Rosario Soto
Secretaria General del PP de Andalucía
Este año se cumple el 30 aniversario del primer Estatuto de Autonomía de Andalucía, una buena ocasión para reflexionar sobre el sentido del autogobierno, no sólo en nuestra Comunidad Autónoma sino también en el resto de España. Podemos recordar que la autonomía andaluza nació para conseguir la igualdad entre todos los pueblos de España, para que no hubiera privilegios territoriales y como un instrumento para la consecución del bienestar social y no para que un partido político se perpetúe en el poder, ni para que se multipliquen hasta el infinito las reivindicaciones nacionalistas.
La primera reflexión es que el Estado Autonómico, que ampara nuestra Constitución, constituye uno de los éxitos de la transición democrática en España. Ha sido bueno el soporte, lo que no ha sido tan bueno es la utilización que de la autonomía han hecho los partidos soberanistas, muchas veces apoyados por el socialismo en el poder. Cabe recordar los excesos del tripartito catalán durante la etapa de Pascual Maragall y la actitud sumisa del señor Chaves a aquellos excesos, cuando quiso convertir a Andalucía en coartada de las reivindicaciones catalanas mediante el famoso eje Andalucía-Cataluña. Entonces Chaves afirmó que lo que "era bueno para Cataluña era bueno para Andalucía".
Pero eso no es así, como han demostrado los hechos, por ejemplo, en la financiación autonómica. Sólo es bueno para Andalucía lo que es bueno para el conjunto de España. Esa conjunción socio-nacionalista es la que ha puesto en peligro -Estatuto catalán- la viabilidad del autogobierno y la lealtad de las autonomías a la Constitución.
En el ámbito andaluz los hechos son tozudos: no ha fracasado la autonomía sino las políticas de 30 años ininterrumpidos de gobierno socialistas.
Son ellos los que han gestionado las competencias, los que han aplicado los dos Estatutos y los que nos han llevado al actual callejón sin salida, en lo económico, y los que están provocando dudas en los ciudadanos, por los fracasos de su gestión, sobre la utilidad de la autonomía como medio para lograr el bienestar.
Mi partido lo tiene claro: creemos en la Constitución como garante del Estado de las Autonomías; creemos que esas autonomías deben adecuarse a las nuevas realidades desde el consenso y con los principios básicos de austeridad, racionalización del gasto, eficacia y no duplicidad de competencias, si queremos preservar el modelo. Y creemos que Andalucía, donde no existen problemas identitarios, es el mayor garante de la cohesión y de la igualdad de todos los españoles. Es lo que Javier Arenas llama "andalucismo constitucional": o sea el respeto a nuestro Estatuto desde la lealtad insobornable al marco constitucional.
La primera reflexión es que el Estado Autonómico, que ampara nuestra Constitución, constituye uno de los éxitos de la transición democrática en España. Ha sido bueno el soporte, lo que no ha sido tan bueno es la utilización que de la autonomía han hecho los partidos soberanistas, muchas veces apoyados por el socialismo en el poder. Cabe recordar los excesos del tripartito catalán durante la etapa de Pascual Maragall y la actitud sumisa del señor Chaves a aquellos excesos, cuando quiso convertir a Andalucía en coartada de las reivindicaciones catalanas mediante el famoso eje Andalucía-Cataluña. Entonces Chaves afirmó que lo que "era bueno para Cataluña era bueno para Andalucía".
Pero eso no es así, como han demostrado los hechos, por ejemplo, en la financiación autonómica. Sólo es bueno para Andalucía lo que es bueno para el conjunto de España. Esa conjunción socio-nacionalista es la que ha puesto en peligro -Estatuto catalán- la viabilidad del autogobierno y la lealtad de las autonomías a la Constitución.
En el ámbito andaluz los hechos son tozudos: no ha fracasado la autonomía sino las políticas de 30 años ininterrumpidos de gobierno socialistas.
Son ellos los que han gestionado las competencias, los que han aplicado los dos Estatutos y los que nos han llevado al actual callejón sin salida, en lo económico, y los que están provocando dudas en los ciudadanos, por los fracasos de su gestión, sobre la utilidad de la autonomía como medio para lograr el bienestar.
Mi partido lo tiene claro: creemos en la Constitución como garante del Estado de las Autonomías; creemos que esas autonomías deben adecuarse a las nuevas realidades desde el consenso y con los principios básicos de austeridad, racionalización del gasto, eficacia y no duplicidad de competencias, si queremos preservar el modelo. Y creemos que Andalucía, donde no existen problemas identitarios, es el mayor garante de la cohesión y de la igualdad de todos los españoles. Es lo que Javier Arenas llama "andalucismo constitucional": o sea el respeto a nuestro Estatuto desde la lealtad insobornable al marco constitucional.
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