Estos días hemos conocido la última genialidad del líder de la oposición, Mariano Rajoy. Esta genialidad no es acabar con la corrupción en su partido, el desempleo o los liberados sindicales. No. Su importancia está por encima de todo eso. La genialidad consiste en acuñar las siglas “MR12” como slogan de su campaña para las próximas elecciones generales. Yo pensaba que iba a seguir siendo el líder (el líder de la oposición, claro) y sin embargo pronto se convertirá en un cohete soviético de la década de los sesenta. Que fatalidad. Después de la niña, los chuches, después de la foto en la cola del paro, y después de viajar en coche sin cinturón de seguridad, quiere ser el hombre cohete del siglo XXI. Muy propio de él. Y yo mientras me pregunto: ¿por dios, quién asesora en comunicación al Partido Popular? Es pura curiosidad, y por mi que lo siga haciendo mucho tiempo más, porque la suma de ridículos acumula más cachondeo que los sketches de “Vaya Semanita”. Yo entiendo que el infoentretenimiento está llegando –por fin- a los partidos políticos españoles, pero si los populares quieren hacer política provocando la sonrisa a los españoles que lo hagan decentemente, y no despierten el cachondeo.
La política es seria, pero no tiene por qué ser aburrida, y esto está empezando a tenerse en cuenta desde el diseño de los propios slongans (la estrategia de Rajoy es tan antigua como el reloj de arena, ya que Bush la utilizó en 2002 –“JWB” y Zapatero en el 2004 –“ZP”) hasta los nuevos lenguajes comunicativos que empiezan a utilizarse. Y es que las formas de comunicación cambian, y la percepción del lenguaje político es, para la mayoría de los ciudadanos, elevado, jurídico y poco funcional. En la época del Homo Videns de Giovanni Sartori pasamos de la política a la videopolítica, y los propios políticos se convierten en el mensaje. Por eso Rajoy siempre pierde.
Por otro lado, cada vez se hace más difícil que los propios medios concedan espacio a iniciativas políticas, dada la alta demanda que existe por parte de todos los grupos políticos; hay quien plantea que la solución pasa por adaptarse a los códigos de los medios de comunicación, y hay quien parece apostar por la “economía de la ficción”, que hace predominar el conflicto, la anécdota, lo curioso o lo anormal.
Quizás los partidos políticos estemos abusando de la rueda de prensa, la nota de prensa, el mitin, o el canutazo bajo el frontis en la sede, justo en un momento en que la gente ve cada vez menos la televisión y empieza a vivir enganchada al ordenador en una relación casi de dependencia (por lo menos, es mi caso). Lo imprescindible, pues, pasa por definir los actos políticos pensando en los medios de comunicación, en qué quiere el medio y qué espera encontrar (pensemos: buenas imágenes, testimonios de gente normal, una historia y un titular….), pero no en copiar fórmulas ya pasadas.
La campaña de Obama fue un antes y un después en este aspecto; baste sólo recordar la adaptación del anuncio “What’s up?”de la conocida marca de cerveza o las muchas expresiones espontáneas canalizadas a través de youtube. Pero lo de Mariano Rajoy es poco más que un esperpento más de si mismo. Que siga…..
(Publicado en teleprensa.es)
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