Director de Teleprensa
Felicity Lawrence, la reportera que hace ese trabajo periodístico que tanto nos molesta y que ha publicado en The Guardian, no miente. Es cierto que sólo ve una parte de la realidad, pero es una parte y por ello no deja de ser real. Si mañana algún lobby almeriense pagase a un grupo editorial para hacer un reportaje sobre las miserias de Londres, posiblemente veríamos lo mismo que muestran de Almería a la londinense. Quizás cambiaríamos magrebíes por paquistaníes e indúes, pero el resultado sería prácticamente igual.
Ahora bien, a quien le consuele que la inmundicia recorra todo el planeta le deseo que no sea capaz de conciliar el sueño, pero lo que esas imágenes que desde hace unos días recorren el mundo son reales. Se tomaron en España, concretamente en Roquetas de Mar y en Níjar, y los alcaldes de ambas localidades deberían sentir vergüenza, y rabia, pero no es el momento de hablar de ellos, sino de la realidad.
Hay una inmensa mayoría de empresarios que cumplen la norma. Pero también los hay que no, y el resto les encubren con su silencio pero esa complicidad tiene un precio que ahora toca pagar.
Es cierto que los británicos, como otros, pueden dejar de comprar productos de Almería por el hecho de que con ello crean que ayudan a eliminar la esclavitud del siglo XXI. Los hay así de simples, pero sería igual que si a partir de ahora nos negásemos a adquirir productos procedentes de China, Pakistán, India o cualquier otra de esas potencias emergentes en las que tanto nos fijamos. Pero no, gracias a lo que sea, y yo se las doy a Dios, en España generalmente no es así.
Posiblemente, si hubiesen hecho ese mismo reportaje en Marruecos no tendrían que rebuscar para encontrar a subsaharianos viviendo en esas o peores condiciones, pero el problema es que no lo han hecho en Marruecos, sino en España, y concretamente en Roquetas de Mar y Níjar, y ese sí es nuestro problema.
Ahora bien, a quien le consuele que la inmundicia recorra todo el planeta le deseo que no sea capaz de conciliar el sueño, pero lo que esas imágenes que desde hace unos días recorren el mundo son reales. Se tomaron en España, concretamente en Roquetas de Mar y en Níjar, y los alcaldes de ambas localidades deberían sentir vergüenza, y rabia, pero no es el momento de hablar de ellos, sino de la realidad.
Hay una inmensa mayoría de empresarios que cumplen la norma. Pero también los hay que no, y el resto les encubren con su silencio pero esa complicidad tiene un precio que ahora toca pagar.
Es cierto que los británicos, como otros, pueden dejar de comprar productos de Almería por el hecho de que con ello crean que ayudan a eliminar la esclavitud del siglo XXI. Los hay así de simples, pero sería igual que si a partir de ahora nos negásemos a adquirir productos procedentes de China, Pakistán, India o cualquier otra de esas potencias emergentes en las que tanto nos fijamos. Pero no, gracias a lo que sea, y yo se las doy a Dios, en España generalmente no es así.
Posiblemente, si hubiesen hecho ese mismo reportaje en Marruecos no tendrían que rebuscar para encontrar a subsaharianos viviendo en esas o peores condiciones, pero el problema es que no lo han hecho en Marruecos, sino en España, y concretamente en Roquetas de Mar y Níjar, y ese sí es nuestro problema.
Mentira no es, quizás un poco exagerado, pero es una realidad. Jode, pero es verdad. Y si quieren hablamos de ello o callamos como siempre.
(teleprensa.es)
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