Diego Asensio
Secretario General del PSOE de Almería y Senador
El avance que ha experimentado la sociedad andaluza en las tres últimas décadas probablemente no habría sido el mismo de no haber existido la España de las autonomías. Desde su constitución, en las postrimerías de la década de los 70, la Junta de Andalucía se convirtió en uno de los principales motores de desarrollo del pueblo andaluz. El papel que ha jugado el Gobierno de Andalucía en la mejora de las condiciones de vida de los andaluces y en el impulso de los valores democráticos es incuestionable, y a la vuelta de tres décadas llega el reconocimiento.
El presidente José Antonio Griñán acudió hace unos días a Alhama de Almería como representante máximo de la Junta de Andalucía para recoger el II Premio Nicolás Salmerón y Alonso, que ha recaído en el órgano de Gobierno de los andaluces. El objetivo de este premio, que lleva el nombre del alhameño más ilustre de todos los tiempos, es el reconocimiento de personas o entidades que se hayan distinguido por la defensa, promoción y realización de la ética civil, los valores democráticos, la cultura de la paz y los derechos humanos, o bien que hayan impulsado el desarrollo de los pueblos, la investigación o la puesta en práctica de programas de actuación dirigidos a promover estos valores.
La idea del Ayuntamiento de Alhama de crear el Premio Nicolás Salmerón y Alonso fue doblemente afortunada. Por un lado, el Consistorio alhameño manifestaba su decidida apuesta por la defensa de los derechos humanos y los valores democráticos. Por otro lado, prolongaba en el tiempo el homenaje a su hijo más ilustre, dando de alguna manera continuidad a los actos conmemorativos del centenario de su muerte, celebrados en 2008.
Con Nicolás Salmerón y Alonso, presidente de la I República entre el 18 de julio y el 7 de septiembre de 1873, el ejercicio de la política y la cultura alcanza las más altas cotas de dignidad. Con su negativa a firmar una sentencia de muerte, Salmerón y Alonso escribió una de las páginas más honorables de la Historia de España, y es por ello, por este aldabonazo de integridad y de anticipación democrática, por lo que se le recuerda con tanto orgullo en su tierra. Su actuación se asienta en la modernidad, en la fidelidad a unos principios y en la defensa de los derechos humanos. Por eso es un referente perdurable.
Don Nicolás Salmerón fue un adelantado a su tiempo. Entre otras cosas, asumió hasta las últimas consecuencias, en pleno siglo XIX, una verdad que en el XXI aún niegan alrededor de noventa países de todo el mundo: que quitar una vida humana no tiene nada que ver con cualquier concepto de justicia. Y más allá de aquella decisión memorable, este ilustre almeriense pretendió una regeneración política y social de España que suponía, sobre todo, una mirada moderna sobre la realidad del país; defendió apasionadamente la libertad de expresión; y, en definitiva, dejó una huella vigente en la historia del pensamiento, de las ciencias y de la cultura.
Por eso recordar su figura es una obligación moral y por eso el premio que lleva su nombre sólo habrá de recaer en quienes contribuyan a hacer Historia y a quienes la sociedad pueda recordar con orgullo cuando pase el tiempo.
El presidente José Antonio Griñán acudió hace unos días a Alhama de Almería como representante máximo de la Junta de Andalucía para recoger el II Premio Nicolás Salmerón y Alonso, que ha recaído en el órgano de Gobierno de los andaluces. El objetivo de este premio, que lleva el nombre del alhameño más ilustre de todos los tiempos, es el reconocimiento de personas o entidades que se hayan distinguido por la defensa, promoción y realización de la ética civil, los valores democráticos, la cultura de la paz y los derechos humanos, o bien que hayan impulsado el desarrollo de los pueblos, la investigación o la puesta en práctica de programas de actuación dirigidos a promover estos valores.
La idea del Ayuntamiento de Alhama de crear el Premio Nicolás Salmerón y Alonso fue doblemente afortunada. Por un lado, el Consistorio alhameño manifestaba su decidida apuesta por la defensa de los derechos humanos y los valores democráticos. Por otro lado, prolongaba en el tiempo el homenaje a su hijo más ilustre, dando de alguna manera continuidad a los actos conmemorativos del centenario de su muerte, celebrados en 2008.
Con Nicolás Salmerón y Alonso, presidente de la I República entre el 18 de julio y el 7 de septiembre de 1873, el ejercicio de la política y la cultura alcanza las más altas cotas de dignidad. Con su negativa a firmar una sentencia de muerte, Salmerón y Alonso escribió una de las páginas más honorables de la Historia de España, y es por ello, por este aldabonazo de integridad y de anticipación democrática, por lo que se le recuerda con tanto orgullo en su tierra. Su actuación se asienta en la modernidad, en la fidelidad a unos principios y en la defensa de los derechos humanos. Por eso es un referente perdurable.
Don Nicolás Salmerón fue un adelantado a su tiempo. Entre otras cosas, asumió hasta las últimas consecuencias, en pleno siglo XIX, una verdad que en el XXI aún niegan alrededor de noventa países de todo el mundo: que quitar una vida humana no tiene nada que ver con cualquier concepto de justicia. Y más allá de aquella decisión memorable, este ilustre almeriense pretendió una regeneración política y social de España que suponía, sobre todo, una mirada moderna sobre la realidad del país; defendió apasionadamente la libertad de expresión; y, en definitiva, dejó una huella vigente en la historia del pensamiento, de las ciencias y de la cultura.
Por eso recordar su figura es una obligación moral y por eso el premio que lleva su nombre sólo habrá de recaer en quienes contribuyan a hacer Historia y a quienes la sociedad pueda recordar con orgullo cuando pase el tiempo.
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