Javier Aureliano García
Secretario General del Partido Popular de Almería
El titubeante y contradictorio discurso del gobierno socialista ante la crisis del Sáhara evidencia una vez más la incompetencia del gabinete de Zapatero para manejar las cuestiones internacionales y defender el peso y posición de España. Es de todo punto de vista impresentable que mientras estalla un conflicto en donde nuestro país, como antigua potencia colonizadora tiene mucho que decir, la nueva ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez permanezca nada menos que en Bolivia departiendo con un socio de las características estratégicas de Evo Morales. Pero la guinda de la incompetencia la pone el propio Zapatero al enviar urgentemente a Argelia al destituido y lacrimoso ex ministro Moratinos. ¿Puede haber mayor demostración de desorientación por parte de un Gobierno? Pues aunque parezca difícil, sí que la hay. Y es que nadie podía esperar que el nuevo ministro de Presidencia, el señor Jáuregui, acabara reconociendo en tribuna parlamentaria la “soberanía” de Marruecos sobre el territorio del antiguo Sáhara español. Aunque bien pensado, tampoco hay que extrañarse. ¿Acaso no recuerdan al señor Zapatero fotografiándose junto al rey marroquí bajo un mapa reivindicativo de Canarias, Ceuta y Melilla, esas “ciudades marroquíes”, tal como las llegó a definir en su momento el ex ministro Moratinos.
Pero lo cierto es que España tiene una responsabilidad moral con respecto al Sahara por lo que el Gobierno no debe “preocuparse” sino ocuparse de hecho, y mucho más después de las noticias de la muerte no aclarada de un saharahui de nacionalidad española durante los recientes disturbios. Y es que Zapatero, el campeón mundial del buenismo y la alianza de civilizaciones, no puede mirar a otro lado cuando se violan los derechos humanos. Hay que recordar que en 2004 Zapatero presumió de que lograría una solución al conflicto del Sahara “en seis meses”. En su primera visita a Marruecos, el 24 de abril de 2004, Zapatero se mostró convencido de que “se pueden armonizar los derechos de las partes mediante el diálogo y llegar a un gran acuerdo”en el plazo de seis meses. En 2010 Zapatero está desaparecido.
Supongo que todos ustedes recordarán, hace unos años, cuando la postura estética de la izquierda española era la de un declarado activismo pro saharaui. No había acto o reunión en la que no se invocaran apoyos para la lucha de los polisarios y se clamase por la libertad y la dignidad en los campamentos de refugiados. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, Zapatero cambió unilateralmente la tradicional postura de “neutralidad activa” sobre el conflicto del Sahara, mantenida por España desde 1977 como parte del consenso de la Transición y, por ejemplo, Zapatero permanece callado ante la censura informativa impuesta por las autoridades marroquíes a un grupo de periodistas españoles, impidiéndoles viajar a El Aaiún o deteniendo a los que han ido. Puede que Zapatero quiera ganar tiempo o ganar simpatías o vaya usted a saber qué otros intereses guían la errática política de nuestro presidente en relación con la situación del país vecino. Sin embargo, es imposible que España siga manteniendo todo el tiempo la cabeza metida en la arena ante este problema. La situación de los refugiados, que muchas familias almerienses conocen de primera mano gracias a la colaboración de las administraciones públicas, entre ellas el Ayuntamiento de la capital, no puede prolongarse indefinidamente en la precariedad y en la ausencia de recursos. Los saharauis tienen todo el derecho del mundo a disfrutar de unas condiciones de vida y de Estado similares a las que disfrutan sus vecinos de Marruecos, Argelia o España. Por lo tanto, desde el Partido Popular exigimos a Zapatero que afronte este problema con visión de Estado, con sentido histórico y con respeto al papel que España debe jugar en el concierto internacional, especialmente en una zona tan sensible como el norte de Africa.
Secretario General del Partido Popular de Almería
El titubeante y contradictorio discurso del gobierno socialista ante la crisis del Sáhara evidencia una vez más la incompetencia del gabinete de Zapatero para manejar las cuestiones internacionales y defender el peso y posición de España. Es de todo punto de vista impresentable que mientras estalla un conflicto en donde nuestro país, como antigua potencia colonizadora tiene mucho que decir, la nueva ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez permanezca nada menos que en Bolivia departiendo con un socio de las características estratégicas de Evo Morales. Pero la guinda de la incompetencia la pone el propio Zapatero al enviar urgentemente a Argelia al destituido y lacrimoso ex ministro Moratinos. ¿Puede haber mayor demostración de desorientación por parte de un Gobierno? Pues aunque parezca difícil, sí que la hay. Y es que nadie podía esperar que el nuevo ministro de Presidencia, el señor Jáuregui, acabara reconociendo en tribuna parlamentaria la “soberanía” de Marruecos sobre el territorio del antiguo Sáhara español. Aunque bien pensado, tampoco hay que extrañarse. ¿Acaso no recuerdan al señor Zapatero fotografiándose junto al rey marroquí bajo un mapa reivindicativo de Canarias, Ceuta y Melilla, esas “ciudades marroquíes”, tal como las llegó a definir en su momento el ex ministro Moratinos.
Pero lo cierto es que España tiene una responsabilidad moral con respecto al Sahara por lo que el Gobierno no debe “preocuparse” sino ocuparse de hecho, y mucho más después de las noticias de la muerte no aclarada de un saharahui de nacionalidad española durante los recientes disturbios. Y es que Zapatero, el campeón mundial del buenismo y la alianza de civilizaciones, no puede mirar a otro lado cuando se violan los derechos humanos. Hay que recordar que en 2004 Zapatero presumió de que lograría una solución al conflicto del Sahara “en seis meses”. En su primera visita a Marruecos, el 24 de abril de 2004, Zapatero se mostró convencido de que “se pueden armonizar los derechos de las partes mediante el diálogo y llegar a un gran acuerdo”en el plazo de seis meses. En 2010 Zapatero está desaparecido.
Supongo que todos ustedes recordarán, hace unos años, cuando la postura estética de la izquierda española era la de un declarado activismo pro saharaui. No había acto o reunión en la que no se invocaran apoyos para la lucha de los polisarios y se clamase por la libertad y la dignidad en los campamentos de refugiados. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, Zapatero cambió unilateralmente la tradicional postura de “neutralidad activa” sobre el conflicto del Sahara, mantenida por España desde 1977 como parte del consenso de la Transición y, por ejemplo, Zapatero permanece callado ante la censura informativa impuesta por las autoridades marroquíes a un grupo de periodistas españoles, impidiéndoles viajar a El Aaiún o deteniendo a los que han ido. Puede que Zapatero quiera ganar tiempo o ganar simpatías o vaya usted a saber qué otros intereses guían la errática política de nuestro presidente en relación con la situación del país vecino. Sin embargo, es imposible que España siga manteniendo todo el tiempo la cabeza metida en la arena ante este problema. La situación de los refugiados, que muchas familias almerienses conocen de primera mano gracias a la colaboración de las administraciones públicas, entre ellas el Ayuntamiento de la capital, no puede prolongarse indefinidamente en la precariedad y en la ausencia de recursos. Los saharauis tienen todo el derecho del mundo a disfrutar de unas condiciones de vida y de Estado similares a las que disfrutan sus vecinos de Marruecos, Argelia o España. Por lo tanto, desde el Partido Popular exigimos a Zapatero que afronte este problema con visión de Estado, con sentido histórico y con respeto al papel que España debe jugar en el concierto internacional, especialmente en una zona tan sensible como el norte de Africa.
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