Programa holgazán

Kayros
Periodista

Los sábados sabadete me pongo algo frívolo, cura de intrascendencia. Llega uno a la noche del viernes tan abrasado de problemas cruciales (las pensiones, el paro, el robo de bebés, el Apocalipsis) que me tomo un respiro.

Programa holgazán para quien no quiere saber pizca hasta el lunes:

Primero: Dejar de leer lo que diga el Sumario de la Operación Poniente. No nombrar a imputados ni a jueces ni a testigos. Aunque me llaman la atención las técnicas solapadas de enriquecimiento inmoral, suspendo cualquier juicio.

Segundo, hacer uso de cierta elegancia intelectual y, si cabe, utilizar la compasión. Si yo me hubiera visto circunstancialmente dentro de este lío choricero, quizá fuera hoy también un imputado sin comerlo ni beberlo. De cualquier forma, mientras no haya sentencia, abandonemos el placer sádico de criticar la miseria humana.

Tercero, anotar, si cabe, que a nuestros Enciso se le ha caído el pelo; esto no es una metáfora. No son pocos los admiradores que habrán cambiado de chip, lo cual siempre es triste. A estas alturas, algún correligionario de partido habrá instalado ya su tienda en las mismas antípodas, no sea que la repugnancia llegue al tejado. Pocos alcaldes han sido más a piñón fijo alabados, más puestos en las nubes de la buena política y del amor a su pueblo. Hay en este caso algo que, incluso lejos de la sentencia, puede servirnos de edificación, y es el aprendizaje de los endiablados circuitos de la corrupción. Cuando vemos la trama, todavía desde las páginas del Sumario, lo primero que pensamos es si todo está urdido por un chepado botarate que vive a oscuras en los sótanos municipales. Vean: El Ayuntamiento del Ejido necesita unos servicios especiales (gas, energía, limpieza, etc.). Nuestros ediles fundan una empresa mixta. Se da el caso que la empresa tiene conexiones con el alcalde, el interventor y otros servidores. El administrado vive encantado de lo bien que marcha todo. Luego se descubre que la empresa mixta es una máquina de convertir el dinero público en privado, con lo cual nadan en oro unas pocas familias. De la noche a la mañana llega el escándalo a El Ejido y lo que parecía un emporio de riqueza se convierte en grito unánime de trabajadores que no cobran a fin de mes. Coño, coño, dejadme al menos gozar del sábado.
(La Voz de Almería. Con su autorización)

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