Cobrar el paro y salir del paro

Javier Menezo
Secretario de Política Económica del PSOE de Almería

La concesión del Nobel a tres reconocidos expertos en economía del empleo ha reactivado la discusión sobre la teoría de que cobrar el paro desincentiva la búsqueda de empleo. El pasado miércoles, día 15, sin ir más lejos, en un medio de comunicación ya se cuantificaba el número de parados que España podría haberse ahorrado de no haber sido porque “los subsidios por desempleo y la rigidez en la contratación y el despido aumentan el paro” (sic).

Lo primero, sin embargo, es recordar que el análisis de estos autores estudia especialmente el desempleo estructural, es decir, el caso en el que coinciden desempleo y puestos de trabajo vacantes. Pero este no es el caso actual en España. Pueda que lo sea en dos o tres años, pero hoy no. En el caso del paro cíclico, como es el que ahora padecemos, las probabilidades de que aparezcan vacantes no son tan grandes como para que la cuantía de la prestación provoque aumentos significativos en la duración del paro.

No obstante, es bueno que nos preguntemos en qué medida las prestaciones por desempleo elevan la tasa de paro, especialmente para adelantarnos a los problemas del futuro. Los mejores estudios sobre este tema en España la han realizado autores como Luis Toharia o García Maínar, que en sus conclusiones no encuentran diferencias entre perceptores y no perceptores ni en cuanto a la búsqueda de empleo ni en cuanto a la intensidad de la búsqueda. De hecho, la reducción del nivel de prestaciones tras la reforma de 1992 tuvo un efecto muy pequeño sobre la tasa de salida del paro de los perceptores.

La diferencia no está, pues, en la búsqueda de empleo ni en su intensidad (tanto los que cobran como los que no buscan con intensidad parecida) sino a la hora de aceptar un empleo con determinadas condiciones. Una persona que perciba una prestación de 1.000 € estará menos dispuesto a aceptar un contrato de trabajo temporal de 800 €, algo que si hará una persona que no cobra prestaciones o alguien que cobre el subsidio, o y esto si es algo que debe ser objeto de atención, alguien que necesite ese contrato para completar los días que dan derecho a paro. Las consecuencias del mercado de trabajo español vigente hasta la reforma se notan también aquí: el gasto en prestaciones por desempleo ha sido muy elevado por la continua entrada y salida del paro debido a la excesiva contratación temporal.

Cobrar el paro, por tanto, no inhibe la búsqueda de empleo, sino que permite a los que lo cobran realizar una mejor búsqueda. Arranz ha observado que percibir prestaciones sólo influye negativamente en la salida hacia el empleo temporal pero no hacia el empleo indefinido. Esto es, pocos perceptores de prestaciones rechazarían ahora un empleo fijo.

Esto no quiere decir que el sistema de protección no deba retocarse. Si observamos lo que ocurre en Dinamarca y Holanda que tantas veces se ponen como ejemplo, allí el gasto en desempleo por cada beneficiario es mayor que aquí, pero, al mismo tiempo, sus servicios públicos de empleo están mejor dotados, tanto de medios humanos como de medios técnicos y su gasto en políticas activas es mucho mayor. Estas dos cuestiones centran la agenda de los gobiernos andaluz y español en materia de empleo lo que sin duda redundará en una mejora de la situación mejor que la que se derivaría de recortar el paro.

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