Periodista
La peripecia cinegético/sociológica de los renos que pone de adorno cada Navidad el Ayuntamiento nos descubre este año un perfil que aumenta, aún más si cabe, la percepción de abatimiento que acompaña la lectura habitual de las pellejerías que se comenten sobre el mobiliario urbano. Hace unos días comentaba el destrozo y desaparición de varios de los cérvidos lumínicos (si encuentran otro sinónimo para “reno navideño” les agradeceré que me la envíen) que intentaban aportar algo de ambiente navideño en la Plaza de Barcelona hasta que una reata de gamberros acabó con el intento.
Pues bien, gracias a la colaboración ciudadana, la Policía Local ha conseguido localizar al animal robado, que no ha aparecido en la terraza de alguna vivienda excéntrica, como en años anteriores, sino que ha sido encontrado en la azotea de un céntrico Instituto. Allí en la cúspide del edificio donde se forman e instruyen esos zangolotinos que son definidos por las autoridades educativas de la Junta como “la generación de andaluces y andaluzas mejor preparadas de nuestra historia”, estaba el bicho robado. No hace falta hacer un master en Criminología para deducir que los responsables de semejante demostración de madurez son ocupantes presuntamente habituales de las aulas del centro. Naturalmente, este detalle nos permite entrever el luminoso horizonte de conocimiento, erudición y educación para la ciudadanía que asimilan estos cenutrios en clase, así como la extraordinaria labor de tutela y consejo que reciben en casa. Habrá que consolarse pensando que, por lo menos, el reno no ha aparecido en la azotea del obispado. Algo es algo.
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