Desde muy pequeño he sido aficionado a la lectura, así que por mis ojos infantiles pasaron “TBO”, “Pulgarcito”, “Jaimito” y todo tipo de cómic infantiles que en España llevan el nombre genérico de la primera publicación de ese tipo: “tebeos”.
Una de las gracias recurrentes se basaba en el olvido de colocar el letrero de “recién pintado”, o en hacer caso omiso del mismo, cuando se pintaba un banco público –de los de sentarse-. Entonces el incauto despistado cuando se levantaba aparecía con toda la espalda pintada de franjas del color del banco.
Hace unos días y disponiendo de tiempo para holgar, en lugar de rascarme felizmente mi barriguita, me decidí a disfrutar del hermoso día paseando por el centro de Almería. Observé no sin estupefacción como esos carísimos bancos de madera de teca especialmente tratada con aceites y pinturas especiales, aparecían pintados de color con una pintura no tan especial y sin los aceites del tratamiento ese tan carísimo. No entiendo la conveniencia de comprar eso bancos tan especiales para después esconderlos bajo la apariencia de bancos de jardín de los que venden en las grandes superficies, con la diferencia de que dado el precio de esos bancos no haría falta pintarlos o renovarlos, pues es más barato poner uno nuevo.
¿A qué vienen los recuerdos infantiles del principio de mi comentario? Pues a que tuve la ocasión de observar como algún desgraciado incauto, al levantarse de su descanso en un banco público –de los de sentarse-, presentaba la espalda manchada del color del banco, y maldita la gracia que me hizo.
Creo acertado que algún miembro del equipo que gobierna nuestro Ayuntamiento, sea edil, asesor o personal de confianza, ha de darnos alguna explicación al respecto, al desgraciado incauto, a mí, y a todos los almerienses, pues no sólo son nuestros dineritos los que manejan para comprar los bancos –de sentarse-, sino que también sus sueldos tiene el mismo origen –nuestros dineritos- y nos deben alguna explicación.
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