El tiro

Jose Fernández
Periodista

El partido que enfrenta esta noche al Almería y al Barcelona viene envuelto, además de por el aroma a transpiración y hazaña bélica que siempre tienen los encuentros desiguales, por el olor a pólvora que flota sobre el banquillo de Juanma Lillo. El entrenador, que últimamente se desenvuelve mejor en las salas de prensa que en los terrenos de juego, ha entrado por su propio pie en la UCI del desempleo admitiendo ante la prensa que el ya va “con un tiro dado”. Entiendo tanto de balística como de consejos de administración, así que no puedo dilucidar la gravedad del disparo recibido, aunque por el humor con el que se lo toma, Lillo recuerda a Rosita Alvírez, la protagonista de ese inolvidable corrido mejicano: “el día que la mataron, Rosita estaba de suerte. De tres tiros que le dieron, nomás de uno era de muerte.” Supongo que nadie mejor que el propio Lillo sabe quiénes son los que le apuntan, pero no hace falta llamar a Hércules Poirot para deducir que el presidente lleva encima una pistola caliente y humeante.

Digo yo que a lo mejor nos podríamos haber ahorrado todo este trámite alcanzando un acuerdo caballeroso antes del inicio de la temporada, evitando así las incertidumbres, las dudas y los contagios. En todo caso, uno ya sólo aspira a que estos trámites, tan frecuentes y fastidiosos en los equipos sufridores, se solventen con naturalidad y elegancia. Espero que, en caso de que la cosa evolucionara por el camino de lo predecible, la afición sepa despedir con elegancia al sacrificado y que el soponcio se resuelva sin una excesiva demostración de entusiasmo por la cosa barcelonista. Tengamos, al menos, dignidad.

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