De los nervios

Antonio Lao
Director de Diario de Almería
 
Las cada vez más cercanas elecciones municipales, unidas a los interrogantes sobre el contenido de las conversaciones grabadas en torno a la Operación Poniente y las dudas que siempre genera la elaboración de las listas, está llevando a muchos -más de los que cabría esperar- a una pérdida generalizada de los nervios.

La tensión creciente, unida a la adrenalina propia del ejercicio diario de la política, forma un cóctel de sabores, casi explosivos, que nos dará en las próximas semanas argumentos más que suficientes para entretenernos.

Los seguidores de la política provincial ya perciben la esencia máxima del perfume que genera la lucha fratricida por figurar en una lista y la desilusión que las encuestas provocan en los otros. Y si no, analicen las palabras del alcalde, rumbero él, diciendo a sus huestes que tendrán que ganarse el puesto, (él imagino que también), o las del candidato socialista reinventando las diputaciones provinciales. Con ser de alto voltaje la configuración de las listas, la Operación Poniente y las más de cuatro mil conversaciones grabadas amenaza con sacar de quicio a aquellos que por amistad, por negocios claros y no tan claros, o por simple curiosidad, osaron en los dos últimos años hablar con alguno de los imputados.

Pese a la orden tajante de la juez de no difundir aquellas conversaciones ajenas a la trama -que puede que los medios respeten- lo que todos sabemos ya es que el boca a boca está funcionando de lo lindo y a velocidad de bólido de Fórmula Uno. Tanto, que los comentarios, de todos los órdenes y colores, ya son vox populi en las tertulias de café, en las reuniones de trabajo o en el encuentro fortuito de la mañana cuando acudes a la oficina.

Y es que no hay nada como un chisme de color rosa, amarillo o negro, vaya usted a saber el tono, como para que todos, sin excepción, peguemos la oreja, cojamos la madeja y tejamos el abrigo más largo que puedas imaginar al estilo Lady Gaga, que no es otro que el uso de la carne o despelleje constante, en la búsqueda del más profundo de los sentimientos humanos: la maldad, teñida de curiosidad para autoconvencernos de que somos buenos.
(elalmeria.es)

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