José Luis Sánchez Teruel
Secretario de Infraestructuras del PSOE de Almería
A diario mantenemos un sinfín de relaciones con lo público, con lo que es de todos, con los gobiernos municipal, autonómico, nacional o europeo y con sus múltiples servicios. Pocas veces nos paramos a pensar cómo es la relación que mantenemos con ellos. ¿Cómo queremos ser tratados? Ésa es una pregunta que respondemos cada día, sin darnos cuenta, con nuestro estado de ánimo u opinión ante las noticias o propuestas de los diferentes gobiernos, cuando usamos un servicio público, participamos en un evento o pagamos un impuesto. Pero deberíamos responder de forma consciente y reflexiva, ya que la respuesta pone de manifiesto quién decide y qué relación mantenemos con los políticos en los asuntos públicos. Ahí está, a mi juicio, la clave, para terminar con la apatía, el desapego o la indiferencia hacia la política: en que las personas decidan siempre. Dos son los estilos de abordar la relación entre políticos y sociedad. Uno, el que trata a las personas que integran cualquier colectivo social como clientes; el otro, el que les trata como ciudadanos. Hacerlo de una u otra forma tiene profundas diferencias, tanto para el político como en lo social, ya que las actitudes, los valores y los contenidos de la relación son muy diferentes.
Tratar a las personas como clientes implica situar el interés del político por encima del interés de la sociedad. Esto permite que lo que piensa el político pueda ser diferente de lo que dice y hace. Dice o hace aquello que le conviene para conseguir el voto y se comporta en privado de forma diferente, porque sólo ahí manifiesta lo que realmente piensa.Cuando las personas son tratadas como ciudadanos existe una relación entre iguales en la que el político no se limita a estar con la gente, es gente entre la gente, comparten un interés común que está por encima de todo y de todos: el interés social. Aquí el político solo puede hacer lo mismo que piensa y que dice, debe ser siempre el mismo, en público y en privado. Si prestamos un poco de atención podemos ver con claridad ambos comportamientos en nuestro día a día. Cuando el Partido Popular no colabora con los gobiernos socialistas en las soluciones para salir de la crisis, en los presupuestos, en las obras, etc. está defendiendo los intereses de la derecha, de Rajoy, de Arenas, pero no los intereses de la gente; al igual que cuando el Ayuntamiento de Almería ha retrasado casi un año la entrega del suelo necesario para prologar el paseo marítimo, impidiendo que se haga la obra. Por el contrario, cuando Alcaldes socialistas son exigentes con la Diputación o con la Junta de Andalucía, o cuando Pepe Griñan lo es con el Gobierno de España, se comprueba que todos ellos ponen por delante del interés partidista el interés de la gente. ¿Han visto alguna vez a los dirigentes PP de Almería exigirle a Aznar, Rajoy y Arenas la autovía a Málaga o el AVE? Nunca. Siempre sumisión, silencio y acatamiento, porque el interés que defendían y defienden es el de la derecha, que no es otro que tener el poder, y que no lo tenga la gente.
Una segunda diferencia entre ambos comportamientos políticos está en las formas que emplean los políticos. Si las personas son tratadas como clientes, la regla de oro es la del 'todo vale con tal de ganar las elecciones'; por el contrario, si las personas son tratadas como ciudadanos, no todo vale, porque entran en juego principios y valores nacidos del sentimiento y de las aspiraciones de la gente, como son la honestidad, el respeto, la igualdad, el esfuerzo, la responsabilidad o la solidaridad, que son los que delimitan las formas de relacionarnos.
