Fausto Romero-Miura Giménez
Abogado
Cuando yo era niño -lo fui- había un Notario en Almería que se marchó a Segovia huyendo del frío. Había quien decía que estaba loco pero él lo desmentía: "en Almería, la hora que paso en la calle, es muy agradable, pero en las veintitrés que paso en la casa y el despacho, me hielo. En Segovia, las veintitrés de casa tendré calefacción, y en la de la calle saldré ya templado y, además, me abrigaré". Es verdad que en Almería no estaban entonces -ni estamos- preparados para el frío. Ayer, por ejemplo, casi me congelé, y eso que, con mucho, prefiero el frío al calor cuando éste resulta insoportable: prefiero un día de ponientá en diciembre a uno de levantá en agosto: con el frío, me puedo abrigar; con el calor…
Y más congelado me quedé cuando, hacia las diez de la mañana, llegué a la Universidad: el termómetro marcaba diez grados, pero oí que la sensación térmica era de cuatro. Estaba nublado y él viento soplaba fuerte en la calle entre los edificios departamentales. Todos íbamos forrados… y, en esas, me adelantó un alumno chino sin más abrigo que un niqui blanco de manga corta. ¡Criatura! Porque su compañera, también chinita, se frotaba las manos e iba abrigada hasta las trancas.
No supe qué pensar: ¿es el frío algo sólo subjetivo; cómo aguantará el alumno chino un día de verano en Almería; son isotermos los chinos? Me respondí, claro, con la respuesta que nos damos en Almería: cá uno es cá uno. Lo absoluto, pues, no existe.
Y me acordé de la sorpresa de Benítez Carrasco por "la nieve de no romperse / estando en medio del fuego / y el fuego de no apagarse / teniendo a la nieve en medio".
(La Voz de Almería)
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