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Flamenco para la propaganda

Andrés García Ibáñez
Director del Museo Casa Ibáñez de Olula del Río
 
Cuando estamos todavía inmersos en la lucha por garantizar la apertura pública del museo, veo con asombro -no somos los únicos- cómo se le acumulan a la Junta los problemas y reclamaciones populares en temas culturales, tan alejados, como pudiera parecer en un principio, del ámbito reivindicativo del ciudadano normal. Leo en la edición digital de éste periódico como un grupo de artistas flamencos -entre ellos el Cabrero- y la asociación que los representa, junto a otros colectivos y personas, han elaborado un manifiesto en el que se denuncia la lamentable actuación de la Consejería con el colectivo. Con meridiana claridad, acusan a la Junta de hacer una política de subvenciones profundamente injusta y equivocada; el flamenco "se prodiga y subvenciona en escenarios nacionales e internacionales mientras agoniza en Andalucía".

Y aportan datos demoledores que definen una realidad preocupante, precisamente ahora que tantos se suman al carro que proclama y solicita la declaración de "Patrimonio de la Humanidad" para el arte flamenco; curiosa comparsa de políticos figurantes, inmersos en su propia cultura, la de la propaganda. La administración autonómica, a través de la Agencia andaluza para el desarrollo del flamenco destina las mayores cantidades -unos dos millones y medio de euros- para espectáculos de artistas afamados en escenarios de España y el extranjero. Por contra, se excluye al 85 % de los artistas del gremio y los festivales de los pueblos andaluces reciben cantidades ridículas -unos 1500 euros por festival- que determinan su desaparición o trance de agonía.

He dicho muchas veces y repito, una vez más, que la única política cultural que interesa a los representantes de la administración -de cualquier administración- es la cultura de la foto; el lustre electoralista cuyo rendimiento se mide en el número de votos que propicia. Ahí es donde se meten los cuartos; generalmente en grandes artistas que ya no necesitan de ningún apoyo institucional por tener sus carreras plenamente consolidadas. Ellos son, paradójicamente, los únicos favorecidos por este circulo vicioso de prestigiar al político a costa de colocarlo junto al creador prestigioso. Política de fastos temporales, efímeros y grandilocuentes; pirotecnia de alto coste para mayor gloria de mandamases. Y mientras, se les niega a pueblos y zonas rurales su propio derecho a la cultura, a su cultura. Curioso país éste del todo o nada; o mereces todos los laureles o eres un apestado. Curiosa involución, progresiva e imparable, desde que se machacó -parece que de forma definitiva- el espíritu educador de la Segunda República; espíritu beatífico y redentor para la cultura emanada de los pueblos, fuente de riqueza y desarrollo.
(elalmeria.es)

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