Urnas y despachos

Javier Aureliano García
Secretario Provincial del PP

No es la primera vez que los almerienses asistimos al intento de los socialistas de intentar conseguir por otros medios lo que los ciudadanos les vienen negando reiteradamente en las urnas. Allí donde los vecinos de un pueblo cometen el tremendo “desacato” de no votar al candidato que la cúpula socialista almeriense ha designado para esa localidad, y votar mayoritariamente a un candidato del Partido Popular, acabamos viendo intentos descarados de deslegitimación de esos alcaldes por medio de las tretas más burdas e incluso las más desvergonzadas.

El más reciente caso de esta estrategia rastrera e impresentable lo estamos viendo en Sorbas, con una injusta campaña de persecución mediática del buen alcalde de esa localidad, José Fernández. Al igual que hace tiempo vimos en Gádor o en Berja, en donde también se fabricaron artificialmente contra sus respectivos alcaldes populares “casos” de presuntas ilegalidades que luego los tribunales establecieron que no eran tales, los socialistas pretenden ahora convertir al alcalde de Sorbas en objetivo de todas sus sospechas.

De entrada, les diré que han vuelto a pinchar en hueso otra vez. No sólo han topado con un alcalde trabajador, sacrificado y volcado en el bienestar y progreso permanente de Sorbas, sino que además han topado con un hombre que no se deja llevar por tentaciones a la hora de llevar a cabo su trabajo como alcalde electo. Algo que, por cierto, no pueden decir todos los alcaldes socialistas de la provincia de Almería. Y es que a los socialistas, cuando pretenden conseguir en los despachos lo que las urnas les niegan una y otra vez, les da igual despreciar aspectos básicos del Estado de Derecho como la presunción de inocencia. Para los socialistas, todos los militantes y simpatizantes del Partido Popular son sospechosos de oficio. Por lo tanto, les parece lícito y muy progresista volcar sobre ellos todo el peso de la sospecha y la duda pública, porque piensan que el que difama acaba llevándose algo. Pero la experiencia debería recordar a los socialistas almerienses que lo único que se llevaron de operaciones similares, como las urdidas contra Eugenio Gonzálvez, alcalde de Gádor, o Antonio Torres, alcalde de Berja, fue el descrédito, el ridículo y el rechazo de la amplia mayoría de vecinos de esas localidades, y el dudoso honor de haberse convertido en marionetas judiciales de las estrategias que diseñan en su despacho los señores que todavía mandan en el PSOE almeriense.

Quiero recordar a los que no hayan conocido el asunto que sirve de pretexto a los socialistas para montar otra de sus habituales pajarracas en los medios, que todo el delito que le pretenden imputar al alcalde de Sorbas no es otro que autorizar una licencia de obras pertinentemente avalada por un técnico municipal. ¿Dónde está, pues, el problema? No soy jurista, pero me gustaría saber en dónde puede verse o entreverse la prevaricación si un alcalde otorga una licencia urbanística con un informe favorable del técnico competente. El problema está en que los socialistas no toleran, no admiten o ni tan siquiera pueden entender que los almerienses no les quieran y no les voten. Y que para ellos, todo lo que no sea tener un alcalde socialista al frente de los pueblos y las ciudades no sólo es un déficit democrático, sino también todo un escenario abonado a las sospechas delictivas más diversas.

Como secretario provincial del Partido Popular, debo agradecer a los socialistas que perseveren en esta línea de actuaciones, pues de ese modo no sólo ponen en evidencia su incapacidad a la hora de transmitir mensajes ilusionantes, sino que además revelan una falta de estilo y de talante tan clara, que son los propios vecinos los que acaban dándoles la espalda cuando ven el tono y las formas con las que pretenden atacar a unos alcaldes trabajadores, decididos y comprometidos con el bienestar y el progreso de sus localidades. Y a las pruebas me remito: que los vecinos de Sorbas comparen cómo estaba el pueblo cuando gobernaban los socialistas y cómo está ahora. Y que luego, cuando los tribunales pongan las cosas en su sitio, a ver si los promotores de esta persecución pueden seguir saliendo a la calle con la cabeza alta.

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