El Algarrobico, consagración de lo obvio

Ramón Ramos
Periodista

De nuevo ha tenido que saltar al ruedo la autoridad judicial para cortar en seco la enésima maniobra encaminada a abrir la mano en el almeriense Algarrobico. Esta vez ha sido el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía quien ha sentado criterio: la zona está protegida y no es urbanizable desde 1994. Vientiséis años veintiséis han pasado desde entonces, con todo el ‘corpus’ normativo y jurídico que ello significa en materia medioambiental en la historia de la autonomía andaluza, para que tenga que salir de nuevo el TSJA a recordar, en la literalidad del texto todavía vigente, algo tan simple como esto: el Algarrobico es un espacio natural protegido no urbanizable. Categorización de lo obvio: desde 1994...

Cuando el Ayuntamiento de Carboneras, que gobierna el PSOE, intenta colar de tapadillo licencias municipales, contra las que a continuación se ven obligados a actuar los tribunales –en función de ese “espacio natural protegido no urbanizable” que dicta la ley– lo hace según esa visión con la que han venido mirando nuestros representantes municipales a las zonas de protección medioambiental: un inconveniente antes que una ventaja. En función de ello, ha llegado a ser posible la horrorizante estampa de esa monstruosidad en todo su esplendor que se exhibe en primera línea de playa de la costa almeriense. Veintiséis años, veintiséis, como espacio no urbanizable en los que ladrillo a ladrillo fue creciendo el monstruo sin que ninguna administración fuese capaz de imposibilitar la obra.

Y eso porque, como proclamó otra resolución judicial de hace apenas dos años, denunció la “burda maniobra” de la Junta para legalizar la obra. Esa “burda maniobra” –que en una visión piadosa cabe más atribuirla a representantes de la Junta, cualificados, eso sí, más que a la Junta en su conjunto– la hubiera firmado el mismísimo Jesús Gil de sus mejores tiempos: licencia municipal en base a un documento no aprobado ni publicado en el BOJA. El Ayuntamiento, con alguna ‘complicidad’ de representantes autonómicos, aprovechaba el resquicio que ofrecía la adaptación de las normas subsidiarias a la LOUA. Esto es, la Ley con la que se pretendía reforzar la protección medioambiental y frenar el urbanismo desenfrenado de aquellos años, utilizada para todo lo contrario del fin que se perseguía.

“Ninguna actuación urbanística puede ser acordada o autorizada en la zona”, vuelve a reiterar ahora el TSJA, en una nueva santificación de lo obvio. Se desconoce si en estos momentos en la sala de máquinas del Ayuntamiento de Carboneras, en cuyo término municipal se asienta el monstruo, se siguen analiazando posibles fórmulas para intentar otra vez lo imposible.

Casos como este del Algarrobico, la terquedad de un Ayuntamiento entregado al ‘dios ladrillo’ explican la sistemática destrucción del litoral andaluz –y español- en los últimos años. Y no sólo el litoral. En la zona de la Vega que separa Granada del municipio de Armilla creció también en esos años de desenfreno urbanístico un megacentro comercial, el Nevada, en forma de “desproporcionado Leviatán”. Los calificativos, corroborados por el escrito de la acusación fiscal, corresponden al juez de instrucción que abrió juicio oral. Otro juez más comprensivo ha autorizado –con mínimas modificaciones– la apertura del Leviatán construido ladrillo a ladrillo en la Vega, otra zona de protección especial según la normativa medioambiental andaluza.

Ya se van sabiendo las firmas que abrirán tienda en el Leviatán. Y también se van imaginando las peloteras de tráfico que se formarán en su torno cuando la feria del consumismo colectivo acuda a la llamada. Por una razón bien sencilla: los promotores del centro comercial derivan a la ronda de circunvalación y la autovía de la Costa, paralela al edificio, todo el tráfico que unos grandes almacenes de este calibre generarán.

En medio de este trasiego, y sin que guarden relación directa con los casos anteriores, leo las ajustadas palabras que el presidente de CajaGranada, Antonio Jara, en torno a la “simbiosis” que en estos años anteriores mantuvieron los sectores de la construcción y la banca, ésta última al meterse en un terreno que no era suyo. Hasta que el estallido de la ‘burbuja inmobiliaria’ ha tenido un efecto “devastador” para unos bancos, unas cajas “cómplices” de la situación que se ha producido. Un sector inmobiliario, en suma, “alimentado por comportamientos poco ortodoxos del sector financiero”.

Así llegó la crisis. Como en el Algarrobico, como en el centro comercial Nevada, todos lo vimos llegar. Pero no nos dimos cuenta hasta que era (es) irremediable.

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