al enemigo por cosas que uno acaba haciendo incluso peor y otra muy distinta el tirarse piedras sobre su mismo tejado, pues no olvidemos que a todos los partidos los cobija un techo común: el poder.
Claro que en España se da la paradoja de que el Partido Popular, y toda la derecha mediática, critican al PSOE porque en Madrid se han atrevido a hacer ¡primarias! para elegir al rival de Esperanza Aguirre. Es evidente que la manera de gestionar la llegada de Trinidad al Partido Socialista madrileño no ha sido, ni mucho menos, la más adecuada ni la más aseada. Es más, la sombra de la sospecha zapateril se proyecta en ambos carriles pero con una misma dirección: presión fallida para que Tomás abandone y estímulo acertado para que Trinidad se presente. Pero, dejando esto a un lado, es absolutamente vergonzoso que sea el PP, ¡el PP del congreso soviético de Valencia!, el que se atreva a dar lecciones de libertad y democracia interna en un partido.
Pero ya en su día nos dijeron los dirigentes populares que eso de las primarias, de la democracia interna, era algo ajeno a su costumbre y tradición, vamos, de otro planeta donde el PP no había habitado ni tenía condiciones para habitar. Es decir, el planeta de la libertad real y la democracia efectiva. Eso al PP le horroriza, pues es conveniente no olvidar que esta derecha rajoyista solamente respeta la democracia cuando le conviene.
No hay más que asomarse a los estatutos del PP, a los cuales he tenido acceso a través de la página web del PP de San Fernando. Sí, sí, de San Fernando, porque en la web del PP nacional, es decir la página oficial del partido, no aparecen los estatutos por ninguna parte. O, si están, están muy bien escondidos. A ver si el responsable de la web del PP se entera de algo y cuelga los estatutos del partido porque es una obligación constitucional que cualquier ciudadano pueda acceder a los estatutos de los partidos que financia con sus impuestos.
Pues bien, ¿qué ha inventado el rajoyismo? Pues, más o menos, el timo del tocomocho. Después del espectáculo absolutista y chapucero que dieron en el congreso de Valencia, se anunció a bombo y platillo que en el PP se había instaurado unas primarias ¡equiparables al sistema de EEUU! que permitiría a cualquier militante presentarse a candidato con solamente obtener 100 firmas de afiliados. Claro, ¿dónde está el truco? En que sigue apareciendo en el proceso la figura del compromisario que defiende al candidato, por lo que la opción del voto directo del militante al hipotético suicida que se presente por su cuenta a presidente no existe. Pero, ¿realmente alguien piensa que existen las condiciones necesarias y neutrales para que alguien se atreva a enfrentarse al candidato del aparato genovés? No hay más que recordar el espectáculo del congreso catalán con los abucheos a Ana Mato y la casi resurrección de Montserrat Nebrera. Por no hablar del desprestigio al que fue sometido Juan Costa cuando parecía que iba a presentar una lista alternativa a Rajoy, ya ves tú.
Pero lo más edificante de todo es la reacción del PP ante las primarias socialistas que se avecinan. La guinda, por supuesto, Arenas. Dice así: "No estamos en tiempo de vanidades personales, ni de estar obsesionados con las encuestas. Cuando esto ocurre, vienen las crisis internas en los partidos por dedicar las energías a cuestiones internas y no a los problemas de los ciudadanos". No hacen falta comentarios, sus palabras se comentan por sí solas.
La cuestión es, sin embargo, que por lo menos en el PSOE sus militantes pueden votar el candidato. Esto es lo que se espera de un partido de izquierdas, y es lo que queremos muchos ciudadanos que se extienda al Partido Popular. Si ya es difícil enfrentarse al aparato con listas abiertas y votos directos de los afiliados, imaginémonos con compromisarios por medio y demás inventos que solamente sirven para distraer la realidad de que el PP no quiere ser un partido democrático porque no quiere darle un derecho esencial a sus afiliados: un militante, un voto.
Y encima nos dice Javier que cómo puede Zapatero gobernar España si no puede gobernar su propio partido. Pues sí, Javier, aquí os retratáis. Tú como no has tenido rival interno en tu vida gracias a tu eficacia despótica, no te enteras de que en un partido la democracia interna no es desgobierno, sino un paso importante y decisivo para comprender que esos candidatos, y futuros gobernantes, no han tenido miedo a enfrentarse al voto libre de sus compañeros, porque desde esta base se empieza a edificar el respeto a los ciudadanos como personas libres y con criterio propio y no como súbditos y ovejas a las que pastorear que es, en definitiva, lo que vosotros hacéis y pretendéis en el Partido Popular.
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