Luis Cortés
Catedrático de Literatura de la UAL
Confieso que en mi vida me he puesto una bata de casa; en mi juventud pensaba que era de personas mayores; ahora que lo soy yo, no se ha desarrollado en mí querencia alguna por dicho atavío. Sospecho, sin embargo, que ha de ser una prenda de máxima comodidad dado que su florecimiento en el ámbito casero se extiende tanto en el tiempo como en el espacio. Parece ser, no obstante, que en nuestros días está recibiendo una fuerte competencia por parte del chándal, ropa nacida para el deporte y que ha encontrado hasta tal punto acomodo en la vida juvenil que se postula como la alternativa natural de la bata, como los tenis son de los zapatos o los vaqueros del pantalón.
Quienes usan esas batas saben que con ellas no pueden –al menos no deben- ir a un acto público; una persona con tal atuendo en la cola de un cine no parece que dé una imagen adecuada socialmente. Para estas ocasiones se vestirán con otras prendas: pantalón, jersey, chaqueta, etc. La bata tiene su sitio y la chaqueta el suyo.
Cuento todo esto porque hace muchos años que repito a mis alumnos que con el uso del habla pasa igual que con la vestimenta citada: existe un habla de la bata, un habla de la chaqueta y un habla del chaqué; esta última es la que se emplea en las situaciones solemnes y de la que ahora no nos vamos a ocupar. Bueno … también existe un habla andrajosa y llena de impurezas. Las personas que dominan la lengua conocen varios registros y saben en cada momento cuál han de utilizar; por el contrario, las menos dotadas lingüísticamente solo emplean el único que conocen, mejor o peor, que suele ser el coloquial. Son muchas, sin embargo, las que ignoran que hay usos válidos para el registro de la bata que no sirven para el registro de la chaqueta, pues lo coloquial no siempre es aceptable en situaciones formales, como puede ser una conferencia o una entrevista radiofónica. El ejemplo que suelo citar es el del comío, que todos podemos emplear en algunos casos en nuestra casa o en el ámbito de los amigos y que es adecuado en un registro coloquial pero que no lo es en un registro formal. El hecho contrario, el uso de términos propios del discurso formal en nuestra lengua coloquial, nos puede llevar directamente a un habla petulante, tan inadecuada como la anterior.
Hablar bien, por consiguiente, requiere adecuar la lengua a la situación, y esta no es la misma si estamos dando clase a nuestros alumnos o hablando de fútbol con los amigos. En el primer caso, en la explicación académica, utilizaremos un registro técnico-próximo –una conferencia, sería técnico-distante- y con nuestros amigos, utilizaremos un registro coloquial. Y en este se nos permiten no sólo vocablos especiales (cachondeo, pirarse, etc.), frases hechas (‘salir enchufado’ en el sentido de ‘salir concentrado’; ‘cruzársele los cables’ con el significado de ‘perder un poco la razón’, etc.) sino aspectos del lenguaje que si bien no son del todo correctos pueden ser adecuados para este registro. Así, la sustitución del relativo cuyo por que su en construcciones como “El Roquetas es un equipo que su objetivo es la permanencia”; la omisión de la preposición en ante el relativo que, en casos como “El día (en) que me quieras” o “En el momento (en) que llegaste”. Del mismo modo se consiente en dicho registro coloquial la pérdida de la preposición de en ejemplos como “Me acuerdo (de) que cuando pasó aquello …”, aunque lo correcto sea “Me acuerdo de que …. Los ejemplos serían muchos. Citemos dos más: uno es alante, variante reducida del adverbio de lugar adelante, en casos como “vete para alante”; y otro es el empleo de adentro seguido de de en “Lo encontraron calcinado adentro del coche”; ambos serían inadmisibles en el habla de la chaqueta, donde solo se podría decir “vete para adelante” y “dentro de su coche”, pues son las dos acepciones aceptadas en la norma culta del español. Podemos decir que todos esto empleos, en este registro coloquial, tienen licencia y no llegan a ser vulgarismos; sí lo serán, en cambio, usos como “me se cayó el lápiz”, “la regalé una bicicleta”, "ojalá fuera ido antes”, “detrás mía” “cónyugue”, etc.); son inaceptables con bata, con chaqueta o con chaqué. Sería el habla de la chupa del dómine Cabra, tan sucia como andrajosa.
“Señor -respondió Sancho-, cada uno ha de hablar de su menester dondequiera que estuviere”. Efectivamente, Sancho, pero si es posible hagámoslo adecuadamente, con discreción y sin impurezas. Es lo deseable.
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