Anyes Segura
Los resultados electorales de las elecciones de Suecia no son un hecho aislado o una casualidad. La socialdemocracia europea vive desde hace años en un proceso de declive generalizado, tal y como hemos visto en Alemania, Francia, o Dinamarca, al mismo tiempo que la izquierda radical, los verdes y otros grupos ecologistas, los conservadores y ahora hasta la ultraderecha empiezan a recibir apoyos de ciudadanos que anteriormente se habían identificado con los socialdemócratas. Algo nos pasa.
Lo que hasta ahora ha definido a la socialdemocracia como propuesta política no son sólo los orígenes obreros de los partidos de esta índole, sino más bien la defensa de un modelo concreto de sociedad; detrás de la burbuja financiera –detonante de la crisis actual que aún vivimos- no estaba la lucha de clases, sino un modelo desigual de crecimiento, que hacía que la riqueza se concentrara en una minoría y estancaba de forma drástica los ingresos de la gran mayoría. En este sentido, la socialdemocracia cobra su sentido como propuesta de creación de una sociedad cohesionada, una sociedad cuyo lema sea el crecimiento compartido y la apuesta por un futuro sostenible en cada país del mundo global en que vivimos. Por lo tanto, la socialdemocracia tiene validez como modelo político y como gobierno de mayorías. Entonces, ¿qué pasa?, ¿en qué fallamos? ¿Son nuestras políticas? No, pues si bien las últimas medidas del gobierno de Zapatero han sido impopulares -y drásticas hasta para la familia socialista- lo cierto es que apuntan hacia el camino de la reducción del déficit y la lucha contra el desempleo, dos elementos a combatir antes de dar comienzo a un nuevo tipo de crecimiento económico.
Lo que hasta ahora ha definido a la socialdemocracia como propuesta política no son sólo los orígenes obreros de los partidos de esta índole, sino más bien la defensa de un modelo concreto de sociedad; detrás de la burbuja financiera –detonante de la crisis actual que aún vivimos- no estaba la lucha de clases, sino un modelo desigual de crecimiento, que hacía que la riqueza se concentrara en una minoría y estancaba de forma drástica los ingresos de la gran mayoría. En este sentido, la socialdemocracia cobra su sentido como propuesta de creación de una sociedad cohesionada, una sociedad cuyo lema sea el crecimiento compartido y la apuesta por un futuro sostenible en cada país del mundo global en que vivimos. Por lo tanto, la socialdemocracia tiene validez como modelo político y como gobierno de mayorías. Entonces, ¿qué pasa?, ¿en qué fallamos? ¿Son nuestras políticas? No, pues si bien las últimas medidas del gobierno de Zapatero han sido impopulares -y drásticas hasta para la familia socialista- lo cierto es que apuntan hacia el camino de la reducción del déficit y la lucha contra el desempleo, dos elementos a combatir antes de dar comienzo a un nuevo tipo de crecimiento económico.
¿Son nuestros políticos? Tampoco, pues si bien es cierto que en cada familia hay ovejas negras, las de la familia socialista son bien pocas, y no tenemos grandes tramas de corrupción y financiación ilegal que combatir; por lo tanto, gozamos del respeto y la credibilidad ciudadana gracias a nuestra más que probada honradez.
