Director de La Cimbra
Es la tercera vez que escribo sobre la autopista Vera-Cartagena. La primera fue allá por el año 2.000, cuando el entonces Ministro de Fomento Francisco Álvarez Cascos anunció el Plan de Infraestructuras 2000-2007, que incluía “la construcción de una autopista de peaje entre Vera y Cartagena con una longitud de 114 kilómetros y un presupuesto de ejecución de 637 millones de euros”. La noticia sonaba a chanza, y ningún partido político de Almería ni ningún ciudadano le dió credibilidad. Yo escribí algo así como: "No lo crean, es broma, humo". Me equivoqué. Nos equivocamos. No la veíamos y nos equivocamos.
La segunda vez fue años después en un foro de este periódico. Me invitaron a intervenir para exponer mi punto de vista sobre la situación actual y el futuro de nuestra provincia. La autopista ya estaba en obras. Dije algo así como: "Si preguntamos a los políticos de Almería que de quién ha partido la idea de esta “genial” obra, seguro que todos se encogen de hombros". Nadie dijo nada.
Y ésta es la tercera. Creo que la autopista lleva dos años en servicio. Los únicos datos que tenemos de su uso es sobre el uso que una taquillera daba al poco dinero que recaudaba. Pocos almerienses la conocen, pero los pocos que circulan por ella sienten como que circulan por las carreteras desiertas de los llanos de Arizona, ésas que tanto se ven en las películas americanas. No se conoce una infraestructura menos aprovechada. Solemos decir por aquí, por Europa, que los jeques de los petrodólares se deleitan haciendo obras majestuosas que sólo sirven al recreo de la vista. Les copiamos. Quisiera ver algún día el estudio de viabilidad de quien hizo el proyecto. Y el de quien lo financió, Cajamar y Unicaja incluidos. Dijeron que el primer año iban a pasar 7.600 vehículos al día. Se les coló un cerito.
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