Pedro Mena Enciso
Profesor de Historia
Últimamente todos los medios de comunicación están poniendo el dedo en la llaga al hablarnos de la crisis de la familia. A veces procuramos no pensar en ello, “pasar del tema”, pero si reflexionamos unos momentos veremos que la familia, nuestra familia, es lo más importante de la vida: en ella nacemos, en ella crecemos, de ella salimos para crear otra nueva y siempre la consideramos como el lugar donde nos quisieron y nos educaron. En definitiva, la familia es el núcleo natural que nos ayuda a crecer aunque después intervenga la escuela, la sociedad...
Pero ¿qué está pasando ahora? ¿por qué la familia ha perdido su unidad y sus componentes viven en ella sin interrelacionarse?. La casa ¿es un hotel de conocidos? Si perdemos la comunicación en la familia, nuestros hijos están llamados a ser “carne de cañón”, a tirar por cualquier derrotero, a buscar en la calle otras alternativas a esa falta de atención y cariño: drogas, violencia...
Formar una familia, tener hijos, es un tema muy serio, no se puede dar marcha atrás porque lo que está en juego no son cosas materiales, sino personas y éstas no se pueden aparcar cuando a los padres nos apetezca. Es una labor constante y difícil, pero hermosa y gratificante. Educar, convivir con nuestros, hijos no es una tarea de fin de semana, es tenerlos presentes siempre, conocerlos profundamente, pues no se puede educar en serie ya que cada uno es un ser humano con una personalidad y unas necesidades diferentes; por otro lado, nosotros, como padres, tenemos que esforzarnos en hacer creíbles nuestras ideas y servirles siempre de foco de referencia. Unos buenos padres y unos buenos maestros son algo insustituible, que pervive siempre en nuestra memoria.
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