¿Entonces? ¿Cuál es el fallo? Probablemente que no hemos sabido transmitir de forma adecuada y a tiempo todas las ideas, todos los valores que conforman el ideario socialdemócrata. Quizás hayamos comunicado lo que no teníamos que comunicar. Esa puede ser la causa: la falta de un “cántico” conjunto por parte de la socialdemocracia europea, en el que se manifestaran los verdaderos objetivos y valores que perseguimos; y cuando digo “transmitir” quiero hacer uso de este término con la acepción de “comunicar”. Desde que empezó la crisis, todos y cada uno de los socialistas que hemos tenido la oportunidad de plantarnos delante de un micrófono o una pantalla de televisión hemos entonado la misma cantinela: “nosotros no hemos creado esta crisis”. Y entonces me viene a la mente el título de uno de los mejore libros del lingüista norteamericano George Lakoff: “No pienses en un elefante”. De nada ha servido esforzarnos en explicar que la situación actual no ha sido creada por las políticas socialdemócratas, ya que justo la opción política culpable de la desigualdad y de la pobreza –la conservadora- vive horas álgidas en países como Suecia. Y vuelvo a mencionar a Lakoff, y su teoría sobre los marcos profundos, según la cual dichos marcos de referencia son estructuras mentales que conforman nuestra forma de ver el mundo, nuestras metas y nuestros planes; forman parte de lo que el lingüista llama el inconsciente cognitivo; para Lakoff, es fundamental la creación de nuevos marcos referenciales, lo que supone cambiar lo que tradicionalmente entendemos por “sentido común”, provocando así un cambio social a través del lenguaje. Con un ejemplo quizás lo veamos más claro: hasta el más socialdemócrata de los trabajadores españoles ha vivido años de bonanza, se ha comprado una casa y firmado una hipoteca, y pocos años más tarde ha ampliado dicha hipoteca para comprarse un buen coche e irse de vacaciones. A eso se le llamaba sentido común: no tengo dinero, pero sí una nómina, así que roguemos al Dios banquero que me conceda un crédito que pagaré puntualmente con mi nómina y mi trabajo. Eso lo hemos hecho la gran mayoría de los españoles durante años, y eso formaba parte del sentido común. De ahí que haya sido imposible borrar esa imagen sin crear un marco referencial nuevo. Al comienzo de la crisis, los bancos ser convirtieron en las bestias furibundas causantes de este desastre, pero a día de hoy nadie piensa en ellos (bueno, en realidad todos pensamos en ellos cada mes) sino en el desempleo, la falta de trabajo, las condiciones precarias….. ¿por qué? Pues probablemente porque no hemos cambiado el marco, porque no hemos creado un nuevo “sentido común” y la derecha rancia aprovecha ese vacío para hacer uso y abuso de la desesperanza ciudadana.
¿Entonces? ¿Cuál es el fallo? Probablemente que no hemos sabido transmitir de forma adecuada y a tiempo todas las ideas, todos los valores que conforman el ideario socialdemócrata. Quizás hayamos comunicado lo que no teníamos que comunicar. Esa puede ser la causa: la falta de un “cántico” conjunto por parte de la socialdemocracia europea, en el que se manifestaran los verdaderos objetivos y valores que perseguimos; y cuando digo “transmitir” quiero hacer uso de este término con la acepción de “comunicar”. Desde que empezó la crisis, todos y cada uno de los socialistas que hemos tenido la oportunidad de plantarnos delante de un micrófono o una pantalla de televisión hemos entonado la misma cantinela: “nosotros no hemos creado esta crisis”. Y entonces me viene a la mente el título de uno de los mejore libros del lingüista norteamericano George Lakoff: “No pienses en un elefante”. De nada ha servido esforzarnos en explicar que la situación actual no ha sido creada por las políticas socialdemócratas, ya que justo la opción política culpable de la desigualdad y de la pobreza –la conservadora- vive horas álgidas en países como Suecia. Y vuelvo a mencionar a Lakoff, y su teoría sobre los marcos profundos, según la cual dichos marcos de referencia son estructuras mentales que conforman nuestra forma de ver el mundo, nuestras metas y nuestros planes; forman parte de lo que el lingüista llama el inconsciente cognitivo; para Lakoff, es fundamental la creación de nuevos marcos referenciales, lo que supone cambiar lo que tradicionalmente entendemos por “sentido común”, provocando así un cambio social a través del lenguaje. Con un ejemplo quizás lo veamos más claro: hasta el más socialdemócrata de los trabajadores españoles ha vivido años de bonanza, se ha comprado una casa y firmado una hipoteca, y pocos años más tarde ha ampliado dicha hipoteca para comprarse un buen coche e irse de vacaciones. A eso se le llamaba sentido común: no tengo dinero, pero sí una nómina, así que roguemos al Dios banquero que me conceda un crédito que pagaré puntualmente con mi nómina y mi trabajo. Eso lo hemos hecho la gran mayoría de los españoles durante años, y eso formaba parte del sentido común. De ahí que haya sido imposible borrar esa imagen sin crear un marco referencial nuevo. Al comienzo de la crisis, los bancos ser convirtieron en las bestias furibundas causantes de este desastre, pero a día de hoy nadie piensa en ellos (bueno, en realidad todos pensamos en ellos cada mes) sino en el desempleo, la falta de trabajo, las condiciones precarias….. ¿por qué? Pues probablemente porque no hemos cambiado el marco, porque no hemos creado un nuevo “sentido común” y la derecha rancia aprovecha ese vacío para hacer uso y abuso de la desesperanza ciudadana.
La lección sueca es clara: o espabilamos o nos resucita hasta la Falange.
(Publicado en teleprensa.es el día 22 de septiembre de 2010).
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