Agustín de J. Muñoz Soler
Comentarista político
En mi deambular por el mundo, sin llegar a conocer dársenas marítimas e interesarme más con sosiego los núcleos urbanos, vengo observando comentarios populares a los comportamientos políticos que distan muchísimo de la idiosincrasia española e inducen a una reflexión que yo no llego a pesimizarla sino a optimizarla y a positivizarla.
Ciertamente siempre ha actuado el papel de catalizador social la economía, máxima cuando ésta es fluctuante y quien la padece antes la ha disfrutado resultando un mayor estado de bienestar que a la inversa. Y este estado social parece que es el que se aproxima a cuanto está acaeciendo en la actualidad, toda vez que en la Historia Contemporánea de España nos hemos encontrado con situaciones dificultosas que no han llegado a producir la psicosis actual, y como botón de muestra recuérdense las padecidas en la década de los 70 con la que se vino en llamar 'crisis del petróleo', la de principios de los 90 y ahora con la que parece ser la más profunda e insertada en el contexto mundial.
Si echamos la vista atrás, en el año 73 vino a producirse la 'crisis energética' que a finales de la década situó a España en tasas de desempleo y de inasistencia social que de producirse ahora socavaría los cimientos de la convivencia social. No me parece improcedente reseñar que hasta hace treinta años había muchas españolitas y españolitos de a pie que por no estar contribuyendo a las arcas públicas no tenían acceso a la sanidad y solo podían hacerlo a través de centros sanitarios de beneficencia, y consecuentemente si había quien no tuviera acceso a la sanidad pública resulta obvio pensar que mucho menos a una retribución económica durante el último tramo de su vida.
La cultura conformada por no contribuir a las arcas públicas establecía, por ejemplo, la necesidad de tener hijos a temprana edad con el único fin de que a la vejez pudieran contribuir a la subsistencia familiar, erigiéndose la Seguridad Social en un servicio del que cotizaba. Sin embargo, no recuerdo haber sido utilizado políticamente este desfase del servicio social asistencial español, que contrastaba con los emigrantes retornados con suculentos emolumentos. Fue en la década de los 80 cuando los servicios sociales en España se homologaron a los europeos con la asistencia sanitaria universal y el establecimiento de las pensiones vitalicias no contributivas, que conviene recordar con la que está cayendo que fue instaurada a medados de la década de los 80.
Fue la de los 70, desde mi punto de vista, una década crucial en la Historia de España y que parecía que nunca acabaría, con una cuantiosa población desempleada eminentemente nacional, desasistida, como digo, sanitariamente y dejados a su albur a los no contribuyentes que eran la mayoría. Se daban, por consiguiente, las condiciones óptimas para derrumbar a cualquier Gobierno en muy corto espacio de tiempo y tan solo 'los garbanzos' de Manuel Fraga en la tribuna del Congreso de los Diputados desentonaban en la actividad política. Fue una década que, a mi juicio, se caracterizó por el ejercicio de la responsabilidad en la clase política y muy especialmente en sus dirigentes, tan es así que sentaron los pilares del período democrático más largo que jamás hay tenido España en toda su Historia, por lo que sirvan estas humildes letras como homenaje a sus protagonistas.
Empero, la situación comenzó a tornarse cuando la ansiedad política afloró al principio de los 90 y recuérdese la tensión vivida al final de la primera mitad, con la utilización del estado de las cuentas de una Seguridad Social sobrecargada con la llegada de los no contribuyentes. Fue el comienzo de la cultura política del 'todo vale', la inculcación de los no valores flameados por 'el fin siempre justifica los medios' y que llegó a poner contra las cuerdas al todavía frágil Estado de Derecho. No importaba, se consiguió el Poder y había que imprimir sello, tan fuerte fue la impresión de la tinta que ahora estamos padeciendo, las españolitas y los españolitos de a pie, el éxito de la etapa floreciente marcada por la construcción conocida por la 'etapa del ladrillo' que, según el criterio universalmente aceptado, ha sido la causa que nos ha abocado a la crisis económica más profunda del último siglo, al decir de algunos.
Desde mi punto de vista, si está universalmente aceptada la causa de la económica que padecemos resulta inverosímil escuchar en municipios pequeños principalmente y en áreas suburbanas la atribución de la misma al actual Gobierno y precisamente por correveidiles de que quieres la produjeron. Y esto se viene produciendo ante el silencio por la falsa creencia de que la obviedad desmonta las mentiras, y craso error porque las mentiras, por muy mentiras que sean, si no se atajan a tiempo se convierten en medias verdades que condicionan o desvían la confianza.
Éste es, justamente por supuesto siempre desde mi humilde punto de vista, el error más solemne y grande que han cometido los socialistas gubernamentales, al no haber ex0licado la causa de la crisis económica y atribuirle tanto la causa como su administración a José Luís Rodríguez Zapatero, el único Presidente del Gobierno de la Historia Contemporánea de España que no ha tenido un solo día de gracia y al que se le está batallando desde antes de tomar posesión. De tal manera que la sociedad española, me atrevo a afirmar, no tiene conciencia de la causa y de la administración de la crisis económica que padecemos, atribuyéndole a José Luis Rodríguez Zapatero todos los males.
(Publicado en lagacetadealmeria.com)
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