Director de Teleprensa
La crisis económica es una putada, en eso coincidimos todos, y más aún con que el papel de la banca ha sido totalmente desleal, pero ya saben lo del dicho aquel de que arrieros somos y en el camino nos encontraremos. Ahora bien, independientemente de todo, hasta de que la culpa de la crisis la tenga o no Zapatero, lo que está claro es que tenemos que tender a un modelo en el que los liderazgos sean ejercidos por personas capaces de resolver situaciones, y primero las de sus propias casas.
A un líder se le pide que sea el ejemplo a seguir, la imagen de un sector o de un colectivo, que anime a todos a encontrar la luz al final de túnel, o un rayito de claridad a mitad de camino, pero no se le puede permitir que padezca los mismo males que tú y que yo, porque entonces deja de ser especial y ya no te vale el camino que indica a seguir.
Ayer surgieron dos casos tristes de esos liderazgos que se caen. Por una parte, los trabajadores de la Cámara de Comercio de Almería anuncian que la dirección de la entidad prepara el despido de unas 20 personas de la plantilla, y sucede poco después de que se inflase la nómina con directores de área, gerentes y otros títeres, que ya veremos si son los que caen o no, porque al final en todas estas reducciones de plantilla se pasan por la piedra a veinte trabajadores de mil euros al mes, pero no tocan a los de seis mil ni a los de tres mil.
El caso de la Cámara de Comercio me preocupa especialmente porque tiene por misión ser -además de motor de la internacionalización de empresas almerienses, aunque su web no tenga un sola letra en inglés- esa entidad impoluta que anima a tirar del carro, pero hace mucho tiempo que dejó de tener ese papel y justo ahora, cuando su financiación ya no depende de un impuesto estatal, sino que debe valerse por sus propios medios, toda esa brillantez empresarial que se le presuponía a sus dirigentes se viene abajo como un castillo de naipes.
Pero al mismo tiempo que esto sucedía, que se anunciaban las concentraciones que hoy empiezan, Comisiones Obreras le ponía la guinda al pastel de la mañana de ayer. Los trabajadores de la empresa que dirige el presidente de la Asociación de Empresarios del Mármol llevan sin cobrar sus salarios desde el mes de octubre. Ya han comenzado las movilizaciones, pero una cosa es lo que afecte a su empresa y otra muy distinta lo que pringue al sector.
Supongo, imagino, que ayer mismo pondría su cargo a disposición de la asociación de empresarios a la que representa obligando, además, a que la acepten porque todo su tiempo y capacidad de liderazgo la tiene que dedicar a sacar adelante su nave particular, que es el primer peldaño que te capacita para dirigir la del conjunto de tu sector. Y lo siento porque el tipo me cae bien, y los de la Cámara también, pero la realidad es así y no hay vuelta atrás.
No podemos olvidar que el mayor descrédito que ha sufrido la patronal en las últimas décadas ha sido mantener a Díaz Ferrán al frente del barco común, cuando el suyo propio yacía en el fondo de los océanos. Otros ejemplos como esos no nos podemos permitir.
Y en todo esto de la crisis hay enormes verdades y grandes mentiras. Pero hay una muy incómoda que hace muy poco nos recordaba a un grupo de empresarios un profesor de una escuela de negocios. Fue algo así como una colleja en toda regla al recordarnos que las empresas no las dirigen las crisis, sino los directivos, que hay herramientas suficientes para afrontar todo tipo de previsiones y situaciones. Pero a veces porque nos dormimos en los laureles, delegamos mal o sencillamente desconocemos esos métodos, caemos en situaciones que creemos que se van a arreglar cagándonos en la madre que parió a quien gobierne, pero la realidad es que no, que él no dirige nuestras empresas y la mayor parte de la culpa es nuestra.
