Manuel León
Redactor-Jefe de La Voz de Almería
Veíamos a Alfredo Landa y a José Sacristán en la Telefunken pasándolas canutas en Dusseldorf ¿o era Francfurt? con las patillas y el tupé Arriba España; con el jersey de cuello largo y el chorizo de Segovia en la maleta. Huele a neftalina y sin embargo, a tenor de la expectación creada por Medicall Group para trabajar o maltrabajar en el país teutón, parece que hemos vuelto a las andadas: a la maleta de cartón de la Fura del Baus, a las esperas en los andenes, al bocadillo de mortadela, eso sí, posiblemente con un ipad en las manos.
Suena a sainete, a broma de mal gusto, pero es tan real como la vida misma: miles de jóvenes de nuestra provincia están dispuestos a marchase a Berlín, a Hamburgo, a seguir siendo carne de cañón, el cabeza de de turco de Günter Walrraff, como lo fueron sus abuelos en la Postguerra, en fábricas de salchichas o de de lavadoras. Como lo fueron gente que luego fueron alcaldes como Bartolomé Soler de Antas o Miguel Barón, en Bédar, tiempos de estrecheces y sacrificios para ahorrar algunos marcos y poder formar una familia. Parece que todo eso formaba parte de nuestro reciente pasado nostálgico, como el negrito del Colacao, como el consultorio de Elena Francis; que pertenecía a un tiempo ya superado con creces gracias a la modernidad ganada a golpe de cosechas tempranas en los invernaderos o de la industria del mármol o de nuestro capacidad turística. Y sin embargo llega un tipo y se le ocurre ofertar 500 contratos basura a más de mil kilómetros y se forma una cola de órdago y se reciben más de 500 llamadas pidiendo un puesto para limpiar retretes en hoteles y bares alemanes, para coger carretera, manta y guitarra y hacer lo que sea y donde sea: eso es desesperación en estado puro de la generación más preparada de la historia de Almería. No puede ser otra.
(Publicado en La Voz de Almería. Autorizada su reproducción)
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