Anyes Segura
Inicio este artículo con conocimiento de la publicidad gratuita que estoy haciendo sobre una gran cadena de hipermercados, que ciertamente no la necesita. Sin embargo, mi propósito es bien distinto. No voy a dignificar a la estirpe de cajeras de dicho comercio, pues son sobradamente dignas y no necesitan de estas líneas para reconocérselo, pero creo que hay algunas cosas que no está de más recordar.
La imagen que la televisión a veces proporciona de las cajeras de supermercado es bien distinta a la realidad. Noche tras noche, los más de quinientos mil canales de la televisión digital terrestre emiten series donde las cajeras de supermercado o las dependientas son esa especie de “choni” marujona, sin otra cosa que hacer que cobrar de mala gana los artículos que los clientes compran, y sin más ganas en la vida que de morirse. Así lo contemple en la popular serie “Aquí no hay quien viva”, vista por millones de españoles, que seguramente no se cuestionan si los estereotipos son los adecuados o no. Y mejor ni mencionar todas las novelas de origen latinoamericano, emitidas a unas horas en las que cualquier niño puede estar sentado frente al televisor, y que trasladan una imagen penosa de las mujeres y de los comportamientos de éstas.
Sin embargo, como les digo, la realidad es bien distinta. La que les escribe trabajó como cajera durante el último año de carrera y primero de doctorado; al principio pensé que dicho trabajo era algún castigo divino por pecados que yo desconocía haber cometido. Trabajar en fin de semana, siempre con la sonrisita en la boca y esperando que en el momento menos pensado cualquier cliente o clienta desahogara sus penas en forma de bullón descontrolado sobre mi persona, esa era la rutina. Pero todo fue cuestión de acostumbrarme. Rápidamente encontré como compañeras a auténticas profesionales que desarrollaban de forma excelente su trabajo; encontré a mujeres con más psicología y pragmatismo que muchos doctores de nuestros centros de salud, y con más diplomacia que los enviados de la ONU a Irak. Encontré buenas amigas, mujeres con sus sueños e ilusiones, con ganas de conquistar su estrella y de salir adelante en una vida nada fácil. Yo siempre me preguntaba el por qué de un trabajo totalmente feminizado, si bien en otros sectores la paridad era más evidente. No voy a apelar a la supuesta sensibilidad de las mujeres en determinados trabajos (pues yo no la tenía), pero sí voy a levantar la voz para hacer ver que nada tiene que ver la imagen televisiva con la vida real.
Supongo que la distorsión entre la televisión y la realidad es siempre evidente y apreciable, pero permítanme que por una vez reconozca que lo que vi en la caja tonta me ofendió. De ahí este reconocimiento a mis amigas y compañeras, las cajeras de Carrefour, a quien siempre se le recrimina un mal acto y nunca se le reconoce su buen hacer en el trabajo, algo que hacen día a día. Para todas ellas estas líneas, pues se lo merecen.
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