La quinta de la alpargata

Ricardo Alba
Periodista

Recorría Garrucha el año 23 del pasado siglo. Una buena añada para alumbrar a la Peña Deportiva de Garrucha, génesis de lo que llegaría a ser uno de los más grandes equipos de fútbol de Almería. El Ayuntamiento de entonces, del año 27, acordó donar veinticinco pesetas para ayudar al fútbol. Luego, aquello se truncó por la civil hasta que terminó la pelotera y de nuevo a la pelota atada con cordeles, o sea, mismamente como el Jabulani del Mundial en versión artesanal.

Amador, El Liri, El Lobo, Ginés, El Ramallo, El Junzas, El Cachín, Tito, El Cacheno, El Rufino, Eulogio, El Baraza. Esta alineación es representativa de todos aquellos que regresaban a casa desollados tras el partido jugado con suerte en campos de tierra. La viva historia del fútbol en Garrucha, en toda la comarca del Levante almeriense. La Quinta de la Alpargata, allá en los años 50 de la pasada centuria. Futbolistas futbolistas como el café café, de los que chorreaban la camiseta con tanto orgullo como regates por nada, nada más que por extraordinaria afición y por el pueblo, hombre, a ver, que aquello se sentía muy propiamente, un sentir como que ya no se lleva.

De cuando en cuando se llegaba Antonio Garrigues a jugar con ellos. A veces traía equipación para todos; después del partido se tomaba una cervecita y, hala, de vuelta a Madrid o vaya usted a saber dónde. En los meses de agosto pasaban por la Peña jugadores de relumbrón como Joaquín Peiró, un poner, más otros que incluso jugaban en la selección nacional. Sí señor, sí, que la Peña Deportiva se codeaba con cualquiera, hasta con el Barça de Segarra.

El farmacéutico Emilio Moldenhauer fue, al decir de todos ellos, el alma fundamental en el fútbol garruchero. Vaya, que la rebotica era el lugar de concentración de los jugadores. Llegó el momento de buscar terreno para hacer un campo de fútbol que fue cuando Paco Egea les dejó suficiente espacio en la Recuperada. Comenzaron los trabajos de construcción de un flamante estadio en los que participaron todos, casi todos, los garrucheros. Don Emilio, que también era entrenador, les decía que la mejor preparación física era llenar vagonetas de piedras para rellenar los agujeros del campo. Ése era el gimnasio de los futboleros, la sauna estaba al sol de la playa y la ducha, ¿pues dónde iba a estar? ¡en el mar! una ducha grande y con olas.

Amador Requena, 'Amador'; Melchor González, 'el Liri'; Joaquín Santiago, 'el Lobo'; Ginés León, 'Ginés'; Bartolomé Fernández, 'el Ramallo'; José Pérez, 'el Junzas'; Melchor Alonso, 'el Cachín'; Tito Domínguez, 'Tito'; José Flores, 'el Cacheno'; Martín Ruiz, 'el Rufino'; Eulogio Aparicio, 'Aparicio'; Bartolomé Baraza, 'el Baraza'; se solapan las palabras unos a otros. Tantas y tantas historias, tantas y tantas anécdotas, tantas y tantas aventuras y desventuras. Como cuando no había dinero para el taxi y habían de ir caminando hasta Turre, jugar el partido y volver. O aquel portero que le entraba el canguelo si jugaba en el equipo contrario un delantero temible. Sin embargo, el mismo portero salió en alguna ocasión a hombros por sus magníficas paradas de penaltis. O aquella vez que a un delantero se le rompió una bota y metió el gol del empate con una alpargata. O esos dos mocetones que el día previo al partido no comían más que una ensalada y llegaban al campo desfallecidos. O quien le dijo a la novia que no dejaba el fútbol, que antes la dejaba a ella, y se casaron.

Macael, Albox, Águilas, Vera, Vélez Rubio, campos que vieron jugar a estos pioneros del fútbol almeriense en el tiempo que les tocó vivir la juventud, cuando se sabía qué equipo iba perdiendo porque se mataban por, al menos, empatar. Cuando no metían ni un gol en la portería extensible de un equipo de la comarca, sí, hombre, ésa portería tenía dos palos de postes y una cuerda de larguero; cuando tirábamos a puerta la gente del pueblo se arrimaba a los postes y la portería se achicaba.

La Peña Deportiva de Garrucha llenaba el graderío cada tarde de partido. ¡Qué grandes tardes! Cuánto lo vivido por todos y cada uno de los que se vistieron la camiseta y se calzaron las botas si las había, en su lugar la alpargata. Son los doce nombrados, pero fueron muchos más los que sintieron la gloria de jugar al fútbol por su pueblo, nada más. Y nada menos.
(elalmeria.es)

No hay comentarios:

Publicar un comentario