Javier Salvador
Director de Teleprensa
Pero miren las fotos bien y quédense con las caras, porque la de mañana no es una huelga general normal, es una a la que acudirán sobre todo funcionarios y personal de las administraciones, y no todos porque hay muchos que no están dispuestos a perder un día de sueldo tal y como pintan las cosas.Hoy martes deberíamos parar los medios de comunicación, por eso de que el concepto de huelga general es tan antiguo que cuando se idean los calendarios aún se piensa que en prensa todo es papel. Pero que nadie se preocupe, que mañana hay periódicos, de hecho hoy se están haciendo y mientras unos toman la calle para manifestarse otros seguirán montando páginas, subiendo informaciones, haciendo cortes de radio o totales de televisión para que durante todo el día tengan una visión amplia de lo que se ha conseguido con la huelga general.
Esta huelga le está saliendo tan mal a los sindicatos, y no digo que no sea necesaria, que aún no sabemos si es contra el Gobierno, contra una reforma que ellos y patronal no fueron capaces de pactar o un complicado ejercicio de reafirmación del papel de los sindicatos de cara a la galería. Que nadie olvide que a día de hoy, el mayor perjudicado por la huelga general, puede ser precisamente el convocante.
Esta huelga le está saliendo tan mal a los sindicatos, y no digo que no sea necesaria, que aún no sabemos si es contra el Gobierno, contra una reforma que ellos y patronal no fueron capaces de pactar o un complicado ejercicio de reafirmación del papel de los sindicatos de cara a la galería. Que nadie olvide que a día de hoy, el mayor perjudicado por la huelga general, puede ser precisamente el convocante.
Y sí, podrán parar Madrid, el transporte público y todo aquello que dependa de las administraciones, pero lo que no van a conseguir es parar el país.
Pararán las grandes empresas, ese diez por ciento largo del tejido económico, porque es allí donde los sindicatos tienen mayor presencia, pero la realidad española la forman un ochenta por ciento de empresas pequeñas o muy pequeñas, y esas no van a parar. Algunos bajarán las persianas conforme pasen los piquetes y volverán a subirlas una vez que doblen la esquina. Pocos son los que quieren parar, y menos aún los que quieren problemas. Nadie busca enfrentamientos, pero el de mañana no va a ser un día fácil y de ahí la necesidad de jugar limpio, respetando el derecho a la huelga, pero también el de quienes quieren trabajar o, por lo menos, no perder un día de sueldo. Y ahí es donde a muchos no le salen las cuentas, porque pierden más por un día de paro en el que no van a conseguir nada, que aquello que les han rebajado de su nómina al mes.
Un amigo me decía ayer que abrirá su tienda, en pleno Paseo de Almería, y que cuando se acerquen los piquetes hará que sus empleados les respondan si quieren o no ir a la huelga, pero mantiene que no dejará pasar a ninguno de ellos a su establecimiento hasta que no le digan dónde trabaja cada uno de ellos, si es sindicalista liberado o no lo es, -hay mucho más de 300 en Almería y ellos será el grueso de los piquetes-, porque no está dispuesto a que un tipo cualquiera con una banderola de plástico y que ni tan siquiera va a perder un día de sueldo le cierre a él su negocio.
En cierta medida uno de los problemas de mañana es, precisamente, la imperiosa necesidad de los sindicatos de hacer funcionar esta huelga, mientras por otro lado el sector más conservador de la sociedad, la derecha, la quiere hacer fracasar a toda costa para demostrar la debilidad del sistema sindical. Dos polos opuestos, que llegan muy calientes a la cita del 29S y que al más mínimo roce puede hacer saltar chispas y algún que otro empujón, porque mañana nadie va a parar a nadie a la fuerza, por ahí ya nadie pasa.
Pararán las grandes empresas, ese diez por ciento largo del tejido económico, porque es allí donde los sindicatos tienen mayor presencia, pero la realidad española la forman un ochenta por ciento de empresas pequeñas o muy pequeñas, y esas no van a parar. Algunos bajarán las persianas conforme pasen los piquetes y volverán a subirlas una vez que doblen la esquina. Pocos son los que quieren parar, y menos aún los que quieren problemas. Nadie busca enfrentamientos, pero el de mañana no va a ser un día fácil y de ahí la necesidad de jugar limpio, respetando el derecho a la huelga, pero también el de quienes quieren trabajar o, por lo menos, no perder un día de sueldo. Y ahí es donde a muchos no le salen las cuentas, porque pierden más por un día de paro en el que no van a conseguir nada, que aquello que les han rebajado de su nómina al mes.
Un amigo me decía ayer que abrirá su tienda, en pleno Paseo de Almería, y que cuando se acerquen los piquetes hará que sus empleados les respondan si quieren o no ir a la huelga, pero mantiene que no dejará pasar a ninguno de ellos a su establecimiento hasta que no le digan dónde trabaja cada uno de ellos, si es sindicalista liberado o no lo es, -hay mucho más de 300 en Almería y ellos será el grueso de los piquetes-, porque no está dispuesto a que un tipo cualquiera con una banderola de plástico y que ni tan siquiera va a perder un día de sueldo le cierre a él su negocio.
En cierta medida uno de los problemas de mañana es, precisamente, la imperiosa necesidad de los sindicatos de hacer funcionar esta huelga, mientras por otro lado el sector más conservador de la sociedad, la derecha, la quiere hacer fracasar a toda costa para demostrar la debilidad del sistema sindical. Dos polos opuestos, que llegan muy calientes a la cita del 29S y que al más mínimo roce puede hacer saltar chispas y algún que otro empujón, porque mañana nadie va a parar a nadie a la fuerza, por ahí ya nadie pasa.
(Publicado en teleprensa.es)
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