Pedro Molina
Rector de la Universidad de Almería
Iniciamos un nuevo curso académico que plantea para nuestra Universidad numerosos retos. Entre ellos, el más importante: que la incorporación al Espacio Europeo de Educación Superior de todas nuestras titulaciones se complete satisfactoriamente. También, la finalización de algunas obras clave, como la remodelación del edificio central del Rectorado, que acogerá la futura Secretaría Única de la Universidad, o la culminación del nuevo Paraninfo. Desafíos que afrontamos con ilusión, interés y sana ambición a pesar de que, efectivamente, la crisis constituye también para nosotros una merma de nuestras expectativas y posibilidades. El actual contexto económico nos obliga a dar prioridad a aquellos temas que consideramos más urgentes, como el desarrollo de las infraestructuras y la formación de nuestros alumnos, y dejar en un segundo plano aquellos otros proyectos que pueden esperar hasta que la situación económica mejore.
Pero, a pesar de todo ello, del recorte en los presupuestos, nuestro desafío principal no puede ser otro que seguir luchando para que el conocimiento avance, un aspecto que va indisolublemente unido a la ética cívica. El conocimiento es la única vía para resolver los problemas que tenemos planteados; es ese principio firme que dice que la educación, la formación, la ciencia, la investigación, la cultura, la innovación, el desarrollo, son los pilares sobre los que debe sostenerse el nuevo modelo económico y social.
Es cierto que cambia el mundo y que, a la par, cambia también la educación, que tiene que ser continua durante toda la vida. La distinción entre aprender, trabajar y vivir ha desaparecido: hoy todo es lo mismo. Educar ya no es, como se creía antaño, llenar de datos la cabeza de los estudiantes; la educación es mucho más que eso, es emoción y alma y, al mismo tiempo, una potente arma competitiva tanto para las personas como para las empresas.
Todo esto forma parte de nuestro proyecto de universidad futura, una institución que, además, debe lograr esos objetivos alejada de partidismos mal entendidos. Soy un firme defensor de mantener nuestra autonomía por encima de cualquier cosa: conservar nuestra independencia ideológica nos blinda, como institución, ante presiones externas que poco o nada tienen que ver con la esencia universitaria. La UAL ha de ser capaz de producir enseñanzas para las próximas décadas, formación para el futuro y credibilidad en los centros de conocimiento y de pensamiento. Obviamente, todo ello no puede estar al servicio de nada ni de nadie, sino del progreso, del bienestar y de la esperanza en un futuro mejor.
Pero, a pesar de todo ello, del recorte en los presupuestos, nuestro desafío principal no puede ser otro que seguir luchando para que el conocimiento avance, un aspecto que va indisolublemente unido a la ética cívica. El conocimiento es la única vía para resolver los problemas que tenemos planteados; es ese principio firme que dice que la educación, la formación, la ciencia, la investigación, la cultura, la innovación, el desarrollo, son los pilares sobre los que debe sostenerse el nuevo modelo económico y social.
Es cierto que cambia el mundo y que, a la par, cambia también la educación, que tiene que ser continua durante toda la vida. La distinción entre aprender, trabajar y vivir ha desaparecido: hoy todo es lo mismo. Educar ya no es, como se creía antaño, llenar de datos la cabeza de los estudiantes; la educación es mucho más que eso, es emoción y alma y, al mismo tiempo, una potente arma competitiva tanto para las personas como para las empresas.
Todo esto forma parte de nuestro proyecto de universidad futura, una institución que, además, debe lograr esos objetivos alejada de partidismos mal entendidos. Soy un firme defensor de mantener nuestra autonomía por encima de cualquier cosa: conservar nuestra independencia ideológica nos blinda, como institución, ante presiones externas que poco o nada tienen que ver con la esencia universitaria. La UAL ha de ser capaz de producir enseñanzas para las próximas décadas, formación para el futuro y credibilidad en los centros de conocimiento y de pensamiento. Obviamente, todo ello no puede estar al servicio de nada ni de nadie, sino del progreso, del bienestar y de la esperanza en un futuro mejor.
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