Juan A. Segura Vizcaíno
Secretario de Política Municipal del PSOE de Almería
El ministro de Fomento, José Blanco, estrenó sus nuevas competencias en materia de vivienda con una intervención en el Congreso de los Diputados que incomprensiblemente ha quedado relegada en la mayoría de los diarios a un discreto segundo plano. Lo que dijo Pepiño en la Comisión de Vivienda del Congreso, con la rotundidad con la que sólo pueden decirse las verdades, es que la solución al stock de viviendas que acumula este país y que está lastrando la remontada del sector de la construcción, pasa inexcusablemente por la bajada de los precios.
No es plato de buen gusto tener que decirle a un promotor que lamentablemente no va a ganar tanto dinero como esperaba, pero lo que no se puede seguir manteniendo es la mentira colectiva en la que parece nos hemos instalado todos de un tiempo a esta parte. Que amplios sectores de la población, en especial los jóvenes, no tengan posibilidad de acceso a una vivienda, cuando existen cientos de miles de ellas a la espera de ser vendidas, escapa a toda lógica… a no ser que los precios por los que se intenta vender sigan fuera del alcance de la inmensa mayoría.
Habló sin tapujos Pepe Blanco cuando advirtió de que los tiempos en los que la vivienda y el suelo eran activos que podían ser retenidos únicamente para especular ya han quedado atrás y no volverán. Así que el 'impasse' en el que permanecen tantos promotores y entidades bancarias sólo tiene visos de terminar perjudicándolos a ellos mismos, además de a la generación que ve frustrados sus planes vitales por no poder independizarse y a tantos cientos de miles de trabajadores que dependen del sector de la construcción y que, por mucha reconversión laboral que intenten las administraciones públicas, sólo podrán encontrar un nuevo empleo cuando la compraventa de viviendas se active de nuevo.
Está claro que ese reajuste de los precios no puede aplicarse como norma general a todas las promociones que están sin vender y cuyos precios ya han descendido de manera notable, pero también es cierto que hay suelos y clases de viviendas donde el exceso de oferta salta a la vista. Salvo intervención divina (o un reparto masivo de premios gordos en el próximo sorteo de Navidad), la principal solución para el problema de la vivienda es bajar los precios, y no podemos esperar más para aplicarla.
Además, hay otras medidas que ayudarían, pero ésas ya las está aplicando el Gobierno. Entre ellas, sobresale la promoción de las ventas a extranjeros, insistiéndoles en la seguridad jurídica de comprar en España; el fomento del alquiler; y la apuesta por la rehabilitación, que el pasado mes de septiembre creció un 5% y ya está permitiendo dar trabajo a muchos de los parados de la construcción.
No es plato de buen gusto tener que decirle a un promotor que lamentablemente no va a ganar tanto dinero como esperaba, pero lo que no se puede seguir manteniendo es la mentira colectiva en la que parece nos hemos instalado todos de un tiempo a esta parte. Que amplios sectores de la población, en especial los jóvenes, no tengan posibilidad de acceso a una vivienda, cuando existen cientos de miles de ellas a la espera de ser vendidas, escapa a toda lógica… a no ser que los precios por los que se intenta vender sigan fuera del alcance de la inmensa mayoría.
Habló sin tapujos Pepe Blanco cuando advirtió de que los tiempos en los que la vivienda y el suelo eran activos que podían ser retenidos únicamente para especular ya han quedado atrás y no volverán. Así que el 'impasse' en el que permanecen tantos promotores y entidades bancarias sólo tiene visos de terminar perjudicándolos a ellos mismos, además de a la generación que ve frustrados sus planes vitales por no poder independizarse y a tantos cientos de miles de trabajadores que dependen del sector de la construcción y que, por mucha reconversión laboral que intenten las administraciones públicas, sólo podrán encontrar un nuevo empleo cuando la compraventa de viviendas se active de nuevo.
Está claro que ese reajuste de los precios no puede aplicarse como norma general a todas las promociones que están sin vender y cuyos precios ya han descendido de manera notable, pero también es cierto que hay suelos y clases de viviendas donde el exceso de oferta salta a la vista. Salvo intervención divina (o un reparto masivo de premios gordos en el próximo sorteo de Navidad), la principal solución para el problema de la vivienda es bajar los precios, y no podemos esperar más para aplicarla.
Además, hay otras medidas que ayudarían, pero ésas ya las está aplicando el Gobierno. Entre ellas, sobresale la promoción de las ventas a extranjeros, insistiéndoles en la seguridad jurídica de comprar en España; el fomento del alquiler; y la apuesta por la rehabilitación, que el pasado mes de septiembre creció un 5% y ya está permitiendo dar trabajo a muchos de los parados de la construcción.
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