Mil ochocientos euros no sirven para reparar la vergüenza. La vejación que suponía en los años 30 o 40 rapar a una mujer, obligarla a ingerir aceite de ricino o exponerla al escarnio público no se compensa con dinero. La humillación no se puede borrar con dinero, pero sí existen gestos con los que se puede intentar ofrecer a las víctimas una mínima reparación moral.
El Gobierno andaluz ha recibido no pocas críticas después de aprobar un decreto para indemnizar a las mujeres que fueron represaliadas durante la Guerra Civil y la posguerra. La medida contempla una pequeña compensación económica para reparar el daño que sufrieron y para agradecerles de alguna manera su fortaleza y su valentía. Aunque durante años la sociedad no se ha acordado de ellas, la realidad es que estas mujeres jugaron un papel muy importante en la construcción de la sociedad democrática de la que hoy disfrutamos.
Muchas de estas mujeres sufrieron humillaciones simplemente por ser madres, hermanas o esposas de hombres perseguidos por el franquismo. Por eso hoy, cuando tenemos una democracia madura, es el momento de ofrecerles una reparación moral. Se trata de cerrar heridas, sin resentimiento ni revancha: éste es el momento de hacer justicia y saldar públicamente la deuda que tenemos con ellas.
Por todas estas razones no comprendo bien el revuelo que se ha montado en el Partido Popular al conocer la noticia. Ni 24 horas tardó en oponerse a la medida nuestro iluminado concejal Javier Aureliano García, quien estuvo acompañado en su triste discurso por personajes del nivel de María Dolores de Cospedal o el consejero de Presidencia de Madrid, Francisco Granados. La oposición del Partido Popular al reconocimiento de las mujeres maltratadas por el franquismo revela que, frente al cacareado viaje al centro, en realidad los 'populares' no se han movido de la derecha. Por eso se resisten a condenar la violencia de según qué bando. Mientras el PSOE se preocupa de cerrar las heridas de nuestra historia, al PP sólo se le ocurre comparar las vejaciones hacia estas mujeres con la violencia de género que hoy en día sufren otras. Sinceramente, deberían mostrar más respeto hacia todas las víctimas, unas y otras. Es cierto que las víctimas actuales de la violencia de género y las que sufrieron vejaciones durante el franquismo tienen algo en común: todas fueron castigadas por ser mujeres. Más allá de esto, sus necesidades son radicalmente distintas. A la mujer maltratada hoy, la sociedad debe procurarle protección y ayuda. A las que sufrieron el escarnio público en la Guerra y la posguerra, sin embargo, poco podemos ofrecerles ya: todo intento de reparación se quedará corto.
Por todas estas razones no comprendo bien el revuelo que se ha montado en el Partido Popular al conocer la noticia. Ni 24 horas tardó en oponerse a la medida nuestro iluminado concejal Javier Aureliano García, quien estuvo acompañado en su triste discurso por personajes del nivel de María Dolores de Cospedal o el consejero de Presidencia de Madrid, Francisco Granados. La oposición del Partido Popular al reconocimiento de las mujeres maltratadas por el franquismo revela que, frente al cacareado viaje al centro, en realidad los 'populares' no se han movido de la derecha. Por eso se resisten a condenar la violencia de según qué bando. Mientras el PSOE se preocupa de cerrar las heridas de nuestra historia, al PP sólo se le ocurre comparar las vejaciones hacia estas mujeres con la violencia de género que hoy en día sufren otras. Sinceramente, deberían mostrar más respeto hacia todas las víctimas, unas y otras. Es cierto que las víctimas actuales de la violencia de género y las que sufrieron vejaciones durante el franquismo tienen algo en común: todas fueron castigadas por ser mujeres. Más allá de esto, sus necesidades son radicalmente distintas. A la mujer maltratada hoy, la sociedad debe procurarle protección y ayuda. A las que sufrieron el escarnio público en la Guerra y la posguerra, sin embargo, poco podemos ofrecerles ya: todo intento de reparación se quedará corto.
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