María Jesús Manzano
IU de El Ejido
A veces, leyendo la prensa local, tengo la sensación de que el tiempo no sigue "su curso inexorable", que dirían algunos. Hace unos diez años, y tras sufrir un acoso laboral feroz auspiciado por la gerencia de una de esas “empresa mixtas” que impulsaba (dejémoslo así) el Ayuntamiento de El Ejido, la "suerte" o la vida, o el afán de algún brillante cargo de confianza de que cejara en mis intentos judiciales, destinados a empapelar a una parva de gentuza de la peor calaña, me llevaron hacia una propuesta laboral que prometía sacarme del agobio vital en el que me encontraba sumida: el "Proyecto de rehabilitación de infraviviendas en la barriada del Pozo de la Tía Manolica".
Así que con todo mi esfuerzo e inventándome unas ganas de ponerme en circulación que no tenía realmente, tras la devastadora experiencia sufrida durante todo el año anterior, me enfrasqué en este trabajo. Consistía en estudiar y desarrollar el ámbito social del “macroproyecto” de rehabilitación de El Pozo. El trabajo me lo encargaba en 2002 una empresa de Ingeniería, contratada por el Ayuntamiento para llevar a cabo el asunto. Contando con todo el apoyo de una técnica del Área de Servicios Sociales, a quien nunca agradeceré suficientemente su ayuda, fui construyendo la base de actuación social sobre el terreno. Visité a todas las familias, las entrevisté, pude comprobar la situación de cada una de aquellas “viviendas”, las carencias infinitas, el hacinamiento, las humedades, las fotos de Camarón y de niños en su Primera Comunión, y un pedazo de la vida que quisieron contarme aquellas personas, a las que a veces, y sin ningún motivo objetivo creo que fallé, a pesar de que nunca estuvo en mi mano poner en valor todo el trabajo realizado.
Elaboré mi trabajo y lo entregué en su día, y también es verdad que me costó un poquito cobrar mis exiguos honorarios, ya que, aunque no tuve acceso al grueso de la documentación, estaba a ojos vista que así eran en comparación con el coste total de aquel proyectazo espectacular. La rumorología me había hecho llegar muchas veces que allí residían personas extremadamente temibles, que El Pozo era una suerte de ciudad sin ley donde “ni la Policía se atrevía a entrar”, la experiencia me demostró sobre el terreno que quizás nadie accedía a aquel barrio porque no estaba señalizado, porque no se veía desde la carretera, porque los bajos de cualquier coche se quedarían estampados contra los guijarros que constituían las vías de entrada al barrio…Esos mismos, chismes avanzaban el elevado grado de analfabetismo y el absentismo escolar, y luego, claro, una vez pateando sus “calles”, comprendí que quizás tampoco me habría sido fácil acudir al colegio más cercano careciendo de transporte, y con el barro rozando mis tobillos en los días de lluvia. Ni que hablar de actividades extraescolares, cuando a partir de las 6 de la tarde en invierno no existía ni una sola luz en todo el perímetro.
En definitiva, supe hace algunas semanas que se habían “asfaltado” algunas calles e incluso se colocaron farolas, porque me encontré con un chaval que me lo explicó, como también me dijo que el abandono del barrio sigue siendo el mismo en definitiva, ya que la luz estaba sin funcionamiento y la pavimentación era tan penosa que él mismo con un pequeño camión de materiales había rehundido una de aquellas calles.
Es lamentable, penoso, triste que aquel trabajo que realicé con tanto afán (y me considero una ínfima parte de aquel proyecto) no haya servido para nada, que acabara en un archivo polvoriento como el resto del “expediente”.
Creo que es uno más de los múltiples asuntos pendientes que afectan a personas de El Ejido, con cara y ojos, y que no existe ningún tipo de inquietud desde el equipo de gobierno por solventarlo. Ojalá la ciudadanía apueste porque desde una óptica radicalmente diferente a la actual de gestionar y de gobernar, impere la sensatez y la sensibilidad especialmente con aquellas personas más desfavorecidas.
(Publicado en noticiasdealmeria.com)
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