Y dichas todas estas cosas que me crearán más enemigos que amigos, pero que creo firmemente que hay que decirlas, me reafirmo en una cuestión básica, de inicio y fundamental. Es preciso un recambio en los liderazgos, optar por gente menos conocida pero a los que sus empresas les funcionen bien o medio bien, gente que ilusione a los demás y no que les haga una ilusión tremenda a ellos mismo ocupar esos cargos, porque esos y no otros son el ejemplo a seguir.
A un líder se le pide que sea el ejemplo a seguir, la imagen de un sector o de un colectivo, que anime a todos a encontrar la luz al final de túnel, o un rayito de claridad a mitad de camino, pero no se le puede permitir que padezca los mismo males que tú y que yo, porque entonces deja de ser especial y ya no te vale el camino que indica a seguir.
Ayer surgieron dos casos tristes de esos liderazgos que se caen. Por una parte, los trabajadores de la Cámara de Comercio de Almería anuncian que la dirección de la entidad prepara el despido de unas 20 personas de la plantilla, y sucede poco después de que se inflase la nómina con directores de área, gerentes y otros títeres, que ya veremos si son los que caen o no, porque al final en todas estas reducciones de plantilla se pasan por la piedra a veinte trabajadores de mil euros al mes, pero no tocan a los de seis mil ni a los de tres mil.
El caso de la Cámara de Comercio me preocupa especialmente porque tiene por misión ser -además de motor de la internacionalización de empresas almerienses, aunque su web no tenga un sola letra en inglés- esa entidad impoluta que anima a tirar del carro, pero hace mucho tiempo que dejó de tener ese papel y justo ahora, cuando su financiación ya no depende de un impuesto estatal, sino que debe valerse por sus propios medios, toda esa brillantez empresarial que se le presuponía a sus dirigentes se viene abajo como un castillo de naipes.
Pero al mismo tiempo que esto sucedía, que se anunciaban las concentraciones que hoy empiezan, Comisiones Obreras le ponía la guinda al pastel de la mañana de ayer. Los trabajadores de la empresa que dirige el presidente de la Asociación de Empresarios del Mármol llevan sin cobrar sus salarios desde el mes de octubre. Ya han comenzado las movilizaciones, pero una cosa es lo que afecte a su empresa y otra muy distinta lo que pringue al sector.
Supongo, imagino, que ayer mismo pondría su cargo a disposición de la asociación de empresarios a la que representa obligando, además, a que la acepten porque todo su tiempo y capacidad de liderazgo la tiene que dedicar a sacar adelante su nave particular, que es el primer peldaño que te capacita para dirigir la del conjunto de tu sector. Y lo siento porque el tipo me cae bien, y los de la Cámara también, pero la realidad es así y no hay vuelta atrás.
No podemos olvidar que el mayor descrédito que ha sufrido la patronal en las últimas décadas ha sido mantener a Díaz Ferrán al frente del barco común, cuando el suyo propio yacía en el fondo de los océanos. Otros ejemplos como esos no nos podemos permitir.
Y en todo esto de la crisis hay enormes verdades y grandes mentiras. Pero hay una muy incómoda que hace muy poco nos recordaba a un grupo de empresarios un profesor de una escuela de negocios. Fue algo así como una colleja en toda regla al recordarnos que las empresas no las dirigen las crisis, sino los directivos, que hay herramientas suficientes para afrontar todo tipo de previsiones y situaciones. Pero a veces porque nos dormimos en los laureles, delegamos mal o sencillamente desconocemos esos métodos, caemos en situaciones que creemos que se van a arreglar cagándonos en la madre que parió a quien gobierne, pero la realidad es que no, que él no dirige nuestras empresas y la mayor parte de la culpa es nuestra.
Y dichas todas estas cosas que me crearán más enemigos que amigos, pero que creo firmemente que hay que decirlas, me reafirmo en una cuestión básica, de inicio y fundamental. Es preciso un recambio en los liderazgos, optar por gente menos conocida pero a los que sus empresas les funcionen bien o medio bien, gente que ilusione a los demás y no que les haga una ilusión tremenda a ellos mismo ocupar esos cargos, porque esos y no otros son el ejemplo a seguir.
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