Protestas y complejos

Luis Rogelio Rodríguez-Comendador Pérez
Alcalde de Almería
 
 
Se suele hablar con frecuencia de los llamados "complejos de la derecha" para intentar explicar presuntas faltas de compromiso o determinación a la hora de defender determinados valores o actuar con mayor contundencia en la vida política española. Sin embargo, creo que si damos por buenos los complejos de la derecha, habremos de pensar forzosamente en la existencia de similares disfunciones en la izquierda. El colectivo social que se engloba en torno a la defensa de los valores del progreso social también tiene sus complejos. Y alguno de ellos aparentemente incurables. Como prueba de ello les invito a que repasen la amplia batería de descalificaciones, insultos, matizaciones y declaraciones de principios que entre la izquierda social y mediática está provocando la visita del Papa a España. Todas estas expresiones de intolerancia se deben, a mi juicio, al complejo que tienen muchas personas que se tienen por progresistas a la hora de admitir una convivencia razonable con la iglesia católica y con los ciudadanos que libremente asumen sus preceptos. Para ellos, resulta poco menos que imperdonable adoptar una actitud de manifiesto rechazo o de abierta hostilidad hacia todo lo que supone la iglesia católica. Y aprovechando la visita del Papa, se han visto casi en la obligación de desempolvar un discurso anticlerical propio de movimientos radicales superados por el peso de la Historia y el paso del tiempo. Parece mentira que tengamos que leer estos días declaraciones de supuestos intelectuales o de cargos públicos que, por lo que dicen o escriben, ni tan siquiera saben diferenciar entre lo que es un hecho confesional privado y el hecho institucional público que representa la visita de la cabeza visible de una Iglesia que es, a la vez, el máximo representante de un Estado. Pero como el complejo de tener que ser más de izquierdas que la propia izquierda les puede, se olvidan del necesario respeto institucional que merece el Papa, no sólo como un líder religioso, sino como primera autoridad del Estado Vaticano.
 
Pero ello no nos debe hacer olvidar que esta visita está siendo muy importante para muchos españoles. Según los últimos datos oficiales, cada fin de semana acuden voluntariamente a misa un número de ciudadanos muy superior al que, por ejemplo, está afiliado a los sindicatos de clase. Por tanto, no se debe menospreciar el significado y el calado de esta opción confesional entre la sociedad española en su conjunto. Al margen de eso, creo que es justo reconocer el papel de la Iglesia Católica como elemento sustentador de instituciones como Cáritas, que el pasado año dio de comer a 800.000 ciudadanos en difícil situación económica o el papel que juega a la hora de educar a miles de niños en toda España.

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