José Fernández
Periodista
No sé todavía cómo los cimientos del almeriensismo emocional no se han resquebrajado tras las recientes declaraciones del nuevo presidente de la Junta Rectora del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, José Antonio Martínez Soler, sobre la conservación de este notable espacio. Vayan santiguándose: por si no lo saben, el señor Martínez Soler ha tenido el atrevimiento de decir que si el parque natural no está todo lo limpio que a todos nos gustaría es por culpa de los almerienses, que somos unos guarros. ¡Arde la calle al sol de poniente y clama al cielo la indignación de los bardos de la mitología indálica! ¿Qué es esta falta de respeto al inmenso coral de nuestra hermosa bahía? ¿Cómo puede alguien decirnos a nosotros -¡a nosotros!- que somos unos marranos?
Pero por mucho que irrite o erupcione el magma del sentimiento localista, habrá que admitir con naturalidad que lo que ha dicho el señor Martínez Soler es muy cierto. Que vamos por las playas y calas dejando el rastro de envoltorios, envases y cáscaras. Que no tenemos la sencilla disciplina de recoger y trasladar a un contenedor los residuos de nuestro picnic y que entre todos nos estamos cargando un espacio que debería ser nuestro orgullo y nuestra responsabilidad. Bueno, pues nadie ha respirado. Nadie ha dicho nada. Parece que, en el fondo, todo el mundo sabe que eso es la pura verdad.
La diferencia está en que cuando esas mismas palabras las dice el concejal de Medio Ambiente sobre el nivel de compromiso de los almerienses con la limpieza de la capital, al concejal sí que le crujen. Será que siempre cayó mejor una lágrima en la arena que en la acera.
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