Pepe Fernández
Periodista
El balance de Griñán como secretario general del PSOE-A, tras veinte meses de liderazgo, es resumido así desde dentro del propio partido: “ Griñan ha hecho las paces con todos, menos con uno”. Ese uno es el actual Secretario de Estado, Gaspar Zarrías, el único dirigente socialista al que no se le perdonan sus maniobras y cabildeos de estos meses contra la estabilidad de Griñan y del partido en Andalucía. Todo, dicen, porque se resiste a aceptar que las cosas han cambiado y lucha por mantener un poder que ya no tiene.
Tan grave acusación, escuchada en voces de primer nivel socialista, no deja de sorprender cuando, además, se asegura que Manuel Chaves y Griñán han recompuesto su relación personal y que ya no hay fisuras políticas entre ambos. “Uña y carne”, se describía gráficamente para dar a entender, a continuación, que el vicepresidente tercero del Gobierno está muy “encabronado” con su viejo escudero Zarrías.
Le acusa, cuentan, de que ha utilizado los pocos “¡ays!” de Chaves en Madrid contra lo que pasaba en el partido en Andalucia tras su marcha, para darles altavoz y convertir los quejíos del gran jefe del socialismo andaluz en un conflicto con el que socavar el liderazgo de Griñan y la paz interna en momentos de tanta zozobra ante el iceberg de mayo.
Todo ello ha sucedido después de que el actual presidente de la Junta ganase un congreso extraordinario en marzo y asumiese el mando pleno del partido y el gobierno de Andalucía.
Manuel Chaves, siempre según las fuentes andaluzas del PSOE con las que he hablado, ya es más que consciente de que quien le ha causado los problemas más serios es Zarrías, a quien -remachan de paso- habrían ordenado apartar de la primera línea “y ponerle un bozal” tras su desafortunada intervención el día que se declaró el Estado de Alarma. Rubalcaba, dicen, “está mucho más cabreado que Chaves con Gaspar”.
Hace unos meses, a raíz de unas declaraciones de Zarrias elogiando la figura política del consejero caído Martín Soler, el mismo que tiempo atrás salió de la Casa Rosa con portazo, dando a entender que le había hecho un corte de mangas al presidente al rechazar “dos consejerías”, Zarrías argumentó entonces que habían sido unas declaraciones “de manual”, de pura cortesía entre compañeros. Desde luego aquellas manifestaciones lograron su efecto al elevar la moral de Soler, quien, en su ultima cena con Usero, el candidato almeriense, reprochó a todos, entre otras cosas, que Gaspar había sido “el único” que le había dado calor y ánimo en su ostracismo politico.
Zarrias en esas fechas me confesaría que la política andaluza le quedaba lejos, que su vida familiar ya estaba en Madrid y que sus preocupaciones pasaban por su labor como Secretario de Estado junto a Manolo Chaves y lo que dijese Zapatero.
Tanta insistencia de Zarrias en manifestar que estaba alejado de la melé andaluza fue motivo más que suficiente como para sospechar que no me decía toda la verdad, como siempre por otra parte.
El tiempo iba a confirmar su nueva mentira piadosa, tras detectar el griñanismo al menos cuatro encuentros, almuerzos o charlas con directores de periódicos andaluces o influyentes columnistas y, sobre todo, leer algunas informaciones surgidas de esos encuentros.
Por lo que parece la que colmó el vaso de la paciencia fue una información de El Correo de Andalucía en la que se aventuraba que quizás Griñán no fuese candidato en 2012.
A día de hoy lo que se puede constatar objetivamente es que Gaspar Zarrías ha sido declarado desde el PSOE de Andalucía “persona non grata” de Despeñaperros para abajo. Y algunas cosas empiezan a comprenderse mejor.
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