Un nuevo modelo de Comunidad

JoséAntonio Morales Molina
Plataforma por Andalucía Oriental

Las Comunidades Autónomas fueron la gran apuesta de la naciente democracia española de finales de los años setenta y principios de los ochenta. Pasados treinta años de desarrollo autonómico, los ciudadanos de a pie, interesados por la gestión política de nuestro país, hemos ido evaluando las fortalezas y las deficiencias de este sistema. La situación económica actual está haciéndonos reflexionar seriamente sobre la viabilidad económica del actual estado de las autonomías.  Hablar del estado centralizado ha dejado de ser un tema tabú. Mencionar este asunto parecía que iba en contra los intereses de los diferentes territorios españoles. Sin embargo, actualmente ha pasado a convertirse, a la vista de gran número de personas, en  la alternativa al elevado gasto público, insostenible ante  la crisis económica que estamos sufriendo.
 
Con el cambio de gobierno que elevó a presidente de la Junta de Andalucía a José Antonio Griñán, se han empezado a plantear nuevas fórmulas para gestionar esta macro-comunidad autónoma. Han comenzado a ponerse sobre la mesa decenas de organismos de diferente tipología legal, empresas públicas, patronatos, agencias, etc., que tienen en común un manto velador que no deja ver la necesidad de su existencia o la eficiente gestión del dinero que entra en ellos.   El nuevo presidente ha comenzado a hablar de reestructuración de la administración periférica de la comunidad. Para ello ha puesto a trabajar a la consejera de economía con un doble fin. Por un lado pretende acercar la administración a la ciudadanía y por otro reducir el excesivo gasto público. La necesidad  de la reducción del gasto es bien conocida en estos tiempos de “vacas flacas” por casi todos los españoles. En cuanto al asunto relacionado con la descentralización, aunque es menos conocido por la mayoría de españoles, en la Región  histórica de la “Alta Andalucía" o “Andalucía Oriental” sí lo conocemos, muy a nuestro pesar, representado por la falta de desarrollo económico y respeto histórico-cultural en estos últimos treinta años, consecuencia de la fusión por absorción que se ejerció desde la Baja Andalucía sobre nuestra región.

Desde la Plataforma por Andalucía Oriental no conocemos el protocolo de trabajo que está llevando a cabo la consejera Martínez Aguayo para conseguir lo que el Señor Griñán le ha pedido, “meter tijera”, lo que sí tenemos claro es que poseemos la fórmula que conseguiría los dos objetivos pretendidos. Para ello no nos inventamos nada, sino que recogemos lo que proponían las Bases para la Elaboración del Estatuto de Autonomía para Andalucía Oriental, publicadas en el año 1924. Este documento plasmaba una organización autonómica para la Región de Andalucía Oriental basada la mancomunidad de diputaciones provinciales. En este sistema, los diputados provinciales serían quienes compusieran el parlamento autonómico, pero además se evitaría la duplicidad actual de cargos públicos en las provincias, donde los diputados provinciales serían quienes gestionarían la administración periférica de las provincias. ¿Cuánto gasto en representación, dietas, sueldos, asesores, etc., nos ahorraríamos? Esa es una buena receta para que la Señora Martínez Aguayo haga llegar al Palacio de San Telmo. Y siguiendo con el tema de la descentralización, resaltamos una propuesta adelantada a su tiempo teniendo en cuenta que las citadas Bases se publicaron en el año 1924, éstas propusieron que  el gobierno de la comunidad autónoma tuviera carácter rotatorio, visitando todas las provincias componentes de la comunidad autónoma, sistema parecido al que utiliza la Unión Europea. Las consejerías y demás órganos de poder estarían distribuidos de forma equitativa por la geografía de toda la región, beneficiando de esos puestos de trabajo y riqueza a todos por igual. ¿Hay algo más distinto de la actual Andalucía que lo aquí exponemos y que deseaban llevar a cabo los granadinos, almerienses y jienenses de principios del siglo XX? Esas propuestas supondrían y algún día se podrían convertir en el “acercamiento del poder al ciudadano”.
  
En el primer Estatuto de autonomía para Andalucía sí se proponía un modelo político-administrativo para esta comunidad en el que las diputaciones provinciales fuesen el elemento que articulase  la gestión de la comunidad autónoma en cada una de las ocho provincias. En ese mismo estatuto no aparecía ninguna ciudad como capital autonómica. Éste sistema hubiese supuesto el reconocimiento de la diversidad de esta comunidad, aunque para nosotros nunca se tenía que haber constituido con las ocho provincias, sino con “las de nuestra región”. En línea con la articulación provincial propuesta, se publicó una Ley autonómica de relaciones entre la comunidad autónoma y las provincias (11/1987). Ahí se quedaron las supuestas intenciones. Para evitar ese reconocimiento a los territorios provinciales, se inventaron las delegaciones provinciales, originando un centralismo semejante al que se pretendía destituir, con lo que se crearon muchos más cargos públicos y  duplicidad de administraciones que llevarían a un aumento exponencial del gasto público. El nuevo Estatuto de autonomía para Andalucía, publicado en el año 2007, terminó de sentenciar a las provincias dejándolas como meros espectadores del centralismo sevillano, que esta vez sí consiguió el reconocimiento como capital autonómica. Paradojas de la vida, lo que entró en vigor hace menos de tres años, parece que se está quedando más obsoleto que las bases para la elaboración del estatuto de autonomía para Andalucía Oriental, con más de ochenta años de antigüedad.

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