Volviendo a la vida misma, si los Alcaldes del Partido Popular de los municipios más poblados hiciesen públicas sus agendas, comprobaríamos las pocas veces que se han reunido con gobiernos socialistas. ¿Por qué? Porque no quieren que los vecinos y vecinas conozcan que los gobiernos socialistas les están ayudando y mucho; más que cuando gobernaba Aznar, como es el caso de Almería, que en siete años de gobierno de Zapatero han recibido más que en ocho de Aznar. ¿Han visto a alguien del PP reconocerlo? Ni lo verán. Una última diferencia sustancial entre ambos modelos está en las actitudes que fomentan entre los miembros de la sociedad: uno fomenta el individualismo, la pasividad en la participación en los asuntos públicos y la indiferencia, para así poder moverse más cómodamente; el otro modelo fomenta lo colectivo, la proactividad, la acción, el espíritu crítico y, por tanto, la participación y el debate, porque también en este terreno, en el de las relaciones de las personas con la política y con los políticos, los ciudadanos tienen mucho que decir. Ahora bien la responsabilidad a la hora de elegir como queremos ser tratados es de todos y cada uno de nosotros no sólo cada cuatro años, sino los 365 días del año. Ustedes deciden siempre.
Tratar a las personas como clientes implica situar el interés del político por encima del interés de la sociedad. Esto permite que lo que piensa el político pueda ser diferente de lo que dice y hace. Dice o hace aquello que le conviene para conseguir el voto y se comporta en privado de forma diferente, porque sólo ahí manifiesta lo que realmente piensa.Cuando las personas son tratadas como ciudadanos existe una relación entre iguales en la que el político no se limita a estar con la gente, es gente entre la gente, comparten un interés común que está por encima de todo y de todos: el interés social. Aquí el político solo puede hacer lo mismo que piensa y que dice, debe ser siempre el mismo, en público y en privado. Si prestamos un poco de atención podemos ver con claridad ambos comportamientos en nuestro día a día. Cuando el Partido Popular no colabora con los gobiernos socialistas en las soluciones para salir de la crisis, en los presupuestos, en las obras, etc. está defendiendo los intereses de la derecha, de Rajoy, de Arenas, pero no los intereses de la gente; al igual que cuando el Ayuntamiento de Almería ha retrasado casi un año la entrega del suelo necesario para prologar el paseo marítimo, impidiendo que se haga la obra. Por el contrario, cuando Alcaldes socialistas son exigentes con la Diputación o con la Junta de Andalucía, o cuando Pepe Griñan lo es con el Gobierno de España, se comprueba que todos ellos ponen por delante del interés partidista el interés de la gente. ¿Han visto alguna vez a los dirigentes PP de Almería exigirle a Aznar, Rajoy y Arenas la autovía a Málaga o el AVE? Nunca. Siempre sumisión, silencio y acatamiento, porque el interés que defendían y defienden es el de la derecha, que no es otro que tener el poder, y que no lo tenga la gente.
Una segunda diferencia entre ambos comportamientos políticos está en las formas que emplean los políticos. Si las personas son tratadas como clientes, la regla de oro es la del 'todo vale con tal de ganar las elecciones'; por el contrario, si las personas son tratadas como ciudadanos, no todo vale, porque entran en juego principios y valores nacidos del sentimiento y de las aspiraciones de la gente, como son la honestidad, el respeto, la igualdad, el esfuerzo, la responsabilidad o la solidaridad, que son los que delimitan las formas de relacionarnos.
Volviendo a la vida misma, si los Alcaldes del Partido Popular de los municipios más poblados hiciesen públicas sus agendas, comprobaríamos las pocas veces que se han reunido con gobiernos socialistas. ¿Por qué? Porque no quieren que los vecinos y vecinas conozcan que los gobiernos socialistas les están ayudando y mucho; más que cuando gobernaba Aznar, como es el caso de Almería, que en siete años de gobierno de Zapatero han recibido más que en ocho de Aznar. ¿Han visto a alguien del PP reconocerlo? Ni lo verán. Una última diferencia sustancial entre ambos modelos está en las actitudes que fomentan entre los miembros de la sociedad: uno fomenta el individualismo, la pasividad en la participación en los asuntos públicos y la indiferencia, para así poder moverse más cómodamente; el otro modelo fomenta lo colectivo, la proactividad, la acción, el espíritu crítico y, por tanto, la participación y el debate, porque también en este terreno, en el de las relaciones de las personas con la política y con los políticos, los ciudadanos tienen mucho que decir. Ahora bien la responsabilidad a la hora de elegir como queremos ser tratados es de todos y cada uno de nosotros no sólo cada cuatro años, sino los 365 días del año. Ustedes deciden siempre.
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