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El 4-D, siempre en nuestra memoria

Antonio Luis Calderón Díaz

Presidente de Foro Aben Humeya


Un año más, ya van 33, los andaluces y andaluzas de conciencia nos disponemos a recordar aquel cuatro de diciembre de 1.977, en el que el Pueblo Andaluz se lanzo masivamente a las calles de todos los rincones de nuestra geografía. También allí donde existían y aun hoy existen, lo que debemos de calificar como exiliados económicos andaluces, aquellos que un día abandonaron su pueblo o su ciudad en busca de un trozo de pan y una vida mejor, para exigir al Gobierno de Madrid la plena autonomía, entendida esta en el sentido de un autogobierno que resolviera de una vez por todas los graves problemas, ya seculares, de nuestra sociedad.

Unas calles llenas de banderas verdes y blancas y de pancartas que proclamaban el orgullo de una tierra que quería gritar basta. Un pueblo con ansias de igualdad y de dignidad, negada desde siglos, y que se manifestaba en contra de seguir siendo de segunda división, tal como en su día manifestó Antonio Gala “desde la conquista de Andalucía por Castilla, nuestra tierra descendió a segunda división”. Fue la explosión de todo un pueblo en lucha por la utopía, conscientes de que como dijo Roa Bastos “no existen acontecimientos verdaderamente significativo que no tengan algo que ver con la utopía.

Un año después, el 4 de diciembre del 78, las fuerzas políticas centralistas y reformistas, en lo que se vino a denominar “Pacto de Antequera” se alineaban bajo un mismo objetivo: la reconducción de las aspiraciones mostradas por la mayoría del Pueblo Andaluz. No podía ser de otra forma, ellos, los centralistas, algunos autollamados federalistas, de centro, de derechas o de izquierdas no creen en el Pueblo Andaluz, no creen en Andalucía.

Para la iglesia somos la lujuria y el paganismo personificado; para el marxismo-leninismo, la indisciplina y el foco anarquista. Para la derecha, Andalucía es el campesino subvencionado y revolucionario, el traidor, Lorca, Machado, Alberti, etc. La izquierda recela tradicionalmente de nosotros y para los distintos gobiernos, somos un permanente peligro. En definitiva, para los no andaluces y para los andaluces sin conciencia de tal, somos individuos sin conciencia ni cultura, el folklore y la vagancia.

Pero volviendo a retomar el significado de aquel cuatro de Diciembre de 1.977, primer Día Nacional de Andalucía, cambiado por el 28 de febrero -también una fecha histórica, no en vano supimos dar una nueva lección a los enemigos seculares de nuestra tierra- no se pude dejar pasar la ocasión para recordar el crimen, injustificado, y aun sin condena de sus culpables, su ejecutor y sus superiores, del joven J.M. Caparrós.

Es cierto y sería de necio no reconocerlo, que la Andalucía de hoy, no es la Andalucía del 77; han cambiado muchas cosas, entre ellas, por su negativa maldad, la mentalidad, no hemos creído que vivamos en el paraíso y por supuesto todas las proclamas de modernización y prosperidad que nos han vendido, nada mas lejos de la realidad. Como entonces, seguimos en el vagón de cola del progreso tanto de las Comunidades del Estado español, como de Europa. Tenemos la tasa de paro más alta, la tasas de abandono escolar más destacada, tenemos grandes carencias de viviendas sociales, carecemos de un tejido industrial, nos hemos convertido en una tierra de servicios, -antes emigrábamos- con una gran dependencias de los mercados y la primera y segunda modernización, tantas veces prometidas, brillan por su ausencia.

Pero todos estos males no son fruto de esta crisis económica provocada por banqueros y las multinacionales y que tanto los Gobiernos central y autonómico no han sabido ni han podido ni han querido atajar, pero si cargar sobre las espaldas de los más débiles de los más desprotegidos. Esta situación de dependencia, es fruto, fundamentalmente, de nuestra posición de apatía, desmovilización y pasotismo. Los andaluces somos incapaces, fruto de nuestro propio individualismo y conformismo, de dar lo mejor de nosotros mismos por una causa, por Andalucía. Creemos que todo nos tiene que llegar por la gracia divina y por ello, siempre estamos mirándonos al ombligo.

Este cuatro de diciembre, como los anteriores, pasara con más pena que gloria, desapercibido para la inmensa mayoría de los ciudadanos andaluces. Los pocos actos que se organicen tendrán nula repercusión mediática y baja participación. No habrá gurús de la información, escrita, radiofónica o televisiva, que dediquen un solo minuto a recordar este importante día. Sus columnas, artículos y debates seguirán centrado en la titánica lucha por el poder en Madrid, centrados en apoyar a PP o PSOE, las dos caras de una misma moneda y del resto mejor ni hablar, es la mejor forma de que la sociedad, cada día de forma más alarmante y preocupante, crea que esto no tiene solución y que lo mejor es pasar. No, Andalucía y los andaluces no nos merecemos tanto castigo, tanto olvido, en nuestra manos esta la solución, no será fácil ni sencillo nos lo han puesto muy difícil y complicado, pero debemos tener un compromiso moral con Andalucía que nos permita hacer el camino -caminante no ha camino el camino se hace al andar- que nos permita, más pronto que tarde, construir un futuro mejor.

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