Manuel León
Redactor-Jefe de La Voz de Almería
Todo empezó por una baldosa: 2.134 euros por cambiar un solo terrazo bañado en resina de poliéster , en la calle Cervantes de El Ejido, frente a la tienda de Sony. Demasiado “cante”. Después vinieron las persianas a 1.000 euros, los ventiladores a 4.000 y más de 100 euros por cambiar una bombilla. A partir de ahí, el huracán Elsur , que es al “Caso Poniente” lo que Guillermo Tell a la manzana. Ríos de tinta, para unir con hojas de periódicos el trecho que separa el Ayuntamiento de El Ejido del Palacio de Justicia de Almería, se han vertido desde entonces; desde que en 2006 comenzaron las pesquisas de este zafio negocio que ha dado con los huesos preventivamente en la cárcel de una decena de personas, entre ellos el patrón del Consistorio, Juan Enciso.
Mientras que el Caso Poniente está aún en fase de instrucción (se supone que a buen recaudo), el “Caso Elsur”, su matriz o su satélite –según se mire- sigue chorreando aceite de ricino para empleados y directivos. Hoy viaja una representación de estos trabajadores a Sevilla para protestar ante el Parlamento e intentar entrevistarse con algunos de los accionistas, para cobrar deudas y pagos atrasados.
Hay algo que escama –debe escamar si se aplica algo de sentido común- en este tramoya: Elsur es una empresa mixta participada de forma minoritaria por el Ayuntamiento de El Ejido (30 %) y de forma mayoritaria por Agua y Gestión, que es en su mayoría Befesa (Abengoa), Cajasol y Cajasur y una pequeña parte de la ingeniería sevillana Itsmo 94, propiedad de José Reyero y Elisa Carpio. Si Elsur, como se deduce de los primeros datos que se conocen del sumario del Caso Poniente, es, supuestamente, la madre de todas las corrupciones, cómo es posible que a esta hora , matutina o vespertina, en la que usted lee esta página, su dirección aún no haya dicho ni mu, con todo lo que ha llovido y lloverá.
Conviene no olvidar que el Ayuntamiento es socio minoritario de esta empresa de servicios, hecha para arreglar lo mismo un roro que un descosido; que los verdaderos señores de esta colmena de sociedades son otros. No sólo El Chato, no sólo Alemán, no sólo los subcontratistas Amate y Galán. Ahí está un gigante andaluz como Abengoa y dos cajas regionales como Cajasol y Cajasur (ésta ya menos regional) que algo deberían de haber dicho ya sobre Elsur, puesto que son socios, con una inversión estratégica, aunque no gestionen el día a día de la compañía.
El supuesto saqueo ejidense, valorado en más de 150 millones de euros, según las primeras estimaciones, si se demuestra, ha pasado también por las narices de estas empresas, que deberían tener algún tipo de responsabilidad en este presunto manejo delictivo de fondos públicos.
Elsur, desde su constitución en 1995, fue una sociedad singular, que pretendía aportar a la ciudadanía ejidense la seriedad que se le supone a los técnicos municipales y la flexibilidad de la gestión privada de una sociedad anónima. El Ayuntamiento suscribió casi un tercio con la presidencia del propio caudillo ejidense. El 70 % restante pertenece a Agua y Gestión, filial de Befesa, especializada en infraestructuras hidráulicas relacionadas con el ciclo integral del agua. Una sociedad solvente, técnicamente especializada y con muy buena reputación, lo que ha hecho más sorprendente que en sus entretelas se haya tejido una presunta red que burdamente abultaba facturas por obras que más bien eran chapuzas del tres al cuarto con muñidores de las subcontratas como Amate y Galán: Arborimar, Maviroad o Jardines del Poniente.
Abengoa y todo lo que cuelga en el portfolio de esta gran multinacional hispalense está bajo los dominios de la familia Benjumea: un imperio industrial que realiza obras de ingeniería en los cinco continentes desde hace casi medio siglo. Poderío sevillano en la tierra de los plásticos. Sin embargo, nadie del suntuoso equipo de esta familia de rancio abolengo empresarial ha dicho hasta ahora ni una sola palabra sobre la bancarrota, el dislate, la grosería contable en la que se convirtió Elsur en los últimos años. El hombre de la empresa mixta y blanco de todos los dardos es Mario Pulido, mientras que indemnes han salido el vicepresidente Antonio Borrero y hasta el presidente de la matriz Agua y Gestión, José Marañón, entre otros.
Tampoco han dicho nada sobre la deuda a los trabajadores el equipo de Antonio Pulido (Cajasol) ni la curia cordobesa de Cajasur, cuya entidad está desde este verano pasado en manos de la BBK vasca con un tal Mario Fernández a la cabeza, que es de imaginar que, por ahora, sabe de Elsur lo mismo que de mantecados de Fondón.
Sin embargo, el hecho de que los socios de Enciso en la empresa mixta no hayan sido imputados en la Operación Poniente (y que sigan así mucho tiempo si no lo merecen), no significa que moralmente –las empresa no solo son balances- no deban dar la cara ante 400 trabajadores que viven un calvario con salarios atrasados sin cobrar.
No son gente ajena, por tanto, los Benjumea, a las barricadas ejidenses de estos días y a lo ocurrido en el segundo municipio de la provincia desde hace un año. O desde antes. Hasta ahora, su respuesta sobre una empresa que ha contribuido a llenarles los bolsillos ha sido la del frío hermetismo. En la última cuenta de resultados depositada en el Registro Mercantil, Agua y Gestión les ha reportado casi 62 millones de facturación con un beneficio de 9,2 millones, un 16 % más que el año anterior. No es guarismo baladí para olvidarse de Almería y el pequeño incendio mercantil de El Ejido: más de la mitad de la plantilla de Agua y Gestión pertenece a Elsur, algo debería decir, algo deberían haber dicho ya, aunque sea desde la distancia sevillano o cordobesa.
Hoy tendrán la oportunidad de resarcirse ante el amplio grupo de trabajadores que viaja al Parlamento andaluz y de dar algún mensajillo de tranquilidad. Transmitir algo de sosiego en este entuerto, en este río de aguas turbulentas que es Elsur. La provincia no puede seguir permitiéndose que su segundo municipio en población y en pujanza siga inmerso en una bancarrota municipal y social de la que lleva un año sin poder asomar el cuello. Hoy, los socios invisibles de Enciso tienen ante sí la oportunidad de lañar un cántaro que lleva demasiados meses agujereado.
(La Voz de Almería)
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