Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista
Quedan pocos días para que termine su estancia, en la sede del Centro Andaluz de la Fotografía , la exposición “Pitou”, una muestra del álbum familiar del histórico fotógrafo francés Emmanuel Sougez (1889-1972), que desvela rasgos que explican esencias de la obra de este fotógrafo desde su ámbito más cotidiano y personal. Estos días hay que aprovecharlos para reencontrar aspectos personales del hecho fotográfico. La exposición viene acompañada por el libro-catálogo ‘Álbum de familia’ de Marie-Loup Sougez, una importante referencia en los estudios actuales de la historia de la fotografía. Ella, hija del fotógrafo, está presente en las imágenes expuestas, forma parte de los personajes que Emmanuel Sougez recogió sobre todo en los años 30, en su particular exaltación de la vida cotidiana, de un entorno personal que en otras circunstancias quedaría desapercibido.
La fotografía familiar se mueve, por lo general, al margen de los conceptos que vinculan el hecho fotográfico con las trayectorias culturales más creativas. Las fotos de cualquier álbum familiar responden a momentos particulares muy personales e íntimos, sobre hechos que por lo general sólo interesan al entorno familiar, son imágenes sin clasificación, fuera de lo establecido en fotografía. Un territorio fotográfico, al margen. El interés surge cuando el fotógrafo creativo reconocido desvela sus ‘fotos familiares’, porque esos fotógrafos también tienen padres, esposa, hijos, amigos, nietos, sobrinos, una casa, un espacio con su atmósfera familiar y lugares por donde transcurre su vida cotidiana llena de acontecimientos familiares. Esas fotografías mantienen un particular estilo donde no se da tanta prioridad a las reglas formales de la situación fotográfica. Si a eso añadimos el valor que el paso del tiempo impone a las imágenes, nos encontramos que, poco a poco, en la historia de la fotografía ha surgido un patrimonio escondido en baúles familiares donde se guardan viejos álbumes de fotografías, cuando no han sido arrojados al cubo de la basura. Y lo que en un principio pasaba desapercibido, poco valorado, cuando no despreciado, donde los autores anónimos nunca trascendían al exterior, termina constituyendo un patrimonio histórico-cultural fundamental para conocer el mundo cotidiano, social, de las gentes. De ahí que el álbum familiar sea reivindicado como un objetivo a recuperar en cualquier lugar y que lo imperfecto, en muchos casos, sea enaltecido por su valor documental e informativo.
Hoy día, la vida de una ciudad o de un pueblo, de un país en general, necesita de los álbumes familiares de sus habitantes para conocer y comprender lo que nos es más próximo: nosotros mismos y nuestro entorno personal y así saber cuál es la exacta dimensión de nuestro mundo partiendo desde la base. De ahí el importante sentido y valor de la exposición “Pitou”, que recoge imágenes familiares del importante fotógrafo francés. De la obra de Emmanuel Sougez se conoce su transparencia creativa en imágenes que ocupan un lugar propio en la historia, un mundo escenificado, con particulares puestas en escena. Pero ahora, con su ‘álbum de familia’ resurgen otras situaciones más vitales, directas, espontáneas. En este tipo de imágenes, donde están presentes su esposa Madeleine, y sus hijas Clo y Marie-Loup, destacan los pequeños formatos de cada fotografía, la atmósfera de sus luces grises. La libertad del momento, la quietud de la escena y la autenticidad de unas imágenes que no fueron realizadas para su difusión pública. Y eso lo que les da un sello de originalidad y autenticidad para interpretar una realidad concreta.
Madre hablando a su hija pequeña, la hermana mayor con la hermana pequeña, el lugar de la casa familiar, los paseos, el paso del tiempo presente, gestos, manos, detalles…, son imágenes que el tiempo transforma, impone un original poder narrativo desde la singular atmósfera del blanco y negro. Hay distintas miradas, rostros, fiestas familiares, sentido del grupo, lo individual, el juego ante la cámara. En todas las escenas es significativa la puesta en escena y el paso del tiempo en los personajes familiares para constatar la grandiosidad de lo simple. Comparece el paisaje en cada momento, como un entorno cercano, los contrates con las sombras, de frente, de espaldas entre variaciones de luz para la brillantez de la contemplación. En su totalidad se construye un concepto de reportaje a través de secuencias. Y junto a ello, la significación del retrato, así como el valor de los objetos, humanizados. Imágenes de la inocencia, al fin y al cabo, sinceras, donde se reconoce la vida.
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