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Pitas, pitas

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Seguramente ustedes recordarán aquel retrato que sobre Andalucía plasmaba Esperanza Aguirre y que escenificaba en un corral de gallinas y las “pitas, pitas, pitas”. Realmente Esperanza Aguirre no quiso llamar gallinas a los andaluces; al contrario, son nuestros dirigentes políticos de la Junta de Andalucía los que ejercen el papel de granjeros con las manos repletas de panizo, y animando a las mininas a llenar los buches a la llamada de “pitas, pitas, pitas”.

Nos toman por el “corralito Biona”. Felipe González regresa a Andalucía para evitar, como sea, la posible alternancia de poder y mantener la hegemonía socialista por más de 30 años. González, con acento andaluz y registros sudamericanos, regresa con nuevas maniobras de encantamiento y aires de granjero al corral andaluz. De entrada, González llega sobrao y muy gallito, diciendo que “obtendría mejores resultados que Zapatero, Rubalcaba y Blanco”. Pero lo más destacable, y que retrata la falta de respeto por los andaluces, son las declaraciones en torno a la memoria, de la que González asegura que es engañosa, pues “la gente se ha olvidado de las barbaridades que hice”. Dicho lo cual, González no sólo destila desprecio por la memoria de los andaluces (GAL, FILESA… Guerra); además, da por amortizado el período de mayor corrupción que ha podido conocer un país de la democracia occidental y que se ha saldado con la “X” impune en cuanto a la autoría intelectual de las “barbaridades” que Felipe dice haber sido olvidadas.

Ya no se conforman con tratarnos como a gallinas con el “pitas, pitas, pitas”. Ahora quieren que tengamos la memoria de una brótola. Ya saben: los peces tienen remanencia memorística de cinco segundos.

Ni olvido, ni perdono. Han sido muchas las barbaridades cometidas para que Andalucía sea una de las más atrasadas regiones de Europa. Se han despilfarrado y trincado miles de millones, y se han aplicado alcaldadas, nepotismos y arbitrariedades que, persistiendo durante 30 años, no tienes más remedio que pensar que nos han tomado la medida o han logrado clonar una población transgénica que olvida con extrema facilidad y se adecua a mensajes y estímulos puramente vegetativos. De ahí, la campana de Paulov, la memoria de una breca y las “pitas, pitas, pitas”.
(Publicado en noticiasdealmeria.com) 

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