Manuel Recio
Consejero de Empleo de la Junta de Andalucía
En las situaciones turbulentas suele ocurrir siempre lo mismo: la solución de los problemas del corto plazo, del día a día, postergan abordar los de mayor calado. Es lo que percibo que está ocurriendo en esta crisis.
¿Cuáles son las soluciones que se están barajando? Una breve reflexión nos puede ayudar a entender cuál es el verdadero problema al que nos enfrentamos y cuáles pueden ser las posibles alternativas de actuación.
El problema al que nos enfrentamos es que el capitalismo debe ser redefinido si no queremos entrar en una serie de crisis cíclicas con secuencias de aparición cada vez más cortas. Este es el verdadero problema de fondo. Al principio de esta crisis diversos analistas coincidían en que además de tratar de paliar las consecuencias de la misma, debería modificarse el paradigma de beneficio cortoplazista y especulativo con el que habíamos venido funcionando durante los últimos 20 años. Sin embargo, la dificultad del día a día nos está impidiendo entrar en el debate de fondo. Una vez más, los árboles nos impiden ver el bosque.
La crisis no está afectando a todos los países del mundo por igual. A los países emergentes les ha afectado en menor medida que a las economías desarrolladas. Dentro de estas últimas, las más afectadas son las que tienen más desarrollado el estado del bienestar.
Las soluciones más neoliberales desde el punto de vista económico han sido aplicadas. El problema, según su visión, es un problema de competitividad. Es decir, si los países emergentes tienen costes más bajos (salariales, sociales, medioambientales …), la única solución es cobrar menos y trabajar más. ¿Cuál sería el límite? El de aquellos países que tengan los menores costes en cada momento.
Existe, de acuerdo con el paradigma más ortodoxo, otra alternativa que es la de la diferenciación a nivel global. Es decir, ser capaces de producir bienes y servicios con un valor añadido diferencial que sea valorado y pagado por un grupo de clientes. Para conseguirlo la receta más extendida es la de la innovación en todos sus niveles: nuevos productos, servicios, marcas, canales de distribución, comunicación …
Estos análisis obvian que las transiciones que proponen llevan aparejadas largos periodos con altas tasas de desempleo y pérdida de los logros sociales que son deseables en cualquier sociedad desarrollada. Además, los países emergentes están llevando a cabo inversiones en innovación y educación que en nada envidian a las que realizan los países más desarrollados. Incluso en algunos de estos países, como es el caso de Corea del Sur, se han creado Innopolis que no sólo invierten en los mismos sectores estratégicos que los países desarrollados, sino que los resultados de éxito obtenidos son tantos que excede a la capacidad de absorción que tienen su sector empresarial y se han convertido en comercializadoras de innovación a nivel global.
Este panorama nos llevará a crisis recurrentes y una pérdida de los logros sociales que son deseables para que las desigualdades no se acrecienten. De seguir en el camino que vamos uno de los mayores problemas a los que nos tendremos que enfrentar será la desigualdad. No sólo entre países, sino sobre todo dentro de los países desarrollados.
El origen del problema lo ha de descrito de forma magistral el profesor Michael Porter en su artículo publicado en la Harvard Business Review titulado “The Big Idea: Creating Shared Value”.
Existe la sensación de que los intereses de las empresas están cada vez más distanciados de los de la sociedad. Que la prosperidad de las corporaciones se hace a costa del interés general.
El problema estriba en que el comportamiento empresarial está regido por los criterios neoliberales que se impusieron en las dos décadas pasadas. Guiados por los resultados financieros a corto plazo, ignoran las consecuencias negativas que su actuación tiene en el conjunto de la sociedad a medio y largo plazo. Ignoran así cuestiones como la depredación de recursos naturales y sociales, que están generando la inestabilidad y la generación de desigualdad mayor que se haya producido en nuestra historia reciente. Es difícil defender, a no ser de forma interesada, que en la deslocalización de actividades productivas hacia zonas con costes más bajos puede encontrarse la solución que esta crisis necesita.
Un nuevo modelo ha surgido. Partiendo del fértil campo que se da en la frontera entre la empresa y la sociedad se ha creado el concepto de Valor Compartido (“Shared Value”). Las empresas deben volver a conectar el beneficio social con el beneficio empresarial. Es fácil de entender: lo que es bueno para la sociedad es bueno para la empresa, y no al contrario. Sólo contribuyendo a construir sociedades más prósperas, las empresas garantizan su supervivencia a largo plazo. Es decir, la posibilidad de obtener beneficios en el futuro.
Este modelo toma parte de los desarrollos que han sido llevados a cabo en el campo de la Responsabilidad Social Corporativa en los últimos años. Pero no los toma como un elemento periférico del sistema, sino como el corazón del mismo. La Responsabilidad Social Corporativa, en su concepción y aplicación actual, no ha evitado la opinión, cada vez más extendida, de que incluso las empresas que obtienen las certificaciones más prestigiosas en RSC no han sido capaces de conseguir ser percibidas con un comportamiento socialmente responsable. Es la diferencia entre las certificaciones en Responsabilidad Social Corporativa y el Social Confirming. Es la diferencia entre lo técnico y lo percibido.
Así lo han entendido la empresas pioneras que ya lo están aplicando con notable éxito: Netslé, GE, Google, IBM, Johnson & Johnson, Unilever, Wal-Mart. Sus consecuencias en todo lo que ha venido siendo nuestro acervo de conocimientos es rotundo: cambio en las fuerzas competitivas, en la cadena de valor, en el papel y desarrollo de los cluster, en las políticas de desarrollo... Para un análisis más pormenorizado recomiendo la lectura del artículo de Michael Porter.
El capitalismo debe cambiar. El problema está en su corazón. Este debe ser más social si quiere permanecer con estabilidad durante las próximas décadas. El paradigma ha cambiado y así lo han entendido las empresas líderes globales. El Valor Compartido (Shared Value) es el nuevo paradigma para conseguirlo. Y el Social Confirming (Respaldo Social) el instrumento que la ciudadanía tiene para controlar su cumplimiento.
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