Caso popó... niente

José Fernández
Periodista

Señala un conocido adagio infantil que nadie se escapa de la deposición y que no sólo las cabezas coronadas o las más altas dignidades vaticanas rinden el peaje habitual en la íntima soledad del excusado, sino que también lo hacen todos los ciudadanos con una razonable función intestinal. Lo cierto es que, bien sea por la envidia o por el inconsciente deseo de igualarse con los más ricos, se da con frecuencia la costumbre rebajar a los poderosos a la rasa condición de excretores, acaso porque con los pantalones bajados todo el mundo parece igual de pobre.

El caso es que acabo de ver en la prensa que uno de los imputados en la epicéntrica Operación Poniente disponía de un váter valorado en seiscientos euros, igual que hace unos meses se publicó que otro de los implicados marbellíes de la Operación Malaya defecaba en un aseo decorado con pinturas de valiosísimas firmas. Entiendo que la reacción normal del lector sea enfurecerse con tan descriptiva prueba del desparrame en que todos estos presuntos chorizos acabaron instalados tanto en su vida pública como en la privada.

Sin embargo, creo que estos excesos (el del váter caro era el mismo que comía en platos de oro, lo cual nos traza la metáfora perfecta de la deglución y tránsito del patrimonio municipal de El Ejido) no son más que la zanahoria en el palo de lo que verdaderamente importa, que no es sino el establecimiento claro de responsabilidades penales, económicas y políticas de una trama instalada en el saqueo sistemático de un ayuntamiento, fulminando.

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