El pozo sin fondo del PSOE

Javier Aureliano García
Secretario General del PP de Almería

Lo que a mi juicio está resultando más significativo en todo este escándalo del “fondo de reptiles” que manejaba la Junta de Andalucía a su capricho y al margen de la ley para favorecer a empresas de amigos y personas afines al PSOE, es que nadie se haya mostrado sorprendido. Después de treinta años de poder absoluto en donde han evidenciado un más que evidente desprecio por las formas democráticas, ya no quedan andaluces que puedan sorprenderse por la prepotencia y el descaro del que hacen gala. Como muestra, un par de recientísimos botones. Después de haber pasado años ocultando la trama que presuntamente ellos mismos diseñaron para poder manejar (de momento y que se sepa) setecientos millones de euros, a los dos días de aparecer el caso en la prensa (no en toda y no con toda la intensidad que hemos vistos en otras ocasiones), aparecen la portavoz de la Junta, la señora Moreno y el consejero de Empleo, el almeriense (ahora habrá quien no quiera verlo como tal) Manuel Recio a dar por zanjado el asunto y anunciar que han descubierto unos cuantos casos de fraude. ¡Tras tres años de opacidad, cuarenta y ocho horas de transparencia! Qué espectáculos tan divertidos nos proporcionan estos señores. Si no fuera porque luego abusan con chulería de su temporal mayoría parlamentaria para enrocarse y bloquear cobarde y miserablemente cualquier posibilidad de investigación parlamentaria, sería para echarse a reír.

Pero ya veremos quién ríe el último en este caso, porque por muchos silencios mediáticos que subvencionen o por muchos escaños que usen de parapeto, los socialistas no pueden ocultar por más tiempo a los andaluces que las presunciones de manejos delictivos para favorecer a amigos y afines cobran cada vez más visos de evidencia y que el caso del Fondo de Reptiles no sólo es ya, sin duda, el escándalo más grave de la historia de nuestra autonomía, sino que arroja razonables dudas acerca del comportamiento de destacados cargos socialistas, empezando por el propio presidente Griñán, por los consejeros de Empleo de los últimos años y por los responsables del IFA e IDEA, los organismos e institutos paralelos destinados a gestionar, y de qué modo, los fondos reservados y ahora descubiertos. No perdamos de vista que esta trama consistía en un sistema ideado y pensado para repartir fondos al margen de la legalidad administrativa y al margen de todos los controles, conllevando prácticas inadmisibles jurídica y políticamente, ya que están adulterando los fondos de empleo en una comunidad que, a pesar de las proclamas propagandísticas de los socialistas y de su permanente huída hacia delante en forma de campañas publicitarias de dudosa utilidad, tiene el 28 por ciento de paro, más de 1.100.000 parados y 350.000 familias que no tienen ningún tipo de ingresos.

Parece poco probable que una trama de estas características pudiera crearse y ponerse en marcha sin que los presidentes de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves primero y José Antonio Griñán después, hubieran permitido y amparado el uso de fondos públicos para el empleo sin ningún procedimiento administrativo que garantice su legalidad. Los hechos que se están investigando judicialmente tuvieron lugar cuando Griñán era Vicepresidente Económico del Gobierno andaluz, y ahora Griñan reconoce que ya en el año 2005 dispuso del informe que censuraba el procedimiento de los EREs.

Y finalmente, lo que me parece una indecencia política y una inmoralidad absoluta es que la Junta de Andalucía, la institución que acumula en el capítulo de sus incumplimientos más lacerantes su acreditada incapacidad para crear empleo y riqueza, haga precisamente negocio con el empleo para favorecer a sus amigos. ¿Qué pensarán de esto los ciudadanos andaluces que no tienen trabajo? Pues es fácil adivinarlo: rechazo, vergüenza ajena y asco. Y lo peor es que muchos nos tememos que no será éste el único caso que aparecerá y que nos hará preguntarnos por los modos y las formas de una gestión que, propagandas al margen, ni ha sido “de lujo”, ni “imparable”.

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