Carta a Jose Fernández

Anyes Segura

Esta mañana Almería tenía un olor especial. Iba en mi coche y notaba cómo la gente respiraba ese olor inconfundible que inunda nuestras calles; eran aproximadamente las 9:55 de la mañana, conducía por la plaza Barcelona, y de pronto el olor se ha intensificado, mi vista se ha perdido en el horizonte por momentos, hasta que a través del espejo retrovisor del coche he visto pasar una barriga profusa, pronunciada y bienoliente. He alzado la vista y te he visto cómo cruzabas el paso de peatones entre miles de coches en atasco, con tus auriculares puestos, dirigiéndote a alcaldía. Eran casi las diez de la mañana, y empezabas tu jornada laboral, dispuesto a levantar el país.

Yo, mientras, he seguido conduciendo mi vehículo, derrochando monóxido de carbono a la atmósfera mientras me movía por las calles de Almería, y seguía oliendo ese olor que no se ha despegado de mí un solo momento durante todo el trayecto. No sabría identificar a qué se debía semejante hedor: probablemente sudor, sobaquillo no aseado, genitales poco higiénicos, lenguas con halitosis. Preguntando por las calles algunos viandantes me dijeron que tampoco conocían el origen del olor, pero sabían que alguien había dicho que probablemente el origen del mismo estaba en cuatro ciclistas. Del mismo modo que la capa de ozono empezó a degradarse en la edad media debido a los pedos de las vacas, en pleno siglo veintiuno las ciudades tenían nuevas “vacas” que degradaban su atmósfera: “los ciclistas”.

Menos mal que sólo eran cuatro.

Pero, pensándolo bien durante un rato, me he dado cuenta de que yo también soy ciclista, y yo no huelo mal. Ni yo ni ninguno de los cuatro ciclistas, o cuatro mil, según mis cálculos, o cuarenta mil, que circulan por Almería. El problema es que quizás huelen pero no se ven, ya que salir con la bicicleta por las calles de Almería supone jugarse la vida, supone poder ser atropellado en cualquier momento porque hay menos metros de carril bici que de tranvía en nuestra ciudad, es decir, ninguno. Además, aquellos a los que nos gusta ir sobre ruedas hemos decidido que no vamos a utilizar los pocos metros de dicho carril bici, ya que los socavones en el suelo y el mal estado hace que se cada mañana el paseo en bici sea un auténtico ride multiaventuras. Por lo tanto, me gustaría saber dónde están esos supuestos miles de euros que el alcalde se gasta en carril bici (para aplacar la actitud ciudadana de cuatro exaltados, según tú); es más, puesto que no tenemos donde ir a rodar, hemos decidido que a partir de ahora nos vamos a ir donde nos dé la real gana, y si bien el alcalde quiere hacer del recinto ferial la ciudad de los niños, ha de saber su autoridad que los usuarios de patín y bici hace semanas que hemos colonizado dicho espacio, sencillamente porque no tenemos otro sitio donde ir, y porque nos parece que ahí, al aire libre, oleremos menos.

He seguido preguntando y preguntando y preguntando, pero nadie me ha sabido decir de dónde venía ese olor. Sin embargo, creo saber de donde viene: no procede de sobacos, genitales o bocas apestosas. Procede de mentes en proceso de descomposición, que por las mañanas van a trabajar (a las diez más o menos) a instituciones públicas, mentes pagadas con dinero de todos los ciudadanos cuya especialidad es aumentar su número de enemigos, mentes grises, orondas, de chiringuito, llenas de frustración (que cuando se suben a la bici en un gimnasio para hacer spinning acaban pidiendo la hora y al borde de la muerte –algo que he visto con mis propios ojos-), mentes que no alcanzan a ver que en ciudades como Barcelona van a pasar de 156 a 200 km de carril bici (igual que nosotros, con algo más de 20 km!!!). Pero claro, tal y como dijo el alcalde de nuestra ciudad, “los almerienses somos así”, seres olientes y sin afición por la bici. No sé a qué almerienses se referirá.

Querido José, iba a terminar dedicándote una canción de Rosendo, cuya letra ya conoces, puesto que dicho ídolo del rock se inspiró en ti para escribir su hit “Flojos de Pantalón” (es una tribu de ficción, síndrome de bufón, héroes de novelista berbiquí, provocando desprecio y reacción, lucen su condición, dueños del desparpajo frenesí”), pero creo que te aproximas más a protagonizar un videoclip de Lady Gaga.
Con todo mi amor: Anyes Segura Fernández.

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