Concejala del PP del Ayuntamiento de Almería
El 9 de julio 2008, José Luis Rodríguez Zapatero reconoce la crisis por primera vez, después de haber sostenido durante meses que la ralentización de la economía española sería un asunto pasajero; crisis sobre la que, por otra parte, había ya elementos sustanciales de juicio en el último trimestre de 2006. ¿Por qué esa estrategia? ¿No había capacidad para distinguir la crisis, o se quería negar a la espera de la fuerza sanadora del predicador?
La mayoría de los analistas coinciden en que la negación de la crisis vino motivada por la cercanía de las elecciones generales, en cuanto que reconocerla era, precisamente, evidenciar falta de acción, no haber sido capaces de tomar medidas para atajarla, o para minimizarla, durante los cuatro años de su mandato anterior. Esta justificación como estrategia política fue del todo irresponsable, y su resultado ha sido el definitivo descubrimiento de la farsa, bajo la apariencia forzada de disfrazar la realidad que vivía el ciudadano, y lo que es más grave, la indolencia hacia sus efectos para quién ya la padecía con todo su rigor y quienes desde entonces la vienen padeciendo por la inoperancia del Gobierno. Se habla de la brecha, nunca en democracia tan amplia, entre el sentimiento de la ciudadanía y el sentir de su Gobierno.
Raudo en cambiar de amigos y de ministros, no parece que José Luis Rodríguez Zapatero vaya a cambiar de asesores. Los que mantiene, en los que confía, son los mismos que deberían haberle avisado de que las crisis no pasan de largo sin más, sino que hay que afrontar las situaciones difíciles lo antes posible, y que los buenos gestores planifican y se anticipan a los momentos adversos: son proactivos, no reactivos. Aunque aquí al menos cabría haber esperado lo segundo.
A los asesores se les debe valorar su capacidad para trasladar la realidad al jefe, no su capacidad para decirle con indolencia y lustrosa sonrisa que todo lo hace bien. Deberían, entonces, haberle transmitido que la negación de la realidad no haría sino agravarla, que negar –¡y negarse!- que la economía se movía en un nuevo escenario, significaba que los programas y las formas de actuar también deberían haber sido modificados, y que había que tomar medidas tendentes a generar el caldo de cultivo para conseguir la recuperación en ese nuevo panorama. Planificar de nuevo.
En este sentido, y dándole continuidad, el Gobierno de Rodríguez Zapatero se reiteraba en un mensaje optimista pero divergente de la realidad, frente a lo habría sido deseable: un mensaje serio y motivador alentado por la acción. Se creaba la apariencia positiva sin que resultara fuerza generadora. Parecía que se pudiera estar pensando que el tiempo sería suficiente, y continuamente se daban plazos -que reiteradamente iban ampliándose- de finalización de la crisis, cuando no de reactivación de la actividad económica. Cada declaración era un plazo cercano. Se actuaba como si la voz y la suerte del tiempo todo lo pudieran: la voz frente a la acción.
Desde la semana pasada se ha producido un viraje y un muy significativo cambio de estrategia. Comenzó con la comparecencia de Zapatero en el Congreso de los Diputados. Después se ha sumado el resto del Gobierno en distintas declaraciones. Quizás, la más evidente, la que capitaneaba el portavoz del Gobierno en el Congreso, José Antonio Alonso. Ahora el mensaje es que Zapatero conocía la crisis desde su origen. Alonso asegura que el Gobierno “siempre ha sido muy consciente” de que se enfrenta a la “peor crisis financiera de los últimos ochenta años”, atreviéndose incluso a resaltar que desde que se desencadenó la crisis no ha visto al Presidente “pecar de optimismo”. ¿No resulta curiosa esta quiebra?
Ahora Zapatero prevé la dificultad de la recuperación, ahora Zapatero ha estado siempre al frente de una crisis con capacidad de Gobierno, ahora Zapatero ha estado actuando durante todo este tiempo. ¿Por qué ahora este cambio de estrategia?
He aquí una posible respuesta: se cambia el mensaje, se cambian la farsa y el discurso mediático, desde el otro extremo, pero con el mismo sistema. Se cambia el sentido del lenguaje, pero se sigue sin actuar. Con estos sesgos parece evidente que Zapatero ha dado demasiados y reiterados motivos para salir del Gobierno. El mayor acierto sería hacerlo.
ya se va sabiendo quien son estos siniestros y para quien trabajan porque la luz tan intensa que ya esta llegando esta destapando todas las tretas y engaños.DESTRUYAMOS EL NUEVO ORDEN MUNDIAL que ellos estan instaurando.Unidos y con amor lo conseguiremos
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