Eugenio Gonzálvez
Alcalde de Gádor
El pasado fin de semana tuve el inmenso placer de visitar en Prevessins-Moëns, una pequeña aldea francesa situada a tan sólo 15 kilómetros de Suiza, a siete paisanos que han tenido que tomar la valiente determinación de abandonar sus hogares para trabajar en la construcción y poder sacar adelante a sus familias. Ha sido una de las experiencias más edificantes que he vivido en los últimos años, ya que jamás había disfrutado tanto en tan pocas horas. Los retrasos aéreos y la pérdida de un vuelo hicieron que lo que iba a ser un fin de semana en compañía de todos ellos, se convirtiera en menos de 24 horas, pero ¡menudas 24 horas!
Desde que supeque siete paisanos iban a tener que alejarse de su pueblo y de sus mujeres nada menos que 1.700 kilómetros no he podido de dejar de pensar en ellos. Por eso, el primer día de Feria, cuando vi a sus mujeres pasear en solitario por las calles de la Villa, me dije a mi mismo que iría a visitarlos, y así lo he hecho. No podía perder la oportunidad de darles unas palabras de ánimo y unas horas de alegría a unas personas que han demostrado tener una gran valentía y arrojo, pues no todo el mundo es capaz de poner tierra por medio.
El viaje arrancó el pasado sábado, a las 6:00 horas, con una pequeña maleta llena de sentimientos y de embutidos de Gádor. Con más de seis horas de retraso, que rompieron todos mis planes de organizar una recepción en el Consistorio de Prevessins-Moëns, desembarqué en Ginebra y comenzaron las mejores 24 horas que he pasado en meses.
Eran las 20:00 horas cuando estaban citados todos los trabajadores, y fue justo a esa hora cuando bajaba la escalera del hotel con mi bolsa de embutidos de Salinas y otros productos gadorenses, cuando se produjo el encuentro. "¡Menuda Sorpresa!", exclamó uno de ellos. El asombro en sus caras permaneció durante más de media hora, no podían creerse que estaba allí con ellos. La cena no pudo ser mejor, y no lo digo por la comida, sino por el magnífico ambiente que había en la mesa, por las interesantes historias que me contaron y porque, aunque fuera por un rato, les vi sonreir como lo hacían en Gádor.
El domingo, tras desayunar todos juntos, dimos un paseo por Prevessins-Moëns, donde pudimos ver que aun colgaba el cartel de la recepción que el alcalde de esta aldea nos iba hacer si hubiera llegado el avión puntual. Tras conocer la Iglesia, que fue restaurada por un gadorense, nos dispusimos a conocer Ginebra en una excursión por los rincones más emblemáticos. Allí pudimos ver el Lago Lemans, el mirador del Mont Blanc , el famosísimo Reloj de Flores, Naciones Unidas o el monumento de 'The Broken Chair' que simboliza el rechazo a las minas antipersona y las bombas de racimo. Tras la excursión, me acompañaron al aeropuerto y volvieron a su rutina de domingo.
Desde que supeque siete paisanos iban a tener que alejarse de su pueblo y de sus mujeres nada menos que 1.700 kilómetros no he podido de dejar de pensar en ellos. Por eso, el primer día de Feria, cuando vi a sus mujeres pasear en solitario por las calles de la Villa, me dije a mi mismo que iría a visitarlos, y así lo he hecho. No podía perder la oportunidad de darles unas palabras de ánimo y unas horas de alegría a unas personas que han demostrado tener una gran valentía y arrojo, pues no todo el mundo es capaz de poner tierra por medio.
El viaje arrancó el pasado sábado, a las 6:00 horas, con una pequeña maleta llena de sentimientos y de embutidos de Gádor. Con más de seis horas de retraso, que rompieron todos mis planes de organizar una recepción en el Consistorio de Prevessins-Moëns, desembarqué en Ginebra y comenzaron las mejores 24 horas que he pasado en meses.
Eran las 20:00 horas cuando estaban citados todos los trabajadores, y fue justo a esa hora cuando bajaba la escalera del hotel con mi bolsa de embutidos de Salinas y otros productos gadorenses, cuando se produjo el encuentro. "¡Menuda Sorpresa!", exclamó uno de ellos. El asombro en sus caras permaneció durante más de media hora, no podían creerse que estaba allí con ellos. La cena no pudo ser mejor, y no lo digo por la comida, sino por el magnífico ambiente que había en la mesa, por las interesantes historias que me contaron y porque, aunque fuera por un rato, les vi sonreir como lo hacían en Gádor.
El domingo, tras desayunar todos juntos, dimos un paseo por Prevessins-Moëns, donde pudimos ver que aun colgaba el cartel de la recepción que el alcalde de esta aldea nos iba hacer si hubiera llegado el avión puntual. Tras conocer la Iglesia, que fue restaurada por un gadorense, nos dispusimos a conocer Ginebra en una excursión por los rincones más emblemáticos. Allí pudimos ver el Lago Lemans, el mirador del Mont Blanc , el famosísimo Reloj de Flores, Naciones Unidas o el monumento de 'The Broken Chair' que simboliza el rechazo a las minas antipersona y las bombas de racimo. Tras la excursión, me acompañaron al aeropuerto y volvieron a su rutina de domingo.
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