Pepe Fernández
Periodista
Camino de la redonda cifra de veinte meses al frente de la Junta de Andalucía, Pepe Griñán se halla en una de las travesías más complejas, difíciles e inimaginables de su larga trayectoria política. Todo ello le sucede en la que parecía la Arcadia feliz del socialismo andaluz. Una galaxia de astros y estrellas rutilantes que siempre nos pareció poblada por eternos vencedores, auténticos “Amos del Universo” capaces de hacer y deshacer en vidas y haciendas de los contemporáneos andaluces. Treinta años de poder, a la postre, parecen demasiados, pero tras esa evidencia en forma de perogrullada parece que se explican muchas de las causas de lo que se está empezando a conocer dentro y en el entorno del PSOE-A.
El viaje está siendo más complicado de lo que pareció a muchos en un principio, allá por la primavera de 2009, cuando se produjo el precipitado relevo de Chaves al frente de la Junta y del PSOE-A, tras decidirlo el propio Zapatero. Que Pepe Griñan es un tipo honesto y éticamente solvente nadie lo ha puesto en duda en estos casi veinte meses de liderazgo, ni siquiera sus peores enemigos políticos que no están solo en el PP como podría pensarse, también en las propias filas de su partido tal y como se ha comprobado desde que logró imponer un Congreso extraordinario para controlar su partido con todas las de la ley.
Mamar partido
Sus detractores en el PSOE le echan en cara que no es un hombre que haya mamado las siglas desde los puestos orgánicos y que sus movimientos colocando en puestos claves a una nueva generación con más capacidad técnica que política, debilita al partido, a sus aparatistas y a sus estructuras de poder interno. Lo de Rosa Aguilar, comentan, fue una flor que no trajo la primavera y ya está en Madrid, triunfando como La Caramba de Motril.
Que un secretario general en una provincia pudiese, durante el mandato de Chaves, vetar el nombramiento de un delegado de la Junta, da una idea del poder institucional que se maneja desde los órganos del partido en las ocho agrupaciones provinciales.
Griñán sabía de antemano, cuando aceptó ser el heredero de Manolo Chaves, que él era incapaz, ética y estéticamente, de mantener un estado de cosas que pasaba por perpetuar las cuotas de poder en manos de los históricos números dos de Chaves, esto es Pizarro y Zarrías. El presidente no se enfrentaba solo al típico movimiento de fichas en este envite, se trataba de algo más profundo como modificar o erradicar métodos y prácticas de funcionamiento que atrincheraban al partido de espaldas a la sociedad.
Nada más formar su primer gobierno, Griñán descubrió que un puñado de consejeros nucleados en torno a la figura del vicesecretario general, Luis Pizarro, no se ocultaban en sus conspiraciones para dibujar el futuro a medio y largo plazo.
Los alegres conspiradores
En esos cónclaves, entre bromas y veras, ubicaban al presidente como un inquilino transitorio y provisional en el sillón del poder hasta el –creían- batacazo socialista de las municipales de mayo de 2011, fracaso del que -antes y después- le querían hacer responsable en Andalucía. Como se comprenderá éste sería el pretexto político ideal a manejar por el aparato en su momento para justificar una jubilación anticipada del derrotado líder, antes de nominar a un nuevo candidato para 2012 que seguramente iba a ser quien designase el aparato. Pizarro y su gente detentaban un poder absoluto que históricamente siempre retuvo el aparato de San Vicente en sus manos, poder muchas veces más decisorio que el del propio presidente de la Junta y su Consejo de Gobierno.
Luis Pizarro a través de los consejeros Antonio Fernández (Empleo), Cinta Castillo (Medio Ambiente) y Martín Soler (Innovación), entre otros, empezó a trasladar a los cuartos interiores del partido, una imagen cómplice y complaciente con las maniobras conspirativas de opereta, que muchas veces se desarrollaban de forma festiva, en torno a buenos manteles y en presencia a veces de personas ajenas al partido, aunque vivamente interesadas en el éxito de la operación relevo.
Hace poco más de un año Griñán empezó a pergeñar su estrategia para desactivar el poder de quienes se resistían a perderlo y se creían capaces de neutralizarle políticamente desde el aparato. Quizás por eso nadie entendió cuando se auto proclamó públicamente “líder” del socialismo, estando como estaba la Secretaría General en manos de Chaves y con Pizarro a pie de tajo.
Manolo, el Gran Hermano
Un poder bicéfalo que primero fue ampliamente alabado para, finalmente, convertirse en el gran problema que lo hizo reventar todo.
Fue por aquel entonces cuando el actual presidente de la Junta debió percatarse de que algunos habían creído que iba a ser una marioneta manejada por Chaves desde Madrid. Allí, en la vicepresidencia tercera del gobierno, junto a su fiel escudero Gaspar Zarrías, acabaría instalándose el cuartel general del Gran Hermano que todo lo ve y casi todo lo controla en su antiguo feudo durante veinte años. Pepe Griñán no iba a ser la excepción y escapar al control del ojo que todo lo ve, por muy amigo que fuese de Chaves y pese a las muchas vivencias personales compartidas entre ambos. Por encima de esa vieja y sincera amistad están los más altos intereses del partido, que solo se garantizan manteniendo la unidad de acción de todos, sin exclusiones ni caza de brujas. Eso al menos han venido sosteniendo en privado los detractores socialistas del presidente Griñán, explicando lo que debe hacer para que se vuelva al statu quo de antes del congreso extraordinario.
La presión de Pepe Griñan para adelantar un congreso extraordinario tuvo que estar motivada por las descaradas conspiraciones que a su alrededor se sucedían casi de continuo y cuyo objetivo más inmediato era hacerle las listas. Por eso necesitaba el Presidente el poder legal (y real) de mando que otorga ostentar la secretaría General del PSOE-A, y a esa aventura se enfrentó con un puñado de jóvenes, todos ellos alumnos aventajados de aquellos veteranos cuadros aparatistas de colmillos retorcidos, coetáneos de Felipe y Alfonso en los años 80.
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