Eugenio Gonzálvez
Alcalde de Gádor y Senador
Doce minutos, se dice pronto. Ni uno más ni uno menos. Ese fue el tiempo que dedicó el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, para departir con el Papa, Benedicto XVI, durante su visita a España el pasado domingo. No hay razón ni motivo aparente que justifique que Zapatero sólo pudiera liberar de su agenda 720 segundos para estar con el jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano.
Y es que nadie pone en duda la importancia del viaje 'secreto' de Zapatero para visitar a las tropas desplegadas en el conflicto bélico de Afganistán, sino el momento elegido para hacerlo. No me negarán que resulta tremendamente curioso que de los 365 días que ha tenido y tendrá el presidente durante el año 2010 para visitar a nuestras fuerzas armadas, haya elegido justo el día en el que Sumo Pontífice aterrizaba en España. Si bien sus compañeros de partido y Gobierno ya han estado defendiendo su 'desplante' por los medios de comunicación nacionales argumentando que la visita del Papa era de carácter apostólico y ni mucho menos de carácter de Estado, lo cierto es que los hechos han desmontado cada una de sus palabras. En primer lugar, el Papa ostenta dos cargos que son indisolubles e inseparables. No puede viajar a España como Papa y no como Jefe de Estado, y si así hubiera sido no se habría organizado el majestuoso recibimiento que se realizó en el Aeropuerto de Santiago en el que fue recibido por las Fuerzas Armadas, los Príncipes de Asturias, el presidente de la Xunta de Galicia y el Vicepresidente Rubalcaba. Y es que Benedicto XVI sólo podría 'abandonar' durante un viaje su condición de Jefe de Estado, en el caso de que hiciera un viaje de carácter privado, algo que no ha sucedido durante estos menos de 32 horas que ha permanecido en el Territorio Español. Pero lo más preocupante del 'desplante' no es el feo que ha realizado al Romano Pontífice, sino el que ha hecho a todos los católicos españoles. ¿No quiere ser el presidente de todos los españoles? Pues debería de haber aparcado sus ideales de preuniversitario a un lado y haber recibido al máximo mandatario de la religión abrumadoramente mayoritaria en España. Mientras que David Cameron, de religión anglicana, se reunió con Benedicto XVI tan sólo unas horas después de la muerte de su padre, Zapatero pudo hacer gala de su sectarismo sacando sólo 720 segundos para despedir al Papa y todo gracias a que su viaje de regreso de Afganistán no sufrió retraso alguno. Aunque poco tenga que ver con la política, Zapatero debería de seguir los pasos y la actitud de los buenos pilotos de Fórmula 1, como Fernando Alonso, y actuar siempre con la cabeza bien fría y con los pies calientes. Seguramente que así podría contentar a todos los españoles y no sólo a los suyos.
Y es que nadie pone en duda la importancia del viaje 'secreto' de Zapatero para visitar a las tropas desplegadas en el conflicto bélico de Afganistán, sino el momento elegido para hacerlo. No me negarán que resulta tremendamente curioso que de los 365 días que ha tenido y tendrá el presidente durante el año 2010 para visitar a nuestras fuerzas armadas, haya elegido justo el día en el que Sumo Pontífice aterrizaba en España. Si bien sus compañeros de partido y Gobierno ya han estado defendiendo su 'desplante' por los medios de comunicación nacionales argumentando que la visita del Papa era de carácter apostólico y ni mucho menos de carácter de Estado, lo cierto es que los hechos han desmontado cada una de sus palabras. En primer lugar, el Papa ostenta dos cargos que son indisolubles e inseparables. No puede viajar a España como Papa y no como Jefe de Estado, y si así hubiera sido no se habría organizado el majestuoso recibimiento que se realizó en el Aeropuerto de Santiago en el que fue recibido por las Fuerzas Armadas, los Príncipes de Asturias, el presidente de la Xunta de Galicia y el Vicepresidente Rubalcaba. Y es que Benedicto XVI sólo podría 'abandonar' durante un viaje su condición de Jefe de Estado, en el caso de que hiciera un viaje de carácter privado, algo que no ha sucedido durante estos menos de 32 horas que ha permanecido en el Territorio Español. Pero lo más preocupante del 'desplante' no es el feo que ha realizado al Romano Pontífice, sino el que ha hecho a todos los católicos españoles. ¿No quiere ser el presidente de todos los españoles? Pues debería de haber aparcado sus ideales de preuniversitario a un lado y haber recibido al máximo mandatario de la religión abrumadoramente mayoritaria en España. Mientras que David Cameron, de religión anglicana, se reunió con Benedicto XVI tan sólo unas horas después de la muerte de su padre, Zapatero pudo hacer gala de su sectarismo sacando sólo 720 segundos para despedir al Papa y todo gracias a que su viaje de regreso de Afganistán no sufrió retraso alguno. Aunque poco tenga que ver con la política, Zapatero debería de seguir los pasos y la actitud de los buenos pilotos de Fórmula 1, como Fernando Alonso, y actuar siempre con la cabeza bien fría y con los pies calientes. Seguramente que así podría contentar a todos los españoles y no sólo a los suyos.
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